El anuncio del cierre de las sucursales del Banco de España
en ambas ciudades autónomas me parece un error político de
una trascendencia gravísima y la actitud que están
manifestando ustedes me parece completamente acertada. Ni es
el momento ni el lugar oportuno.
Quizás las sucursales del Banco de España hayan perdido hoy
parte de sus funciones pasadas, pero en mi opinión es donde
hay que incidir. Se necesitan en ambas ciudades un nuevo
tipo de “sucursal” del Banco de España.
Tendríamos que conseguir que estas sedes se involucraran más
en la vida cotidiana de ambas ciudades y en la realidad de
la cuenca sur del mediterráneo. La realización junto con los
organismos económicos de la ciudad de recopilación de
estadísticas y estudios sobre aspectos financieros y
socioeconómicos del norte de África solo se puede hacer
desde allí. Por la posición estratégica, a caballo entre dos
continentes, es un lugar ideal para ser el portavoz de una
realidad económica que pasa por migraciones tanto personales
como financieras. Tenemos un campo de trabajo desde
Marruecos hasta los países del Golfo, de sus economías y de
sus posibilidades. Quizás haya que cerrar algunas funciones
obsoletas del Banco de España en Ceuta y Melilla pero no las
posibilidades que se abren de cooperación en unos momentos
especialmente delicados.
Las fronteras de siglos atrás son superadas por la ósmosis
que tanto en Ceuta como en Melilla viven sus poblaciones, y
el Banco de España debe adaptarse a esa realidad y no perder
ni sus funciones necesarias ni el mundo de posibilidades que
se abre.
No es sólo (que también) una bandera que hay que mantener,
no es tampoco una dejación de unas funciones públicas (que
también), es la aportación de una nueva realidad. Estas
nuevas sucursales deben adaptarse y no extinguirse.
Recordemos que vivimos en España mirando a Francfort, pero
que también tenemos otros vecinos que viven más al sur y a
los que también tenemos que mirar.
Yo no haría hincapié ni en el españolismo de las plazas ni
en la poca actividad de las sucursales, sino en la visión
que desde allí se puede aportar en una situación
especialmente delicada (financieramente hablando) como la
que vivimos. No sé si hoy será “vendible” una actitud
“españolizante” de ambas plazas, pero lo que está claro es
que en Ceuta y Melilla ambas sucursales son algo más que
simples organismos financieros; allí la política es un
factor predominante, y cualquier rasgo, por insignificante
que sea (que no lo es) pueden ser sin duda alguna un factor
determinante del futuro de ambas ciudades españolas. El
Banco de España debe estar a la altura, y no olvidar que
existe también un compromiso político que excede de su
ámbito de actuación; de sus decisiones económicas no se
pueden derivar perjuicios políticos irreparables.
Se puede hacer que Marruecos no vea en su mantenimiento un
intento de perpetuar lo nacional sino una vía de transmisión
e introducción de la realidad económico-financiera del
Magreb en Europa.
Ceuta y Melilla tienen el privilegio de vivir entre dos
mundos y tienen que ser su portavoz.
Esa es su responsabilidad… “
* Abogado y economista
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