Debo reconocer que muchos lectores
de ‘El Pueblo de Ceuta’ me piden encarecidamente que me
olvide de mencionar en esta columna a Juan Luis Aróstegui.
Y además me dicen por qué debo hacerlo: porque es un tipo
que atrae la mala suerte y porque está acabado para la
política.
No obstante, mi respuesta es siempre la misma: aunque
Aróstegui sea la persona más detestada de esta ciudad, por
razones evidentes, sigo pensando que alguien como él no debe
ser ignorado. Faltaría más.
En realidad, lo que trato es de darle cuerda para que se
termine ahorcando políticamente. Y lo estoy consiguiendo.
Pues en cuanto lo cito de frente entra al trapo y se deja en
la acometida la mitad de esa inteligencia suprema de la que
tanto alardea a cada paso.
En esta ocasión, empezaré diciéndole que he visto dos
fotografías suyas en las que aparece con Mohamed Alí.
Y en ambas me he percatado del mal trago que está pasando
Aróstegui por tener que figurar en una conferencia de prensa
junto a alguien que no quiere ver ni en pintura y para
hablar precisamente sobre las reivindicaciones de Marruecos
sobre Ceuta. El asunto tiene su miajita de guasa.
Al sindicalista Aróstegui, que maneja a su antojo Comisiones
Obreras, se le nota a mucha distancia que se siente muy mal
a la vera del líder de la UDCE. Y más en los momentos que
corren. Pero, como Aróstegui está acostumbrado a tragarse
sapos de mucho peso, aguanta el tirón con la esperanza de
poder conseguir un acta de diputado. Victoria pírrica, sin
duda alguna, si acaso la suerte decidiera ponerse de su lado
en esta ocasión.
Por tal motivo, no me extraña que el hombre que ha cosechado
más fracasos electorales en Ceuta, arremeta contra Juan
Vivas porque éste sea capaz de conseguir mayorías
absolutas como si tal cosa. Sin hacer el menor esfuerzo.
Acudiendo a las urnas convencido de que lo van a votar
porque sí. Porque el vecindario así lo quiere. Y punto.
Mientras que él, Aróstegui, tan finchado, tan inteligente y
tan obsesionado con creer que los ceutíes están cometiendo
una injusticia con él, se ha visto obligado a buscarse la
vida en un partido al que hasta hace nada despreciaba.
Sí, claro que sí, mire usted, todo el mundo tiene derecho a
evolucionar. Si bien la evolución del sindicalista de CCOO
ha sido la menos esperada. Vamos, la peor. Y, por
consiguiente, cuando se le recuerda su monumental
equivocación, pierde los papeles y se pone a disparatar.
Y no duda en escribir con el alma soliviantada. Así que las
palabras le salen a borbotones. Sin orden ni concierto. Mas
él no cesa de escribir artículos donde da pruebas palpables
de escribir muy mal. Pésimamente. Con lo que demuestra que
sus mayores invirtieron mucho dinero en costearle estudios
que no ha sabido aprovechar. Eso sí, el escribir mal no es
su mayor problema. ´
El problema gordo lo tiene, Aróstegui, al emitir sus
opiniones en un periódico añejo para tratar de convencernos
de que el periódico de marras subsiste por obra y gracia de
un editor con el alma de mecenas puro. Y se queda tan
pancho.
Aróstegui, pensando así, hace posible que yo le considere
tonto con balcones a la calle. Lo cual significa, según
Antonio Burgos, que es un tonto con muchas pretensiones.
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