Una gran cantidad de personas, de
aquellas que viven en el centro de la ciudad, están ya más
que hartos de soportar ruidos, por las noches, especialmente
cuando hay quienes salen a pasarlo bien sin contar con que
sus juergas pueden molestar, y mucho, a otros.
Ahora mismo, los vecinos del centro y de la zona Patio
Páramo están pidiendo a la Ciudad “más medidas” contra el
ruido que se produce con el famoso botellón.
De esto hemos escrito, hace muy pocos días, y es que
sabíamos que el descontento, en muchas personas, era grande,
sin que se estén poniendo las medidas necesarias para
erradicar, de ahí, del centro, esta costumbre que no se para
en nada, con tal de pasarlo bien unos cuantos, y sin
importarles, para nada, los demás, con lo que eso significa,
al estar actuando de forma que molestan a otras muchas
personas más.
Las soluciones, no se me oculta, no son fáciles, porque en
esta “diversión” no sólo participan unos cuantos
jovenzuelos, sino que está siendo seguido, también, por
personas a las que se les supone una formalidad y un
respeto, para con los otros.
Soluciones drásticas, tampoco, mejorarían el ambiente, como
no lo han mejorado en aquellos lugares en los que, por la
fuerza de la prohibición se quiso cortar.
Particularmente, no veo por donde lo va a abordar la Ciudad,
y mucho menos en estas fechas, cercanas a las fiestas
navideñas y no demasiado alejadas de unas elecciones.
Y veo que la consejera de Medio Ambiente y Servicios Urbanos
de la Ciudad, Yolanda Bel, sale al paso pero ..., con un
“bueno, sí ...” y muy poco más, al decir:” no sería deseable
llevar el sonómetro a las zonas de ocio, si fuera necesario
por quejas vecinales la Policía Lo cal lo haría, porque las
ordenanzas municipales tienen un horario a partir del cual
no se pueden pasar ciertos decibelios”.
Mirando bien estas palabras de la consejera, no se puede
decir menos con tantas palabras y no se podrá quedar mejor
con todas las partes, sin comprometerse a nada.
Lleva, por este camino, bien encauzada la carrera política,
de decir palabras que luego se pueden corresponder con
cualquiera de las actuaciones que de poco o nada sirvan.
Va siendo hora de que, desde los políticos, sean del estrato
que sean, sepan llamar al pan, pan y al vino, vino, en vez
de estar fluctuando en medio de palabras bonitas, sin ningún
significado exacto.
Aquí, como en media España, el asunto del botellón ha
llegado, posiblemente con menos fuerza que en otros sitios,
y lo recomendable sería que, ahora que hay remedio, se diera
una solución válida, no quedándose a medias tintas, para que
los que practican ese botellón, si las leyes no lo impiden,
puedan seguir practicándolo, pero sin que se tenga que
molestar a otras personas, con ello.
Lo ideal, si es que hay algo ideal, en este asunto, sería
que hubiera un lugar para “estas reuniones”, un
“botellódromo” y a partir de ahí, todos sabrían donde se
puede practicar. Lo malo de esto es que, estamos tan
acostumbrados a hacer lo que queremos, cuando y donde nos
apetece que, cualquier lugar “impuesto” será casi una ofensa
para muchos, al haberles “coartado su libertad”, de beber
donde ellos quisieran.
Solución debe darse y la deben dar los organismos que están
para solucionar estos problemas, y si es incómodo, esa
incomodidad, también, va unida a la nómina y al cargo.
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