Son protagonistas de su propia historia, de sus ideales, de
sus sueños. Llevan una mochila a sus espaldas que quizás les
pudiera pesar demasiado pero han sabido sacar de ella lo que
les incomodaba, dejando el hueco suficiente para repletar
sus vidas de ilusiones y nuevos proyectos. Proyectos que se
veían reflejados en sus sonrisas, en sus miradas un poco
desconfiadas pero que daban paso a la transparencia, la
fortaleza, el ímpetu y la constancia. Y por ello, por estas
credenciales que les definen como personas, han logrado
convertirse en la primera promoción de inmigrantes de Ceuta
que aspiran al DELE, ese Diploma de Español como Lengua
Extranjera que ellos mismos ven como llave hacia un futuro
prometedor y unas expectativas que seguro alcanzarán con la
misma fuerza con la que atravesaron los mares jugando con el
destino. Un destino que les pudo resultar caprichoso pero
que ahora les devuelve su recompensa. “Pensamos que cuando
se marchasen a la península teníamos que darles algo más que
las clases de español. Un documento oficial que les
acreditase y les reconociese el dominio del idioma”,
relataba Halil Mustafa Mohamed, coordinador de Cruz Roja en
el CETI.
El fruto de las negociaciones
Muchas fueron las negociaciones que se efectuaron entre la
dirección de las instalaciones del Jaral, el propio
Ministerio de Educación y el Instituto Cervantes de Tetuán
para que Danielle, Jean Paul y Lebou, junto a dos compañeros
más, se examinaran el jueves de los cuatro ejercicios que
marca el DELE, que ponen a prueba la comprensión lectora y
auditiva del alumno y sus expresiones escritas para que en
la vida cotidiana el extranjero pueda desenvolverse con
soltura en el entorno que le rodea. Estas circunstancias
hacían que el máximo representante de la entidad humanitaria
en el CETI nos confesara con entusiasmo el que, además, “sea
la primera vez que se haga en Ceuta ya que aquí no hay
centro examinador del DELE y vienen a hacer la prueba desde
Tetuán precisamente aquí. Con esta opción tuvimos que hacer
una criba y escogimos a los que mayor nivel tenían para
asegurarnos que tuvieran éxito”.
“Pintora, futbolista y optimista”
A escasas horas de ocupar el pupitre, rellenar sus datos
personales y presentar la documentación para la prueba, los
tres jóvenes aseguraban no estar nerviosos, presionados,
inquietos. Eran conscientes de esa compensación que les iba
a suponer haber observado el transcurrir de los días y con
los libros en la mano y la concentración a flor de piel,
como mejor arma para demostrar que una lengua puede
atravesar fronteras. “Me gusta este idioma y, sobretodo,
poder hablar con la gente. He avanzado bastante y ahora
puedo hablar tres idiomas, era mi meta. Este diploma marca
mi futuro; poder seguir estudiando, trabajar y formarme
aunque ya soy pintora y futbolista. Mis dos pasiones entre
las que no podría elegir”, nos relataba Danielle Nicole
Mbouyme, una joven camerunesa de apenas 20 años.
Entre pregunta y pregunta, fueron floreciendo varias risas
entre los tres inmigrantes que, cada vez más, guiñaban al
sobresaliente, al “seguro que aprobamos porque hemos
estudiado mucho y tenemos muy buenos maestros”, mirándose
con complicidad con los dos profesionales de Cruz Roja que
en estos meses les han insistido en las conjugaciones
verbales, “lo que más nos ha constado porque son muchos y
difíciles aunque los llevamos muy bien”, bromeaban aunque
dando pistas de una seguridad muy pronunciada.
