Su mirada reflejaba la gran alegría que le ha supuesto ser
condecorada con la medalla de oro al mérito en el trabajo.
eso significa que los 42 años que Gloria Muñoz Calatayud ha
pasado dando clases en el Instituto Abyla han sido
recompensados. Pero su esfuerzo y dedicación no sólo le han
valido este reconocimiento, lo más importante es que la
docente ha sabido ganarse el respeto de sus compañeros y el
cariño de sus alumnos, algo que cada vez resulta más
complicado en los centros educativos. Gloria Muñoz ya está
jubilada pero todo el trabajo realizado permanecerá en el
instituto donde está situado uno de sus mayores motivos de
orgullo: una biblioteca. Un merecido homenaje para una gran
docente.
Pregunta.- ¿Cómo se enteró de esta condecoración?
Respuesta.- La propuesta para recibirla se produjo hace ya
varios meses y, sinceramente, lo había olvidado por
completo. El viernes 3 de diciembre, después del Consejo de
Ministros, recibí una llamada de Delegación del Gobierno
para notificármelo. Aún no sé cuándo se producirá la
entrega, imagino que próximamente recibiré un comunicado por
escrito explicándome los pasos a seguir.
P.- Imagino que las felicitaciones serán incontables...
R.- He tenido muchas sí. Y lo mejor es que no sólo de
compañeros, sino también de muchos ex alumnos que me han
llamado a casa. Algunos de ellos se han convertido en
profesores.
P.- ¿Desde cuándo está jubilada?
R.- Me jubilé el año pasado. Pensé que sería una experiencia
un poco traumática después de tantísimos años al pie del
cañón. Hasta el último momento estuve totalmente dedicada a
mi profesión pero estoy genial en mi nueva situación.
P.- ¿Cómo ha pasado a ser su día a día?
R.- Tengo dos nietos que acaparan gran parte de mi tiempo.
Por otro lado, canto en la coral donde disfruto muchísimo.
Tengo mi vida llena y, además, tengo un hijo fuera al que
vamos a ver de vez en cuando. Son cosas que antes no podía
hacer con tanta frecuencia. Imagínate, 42 años...
P.- La invito a un ejercicio de nostalgia... Lo suyo,
¿fue pura vocación?
R.- Absolutamente. Tenía vocación de enseñar y vocación de
aprender. Siempre lo digo, en mi carrera esto último ha sido
una constante. Además, me ha gustado siempre recibir
consejos de los profesores más jóvenes que daban otra
perspectiva de la profesión. Mis hijos siempre me dicen que
he sido muy afortunada de trabajar en algo que me gustara
tanto. No todo el mundo puede decir lo mismo, me considero
una privilegiada, la verdad.
P.- ¿Y cómo empezó todo?
R.- Estudié Filología en Madrid. Mi padre me llamó para
decirme que había posibilidades de dar unas horas de clase
en un instituto, ni siquiera el día completo. Me puse loca
de contenta (risas). Luego entré de interina y, ya con dos
niños pequeños, obtuve la plaza fija. Fue bastante esfuerzo
porque en Ceuta no tenía a nadie, ya que mis padres vivían
en Tetuán. En el 92 también realicé el acceso a la cátedra.
P.- Es significativo que, durante toda su trayectoria,
haya permanecido en el mismo centro...
R.-Muchos compañeros me dicen que no conocen a nadie que
haya estado toda su carrera en el mismo lado. Jamás me lo he
planteado porque siempre he estado bien. Muchos profesores
del ‘Abyla’ se fueron al ‘Camoens’ pero yo decidí mantenerme
en el mismo lugar.
P.- ¿Imaginaba que se produciría un cambio tan grande en
el mundo de la docencia?
R.- No, pero es que ha cambiado todo. En el terreno de la
Educación creo que ha habido otros planes de docencia
mejores que el actual. Al tener una Educación obligatoria,
algunos alumnos no están bien aprovechados. Quizás habría
que buscar otras vías alternativas en lugar de estar en
clases donde no quieren estar. En mi años de profesora he
tenido que adaptarme a lo que había porque tenía dos
opciones: o adaptarme o amargarme trabajando. Por desgracia,
en mi mano no está el cambiar las cosas. El problema empieza
en la propia sociedad, no se puede delegar todo el peso de
la educación en el profesor.
P.- ¿Cuál ha sido su mayor objetivo a lo largo de su
etapa docente?
R.- Cualquier alumno podría decírtelo: leer. Ha sido mi
mayor afición desde pequeña. En los últimos ocho o nueve
años de mi carrera puse en marcha la biblioteca del centro.
Hice el proyecto y recibí una buena dotación económica. Eso
ha sido una tremenda satisfacción y tiene una colección
bastante amplia. Cuando era joven era más rígida en el
sentido de que pretendía que lo alumnos leyeran los grandes
clásicos, pero con el tiempo me he dado cuenta de que lo
importante es incitarlos a la lectura y eso se consigue con
libros que les diviertan y entretengan. En la biblioteca
hemos luchado para que haya obras atractivas para el
estudiante. Y si tocaba leer un libro como el ‘Quijote’,
buscábamos una edición adecuada y seleccionábamos los
capítulos más amenos.
P.- ¿Está usted satisfecha de su trayectoria?
R.- Siempre piensas que podrías hacerlo mejor. Pero jamás he
tenido ningún problema importante con alumnos, a pesar de la
indisciplina general que hay en los centros. Con los
compañeros también he tenido una buena relación. Y nunca me
planteé acceder a la dirección, prefiero dar clases. La
enseñanza ha sido mi vida.
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