LUNES. 22
A las doce de la mañana me encuentro caminando por la
Carretera Nueva. Hace un día literalmente glorioso, una
maravilla: el cielo está límpido y corre un airecillo que
despierta los sentidos. Miro hacia la playa y descubro a una
mujer joven, alta, rubia, delgada y de formas airosas, que
va decidida a bañarse en las aguas de la playa de El
Chorrillo. La temperatura de noviembre, en esta ciudad,
sigue siendo un regalo en todos los sentidos. Llego al Hotel
Tryp, pensando aún en el cuerpo de la fémina en biquini,
cuando la presencia de Francisco Sánchez Paris me
devuelve a la realidad. Una realidad desagradable, mírese
desde cualquier sitio que se mire. En la que sólo imperan
egoísmos de tres al cuarto e individuos dispuestos a todo si
acaso en el empeño consiguen dividendos. A pesar de todo, y
en vista de que a mí me importa un carajo lo que hagan los
demás, siempre y cuando no me toquen a mí los cataplines, me
muestro zalamero y hasta prometo que en mi columna del día
siguiente diré algo de un sindicalista que tiene la cara más
dura que el cemento.
MARTES. 23
Charlo con un militante de la UDCE. El cual, además, tiene
muy buenas relaciones con Mohamed Alí. Y me dice que
sigue sin entender los motivos que ha tenido Alí para buscar
cobijo en el PSPC. Un pacto que él considera una locura. Un
despropósito en toda regla. El militante de la UDCE me pone
al tanto de algo que yo ya sabía: a Mohamed Alí le puede la
soberbia y cree que su juntera con Aróstegui es la
mejor forma de ir contra PP y PSOE. Y vive convencido de que
su relación con el perdedor por antonomasia es la mejor
manera de vengarse de Juan Vivas y Fernández
Chacón. El militante de la UDCE, que goza de muy buena
preparación y no tiene ni un pelo de tonto, está convencido
de que si el líder de la UDCE fuese capaz de serenar sus
interiores y evitara ser un susceptible de tres al cuarto,
seguramente le iría mucho mejor a su clientelismo. De lo
contrario, es decir, si Mohamed Alí sigue empeñado en
dejarse dominar por Aróstegui, acabará viviendo una
pesadilla. Y, desde luego, terminará siendo aborrecido hasta
por los suyos.
MIÉRCOLES. 24
Encuentro a María Antonia Palomo en la avenida del
alcalde Antonio López Sánchez-Prados. Y, tras
saludarnos, me dice si no tengo inconveniente en acompañarla
hasta el Parador Hotel La Muralla. Y le digo que es un
placer ir con ella. Le pregunto por sus dolencias, y me dice
que la han operado en Sevilla de no sé qué cosa. Pero, en
vista de que yo la veo estupenda, no insisto en recordarle
nada más al respecto. Luego, así como quien no quiere la
cosa, le meto los dedos para ver si consigo que me diga si
es verdad que ella anda persiguiendo algún cargo en su
partido, aprovechándose de la amistad que la une con
Gaspar Zarrías. Y María Antonia tuerce el gesto como
sólo ella sabe hacerlo. Sin que el gesto sea motivo de
desagrado para mí. Durante el paseo, realmente corto, hay,
sin embargo, tiempo suficiente para que la ex secretaria
general de los socialistas -de Ceuta- articule unas palabras
favorables a mi trabajo en ‘El Pueblo de Ceuta’. Palabras
que yo le agradezco, tres metros antes de encontrarnos con
Juan Díaz Triano: socialista fetén y que estaba
esperando a la señora Palomo en la escalinata del Parador
Hotel La Muralla.
JUEVES. 25
Había decidido quedarme en mi casa. Pues tengo pensado hacer
un dietario con todos los años que he vivido como
profesional del fútbol y necesito tiempo para escribir.
Pero, en un momento determinado, creo conveniente que debo
darme una vuelta por el centro de la ciudad. Y acierto. Pues
en el ‘Mentidero’ me encuentro con José Luis Morales,
Juan Hernández y Jaime Wahnnon. Y nos ponemos
a hablar sin concedernos la menor tregua. Lo cual se traduce
en una alegría en todos los sentidos. Porque la charla,
distendida e interesante, nos permite reírnos a mandíbula
batiente. Y a fe que nos lo pasamos la mar de bien. Con
Morales, Hernández y Wahnnon he quedado para comer cualquier
día. Con el fin de seguir pegando la hebra. Ya que nos ha
sabido a poco la cháchara que hemos mantenido. Cuando me
despido de ellos, no sabía que en el Hotel Tryp iba a
encontrarme con personas de las que no tengo más remedio que
escribir. Y así lo haré.
VIERNES. 26
Ayer llegué al Hotel Tryp y me encontré con Manuel V.
Mosteiro Iglesias. Pintor de vocación y profesor del
IESS ABYLA. A quien conozco hace la friolera de veintitantos
años. Hablamos de todo un poco. Aunque le dedicamos más
tiempo a los años 80 de una Ceuta que nos pateábamos de
noche. Y recordamos cómo quedamos atrapados en el ambiente
de una ciudad a la que ambos queremos a nuestra manera.
Mosteiro Iglesias es persona tan preparada cual conversador
extraordinario. Y me hace pasar un rato estupendo. Cuando le
pregunto a qué se debe su presencia en el establecimiento,
me dice que es debido a que se va a homenajear a un amigo
extraordinario y que se llama Pepe Marín. Marín es
catedrático de latín. Y, por lo que me cuentan, una persona
a la que todos quieren y admiran. Por tal motivo, llegada la
hora de su jubilación, muchos compañeros han acudido a
festejar con él su momento gozoso y alegre. A Pepe Marín,
que viene a saludarme acompañado de Fernando Jover,
le conozco yo desde hace muchos años. Y, además, nos
saludamos todas las mañanas cuando él va hacia el Instituto
y yo camino para mantenerme en forma. A PM le deseo yo toda
la suerte habida y por haber. A partir de ahora.
SÁBADO. 27
La tarde es desapacible; hace frío y cae una ligera
llovizna. Pero somos muchos los que asistimos al momento en
el cual queda inaugurada una plaza en memoria de María
del Carmen Cerdeira Morterero. Además de sus familiares
y amigos, han querido rendirle este último homenaje,
compañeros que vivieron con ella la política en primera
línea. Amparo Rubiales, Pedro Zerolo, Manolo Chaves,
entre otros. Carmen fue una mujer valiente, sensata, llena
de vida y dispuesta siempre a ser amiga de sus amigos. Había
aprendido a sufrir. De tal modo que se tragaba sus penas. Ya
que siempre estuvo convencida de que, además de ser una
ordinariez, no había por qué amargar la vida de nadie con
problemas ajenos. Hubo un tiempo en el cual mantuvimos las
mejores relaciones siendo ella delegada del Gobierno. Porque
supe apreciar cómo María del Carmen hacía todo lo posible
para que fuera yo el encargado de entrevistar a todos los
políticos socialistas, pertenecientes al Gobierno, que
visitaban la ciudad.
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