“Ingeniero, amante del ordenador”
Quizás fuese el más tímido, recatado, distante, pero poco a
poco conseguíamos despertar en su mirada, cubierta todavía
por un tímido dolor tras once meses en la ciudad y otros
tantos años de su vida luchando por llegar a “algún sitio”,
aires renovados, humor fugaz pero discreto. Y en pocos
instantes Lebou Cabuya se mostraba tal como es. Un joven de
25 años “amante de la informática” y enamorado de la música,
las canciones y las composiciones que algún día relatarán su
propia biografía para que otros que, igual que él, han sido
capaces de dar la espalda a la desolación y buscar el
horizonte con todo su esplendor. Pero, ¿qué significado le
ha dado a un simple examen?, le preguntábamos. “En mi país
pude estudiar Ingeniería y me encantaría marchar a la
península para retomarla porque no la pude acabar. Pero,
para eso, tengo que saber español. Si no conozco el idioma,
no puedo hacerlo, por lo que este título es una gran
oportunidad para mí. Tenemos que agradecer lo que Miguel ha
hecho por nosotros; muchas clases, muchas pruebas, mucho
estudio y él siempre con nosotros, de lunes a viernes”,
relataba el congoleño.
“Divertido, enamorado del español”
Con la misma sonrisa que en estas imágenes, radiante y llena
de vitalidad, nos recibía Jean Paul, procedente de Camerún y
con escasas 18 primaveras para tanto derroche de encanto.
Sincero, simpático y con mucha soltura sostuvo durante toda
nuestra entrevista la grabadora, como cual micrófono en un
escenario con amplio auditorio. “Este reconocimiento es
necesario para sobrevivir en España porque sin el idioma no
puedo conocer ni conseguir nada. No es sólo necesidad ya que
me gusta mucho también. Si no me gustase el idioma, no lo
estudiaría porque ya lo toqué en mi país durante un año y
medio. Mi sueño es vivir en Sevilla y tener una buena vida
allí, continuando una formación fija porque tengo cinco
oficios no reconocidos”, relataba el inmigrante cuyo brillo
en la mirada era más que suficiente a las meras palabras.
Diferencias para un mismo fin
Tras las debidas presentaciones parecía que la comodidad se
hacía su hueco entre los residentes del CETI y el continuo
fijamiento del objetivo sobre sus rostros. Ahora, ya con el
diálogo abierto, palabras fluidas despertaron el debate
porque no todo eran ilusiones. También un esfuerzo
premeditado por el que estos jóvenes serán premiados. “La
diferencia que veo entre el francés y el español son los
verbos, aquí son muchos”, expresaba Jean Paul, apoyado por
Lebou, que especificaba que el embrollo formaba parte de
“los verbos irregulares”, reía el congoleño. Y formando
parte de esta nueva generación donde los idiomas y la
formación se dan la mano en todas las fronteras, rebatía
Danielle. “El inglés es mucho más fácil, no tiene tantas
terminaciones. Pero aún así, pensamos que vamos a aprobar
porque hemos estudiado mucho. El profesor nos ha puesto los
medios necesarios para que superemos la prueba”, agradecía
la única mujer que se presentaba al examen del nivel A1.
El día a día, a evaluación
Durante nuestro encuentro con los estudiantes escuchamos en
diversas ocasiones el nombre de “Miguel”, el profesor, el
maestro, y el creador de esta iniciativa que seguro marcará
un futuro para la lengua española tras ser esta la primera
experiencia piloto que ve nacer Ceuta.
Miguel Ángel Pérez Triano, profesor de español en el CETI,
era el que nos contaba porqué, cómo, el día a día, el
desarrollo de estos cuatro meses de preparación con cinco
estudiantes que han visto en un diploma, una oportunidad
para seguir. Envidiable entusiasmo digno de aplicar en
grandes dosis a la sociedad. “Hicimos un grupo más amplio
pero, por funcionamiento del propio centro, se fueron
haciendo salidas. Los niveles que hemos aplicado son los
mismos que en el Marco Europeo de Enseñanza de las Lenguas,
un poquito más amplio y orientado al examen. Y lo cierto es
que traían ya una base”, se aireaba de méritos este profesor
que seguro permanecerá en la memoria y los buenos recuerdos
de los cinco primeros alumnos con opciones al DELE en Ceuta.
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