La visita del que es vicepresidente tercero del Gobierno de
España a su ciudad natal viene revestida de la más
envolvente apariencia de institucionalidad y compromiso,
pero la realidad indica -por la tozudez de los hechos que lo
marcan- que su llegada se debe al aprovechamiento de unas
circunstancias menos nobles y más propias del ensalzamiento
del ego.
La lectura del informe de la Fundación Everis, presentado
ante Su Majestad El Rey el pasado día 15 y firmado por
eminentes empresarios de los distintos sectores económicos
del país pone de manifiesto que “los políticos no dan la
talla”.
Tal y como han sucedido las cosas en torno a la visita del
vicepresidente, se entiende que los supuestos asuntos de
vital importancia para el futuro del tejido empresarial de
esta tierra, como el de la modificación de la bonificación
en las cuotas a la Seguridad Social, el REF, la reforma
estatutaria, la singularidad de Ceuta en el marco de la UE,
la financiación autonómica... y ese largo etcétera de
cuestiones tan decisivas para la estabilidad económica y
social de la ciudad, forman parte del ‘ya que voy por allí
toco un poco los asuntos y me hago la foto que siempre queda
bien’. Porque sí, efectivamente, el vicepresidente llega a
Ceuta para lo que viene, y de paso -por aquello de no
faltar- se ve con el presidente de la Ciudad para darle la
palmadita en la espalda y ya que está, salir al lado del
mejor alcalde de España.
Hoy tenemos que poner de manifiesto que el vicepresidente ha
perdido una excelente oportunidad de trasladar su mensaje de
acción de Gobierno a todos los ceutíes, decantándose
arbitriariamente por la elección de un medio acostumbrado a
festejar cada cinco años aniversarios a costa de suculentos
favores económicos del erario público ceutí, con los que
ganar adeptos, incluso, de la relevancia de personajes como
el de marras, a los que se hipnotiza merced al lujo y a la
ostentación, incluso obscena, con recursos cedidos.
Eso es lo que hoy nos encontramos, a un vicepresidente
atrapado en las mallas hipnóticas de los que tratan de
enjugar su mal presente con el permanente recurso de un
pasado hoy deshonrado. Y en ese escenario donde se dibujan
las notas de la mayor sinfonía de la confusión jamás
conocida, caen uno tras otro quienes tienen el deber de
velar por los intereses generales de la ciudadanía. Este es
el caso.
El que el Gobierno de Ceuta se haya exprimido para estar a
la altura de lo que los ciudadanos necesitan no ha importado
para que los intereses generales hayan sido hoy el segundo
plato. Así se ha concebido, o mejor dicho, así se ha
malconcebido, probablemente por un muy mal asesoramiento que
no restaña culpa en la responsabilidad de quien, por lo que
representa, no debe hacer distingos en los mensajes que ha
de trasladar a los ciudadanos, y mucho menos en esta ciudad.
Hoy los lectores de EL PUEBLO no tendrán la oportunidad de
conocer la opinión de Manuel Chaves, a quien se le pidió
expresarse por este medio. A alguien se le ocurrió la idea
de que se perpetrara tan arbitraria decisión, pero el ceutí
Chaves también participó -en su acción u omisión- en que
ello ocurriera. No vale ahora que, viendo el error, se
quiera enmendar con argumentos que suenan a consolación.
Tiempo hubo y la elección ha quedado bien clara. ¿La reunión
con el presidente de todos los ceutíes?: una apariencia de
lo que la realidad esconde.
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