Se me viene a la vista la vida del
doctor Puigvert: que explica en un libro, titulado
‘Mi vida... y otras más’ -el doctor Puigvert, por si alguien
no lo sabe, fue un eminente urólogo catalán, fallecido en
1990-. Y dedico la mañana de este viernes, que es cuando
escribo, a volver a leer parte de la vida de tan famoso
doctor. El cual recorrió el mundo para tratar a grandes
personajes que, en una forma u otra, han escrito la historia
de una época.
Y me encuentro nuevamente con la conversación mantenida
entre Puigvert y el entonces ministro de la Gobernación, del
régimen franquista, don Blas Pérez González. En la
que éste le cuenta una curiosa escena que le había sucedido
con el Jefe del Estado.
Era la época de las restricciones de gasolina derivadas del
bloqueo económico mundial al régimen español. Don Blas
obtuvo una lista nominal de los usuarios de 4.600 vehículos
oficiales destinados al servicio familiar de personajes con
cargo oficial. Y se la mostró a Franco, con la información
de los miles de litros de gasolina que aquellos coches
dispendiaban.
El Jefe del Estado la revisó con minuciosidad, informándose
a fondo. Luego le dijo simplemente:
-De esto ya hablaremos otro día.
Como quiera que ese “otro día” no llegaba, Blas Pérez,
pasado un tiempo que consideró prudencial, volvió al Pardo a
plantear el tema. Y Franco después de revisar la lista de
nuevo le respondió:
-Guárdese usted la lista; sólo conseguiría hacerme 4.600
enemigos más. No interesa.
Axioma: cargos y políticos venales han existido asiempre. Y,
desde luego, cuesta trabajo creer que de semejantes
corruptos no tenía conocimiento quien acaparaba el poder en
cada ocasión.
Ahora bien, quienes roban por necesidad, creo que tienen
cierta bula. No así los que lo hacen para aumentar su cuenta
corriente. Por tal motivo, pienso que debe ser tristísimo,
como dijera en su día Miguel Herrero de Miñón, dedicarse a
la política por necesidad, porque no se sabe hacer otra
cosa.
Estaba yo días atrás en un restaurante con un amigo, cuando
enfrente de nuestra mesa había una persona a la que se le
notaban muchísimo los sinsabores vividos últimamente por
haber sido relacionada con chanchullos. Y es que hay
negocios que se hacen escasísimos de limpieza, aunque
ofrezcan apariencia de legalidad.
Pues bien, de la persona a la que me refiero, creía yo,
cuando decidió dar sus primeros pasos en la política hasta
terminar convirtiéndose en un político profesional, que lo
hacía por cierto deseo de figurar. De ser algo más que un
simple agente de lo suyo. Y llegué incluso a estimarla. A
sentirme a gusto con ella en cuanto se nos presentaba la
ocasión de alternar.
No obstante, me atreví un día a recomendarle, menudo
atrevimiento el mío, que tuviera cuidado con ciertas
compañías... Quizá mi modesta advertencia llegó tarde o bien
la persona aconsejada no creyó oportuno darle la menor
importancia a mi consejo. Y no dudó en seguir haciendo todo
lo contrario a lo que los demás, o sea, los que veíamos el
daño que podía causarle sus junteras, le decíamos.
Ahora, miren ustedes por dónde, hasta sus compañeros de
partido le hacen el vacío. Y he sentido más que tristeza al
comprobarlo. Siguen si gustarme los que hacen leña del árbol
caído. Pero es lo que hay. Vaya usted a saber por qué.
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