Estando el otro día con mi madre,
me dijo que se estaban interesando por los patios caballas,
mi madre me decia tienes algo del Patio Morales ¿pero si ya
una vez lo hiciste?, pero este rincón emblemático del
centro de Ceuta merece un detalle, historias de niñez, que
afloran mis sentimientos de tanta ternura en mi corazón.
Los rincones caballas, paseitos del revlellin, de la calle
consuelo, la calle espino, el patio pascual, pasaje
fernandez, el pensamiento divino, escalofríos de tiempos
añejos, viendo que la gente se le desgarrma el alma, de los
que se apoderan de tus pasiones.Una tarde de agosto, nos
metimos en el TUNEL DEL TIEMPO, fue asomarnos a la Muralla
del Recinto la rocha, siempre decimos en Ceuta, lo que no
valga lo tiramos por la rocha abajo, luego entramos por la
parte alta del Patio Morales, curioseamos las tenebrosas
rejas de la antigua casa de la sal, y por la calle Espino
en casa Angustias pedimos un duro de chucherías,
preguntamos por Antoñito Guzmán si le dejan salir, vamos
buscando amigos para jugar, antes jugábamos a improvisar
cualquier entretenimiento, los juguetes en el zoco de la
plaza, que ilusión te hacía. Las abuelas retiraban las ropas
blancas y relumbrantes lavadas con Gior y escurridas en
esas tablas de lavar jabón de lagarto, tablas encargas en
factorías navales de las de entonces en Ceuta. La abuela
Anica con su vestido negro, recogía la caña que sostenía el
cordel, cordel que se mecía como las traíñas que ronroneaban
al paso de la almadrabeta, la abuela nos avisaba niños no
despistarse me voy a freír los tostones que traje de Alquian,
de Almería. Javi Fernández nos enseñaba su nuevo balón de
reglamento, mientras la madre le avisa de que ya mismo le
echaba el bocadillo para la merienda. Deseábamos por Encarna
del puesto, otro duro y pedíamos caramelos de eucalipto,
mientras a los gatos, que paseaban orgullosos por las tejas
del puesto, Francisco Carlos el Kiosko, el terremoto del
patio, preguntaba por el abuelo Bernando para que le
ajustase el sedal para ir a pescar, el abuelo era un
experto en tareas marineras, pero todavía no había vuelto
de estar con los amigos, conversando en la balaustrada de
la Lonja. Ana Mesa con su toquilla para saludar a la
abuela, comentan la calor que hace y los niños en el
solanera con la pelota, y luego echaré agua a las macetas.
Ana la de abajo, ve por televisión una corrida de toros y se
escucha gritar ante los amagos de cogida del torero, ay Ana
que te va a entrar un sofoquín con los toros, Vitoria llama
al fondo del patio a su hijo que es la hora del café y que
ya le ha planchado el pantalón para irse de paseo a ver las
películas de karate, luego al cine de verano del Cortijo.
En Casa de Maruja de Bao, las mujeres de todas edades,
entablan tertulias interminables y cotilleos de épocas que
se van y otras que vendrán, entre golpes milimétricos de
aguja y dedal. José el de Paca, ya va quitando de los clavos
de la pared, las jaulas de los pajarillos, mientras el
solecito se va desplazando renqueante por los zócalos de
cal.
Manolo de Francisca, como buen marinero, en su murallita de
casa puerta otea al horizonte, la mar en calma que se
recogen las gaviotas en el atardecer. La familia de Tula,
van subiendo escalones, adornados con macetas y enredaderas
que trepan paredes a un caliente del solanera agosteño,
mientras se esconden las salamanquesas por los pliegues.
Encarni prepara ese café con recuerdo añejo, y a las mesa
van las galletas María y el pan con aceite, entre charlas de
reunión ante la mesa y los cánticos de los programas
infantiles en la tele.
Juan Carlos el hijo de Dolores, que asoma allá por el patio
con una raqueta y una pelota y causa sensación a los
noveles en el deporte y hacemos cola para ver eso del tenis
y al día siguientes todos con raqueta en mano. Mi hermano
Juan Carlos, que no se quitaba las botas camperas y el casco
de moto, y todas las mujeres, le decía niño los pies, niño
el pelo que no transpira que va a criar bichos algo así,
venía corriendo de la calle Velarde, de comprar onzas de
chocolate a Paco el tendero. Mientras a la abuela me hacía
señas que fuera a la Farmacia Perales, que Doña Elena me iba
a dar un medicamento de encargo, la abuela Anica, que
entona su grito de aviso de niños el café, los tostones, los
pedacitos de pan frito y recordándonos que la semana que
viene, vienen los primos de Madrid para la Feria, la abuela
enciende la luz solitaria con su casquillo y mi hermano
Carlos, que le brilla el sudor por la frente del casco, se
ríe y se cae de espaldas con la silla, y casi vuelca el
barreño de debajo de la mesa, la abuela decía niño te voy a
dar una capuana como no te estés quieto ¡rayo encendido! y
viendo los payasos de la tele, fuimos merendando, mientras
Ana Mesa recogía el parchís con el que jugaban los vecinos y
vecinas con el abuelo Bernardo por la tarde..
Cada Martes Santo en cuantito pasa mi Esperanza y el
Nazareno, se me encoge el corazón del sentimiento de mis
Sagrados Titulares, pero siempre mirando con recuerdo a un
hueco en la pared de la calle Velarde, EL PATIO SE RESISTE A
MORIR, viendo peinar canas y arrugas a tantos vecinos que me
miran con sentimiento y pasion les iba a preguntar por los
tostones, pan, las galletas, Treinta y Cinco años, aquel
verano del 75 son Dios mío un sueño, aquella esencia de
Patio Morales donde yo me crié con toda esa güena gente que
tantos buenos momentos allí se juntaron, y donde mi niñez
allí disfruté.
Mi recuerdo ni homenaje a los que allí un día estuvieron, y
juntos en el cielo están, yo traigo una vez más el recuerdo
de los que no olvidamos donde disfrutamos. Con lágrimas en
mi pluma los niños de Carmina, los Tita Anita, los de Lola
de Madrid, LOS NIÑOS DE ROSI, llegan alborotando los
escalones del patio, que tiemblen los cordoles, retumben las
persianas llegan LOS NIETOS DE ANICA
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