Cuando una sociedad pierde el
principio de autoridad, está perdiendo parte de su propia
esencia dejando de ser sociedad para convertirse en algo
anacrónico a la que habría que preguntarle como el título de
la celebre película ¿Quo Vadis?. Y la contestación sería:”no
sabemos donde vamos, pues no tenemos rumbo fijo que nos
marque el camino”.
Esa es la pregunta que le deberíamos hacer a la juventud. A
esa juventud tan falta de valores, que no sabe hacia donde
camina, a pesar de las grandes libertades que se le ha
proporcionado.
En principio haciéndoles creer que con dieciocho años, poco
menos que era algo inaudito que siguieran viviendo en casa
de sus padres. Una manera como otra de desarticular la
familia, rompiéndola y haciendo cada uno lo que le venga en
ganas, sin ese respeto necesarios a sus progenitores, y
haciendo desaparecer ese principio de autoridad que los
mismos tenían sobre los hijos.
A quién o quiénes se les ocurrió semejante idea, sin
comprende que las única buenas ideas son las mías como está
más que demostrado, seguro que habían visto muchas películas
americanas, donde los nenes abandonan el hogar paterno
cuando apenas si saben andar, y las películas, películas
son. Menos ver películas y más vivir la realidad de la vida,
saliendo a la calle y conviviendo con el personal. Encerrado
en unos despachos, no se sabe nada de nada.
Pero el efecto, ese buscar el desarraigo familiar ha tenido
el efecto contrario pues hoy día más que nunca, debido a la
crisis que estamos padeciendo la unión familiar, con la
vuelta a casa de sus padres, está sirviendo de esa unión
familiar que nunca debió perderse.
No sólo los solteros, esos que creyeron que su independencia
iba a ser lo mejor de los mejor, sin pensar que no tenían un
euro para poder mantenerla, sino los casados y con hijos,
que vuelven al hogar paterno, para poder subsistir, aunque
sea con lo poco que les ha quedado a sus padres de
jubilación o bien trabajando en el pequeño huerto que tiene
sus viejos, para poder alimentar a su prole, o vuelta a
casa, no precisamente por Navidad, como dice el anuncio,
sino en cualquier momentos si no se quiere pasar más hambre
que un caracol en un espejo.
Esa vuelta al hogar, esa vuelta a volver a realizarse la
unión familiar, le da de nuevo la oportunidad a la sociedad
de conseguir traer hacia ella el principio de autoridad
familiar tan necesario para que una sociedad siga caminando,
sin necesidad de preguntarse ¿Quo vadis?.
Vamos a dejarnos de utopías baratas, poniendo los pies en el
suelo, saliendo de los despachos, tirándonos a la calle a
vivir la cruda realidad de cada día para, de esa forma,
conocer cómo vive el pueblo y cuáles son sus auténticas
necesidades que, por supuesto, están muy lejos, a años luz
me atrevería a decir, de esos utópicos que encerrados en sus
despachos creen estar en posesión de toda la verdad, cuando
esa creencia es sólo, pura y dura, una fantasía que se aleja
cada vez más de la cruda realidad de los pueblos, sus gentes
y sus auténticas necesidades.
|