El fútbol, en cualquier
circunstancia política, constituye la pasión dominante para
infinidad de españoles. Así que marchando una de fútbol
cuando se avecina el que siguen llamando muchos periodistas,
con extremada cursilería, el partido del siglo: o sea,
Barcelona-Madrid.
Pero no es de lo concerniente a este encuentro que veremos
el lunes en el estadio azulgrana de lo que yo les voy a
hablar. Les hablaré de otro partido que ya es historia y que
se jugó el domingo pasado en el estadio de los Juegos
Mediterráneos entre la Unión Deportiva Almería y el FC
Barcelona. En ese partido los locales encajaron ocho goles y
pudieron recibir varios más. El entrenador del equipo local
era Juan Manuel Lillo. Conocido también por una
carrera tan dilatada como repleta de fracasos, por el
sobrenombre de ‘Juan malillo’.
El domingo anterior al partido frente al Barça, el Almería
jugó en San Mamés frente a un Athletic que se quedó con
nueve jugadores. Y Juan Manuel Lillo, que hizo de malillo,
no consiguió ni el empate durante los muchos minutos que su
equipo estuvo jugando con once futbolistas contra nueve de
los locales. Jugar diez contra once es tarea difícil, pero
se puede sobrellevar. En cambio, hacerlo con nueve es tarea
casi imposible. Un entrenador que no consiga ganarle con
once a un equipo con nueve jugadores, durante veinte o
treinta minutos, debería retirarse una temporada al
Monasterio de Yuste a expiar sus culpas.
Juan Manuel Lillo, más conocido ya por ‘Juan malillo’,
cuando no ejerce de entrenador busca inmediatamente
colocarse como glosador en cualquier televisión o programa
de radio. Le hemos soportado largas temporadas en diferentes
medios y, sobre todo, en Canal Plus. Y resultaba bochornoso,
al menos para mí, oír cómo les enmendaba la plana a los
compañeros. Con malas críticas que, sin duda, situaban a los
técnicos al borde del precipicio del despido fulminante.
Decía al respecto, días atrás, Joaquín Caparrós, algo
que yo he venido aireando desde hace muchos años: que los
entrenadores que decidan dejar la profesión hacen muy bien
en convertirse en comentaristas de un deporte que deben
conocer muy bien porque no en vano se han sentado en el
banquillo de los tormentos. Más nunca deberían dar ese paso
mientras sigan deseando estar en activo. Pues, amén de ser
contraproducente, es de mal gusto y asimismo caen en la
tentación de hacerse el artículo para que sus representantes
tengan la mejor publicidad para ofrecerlos.
En lo tocante a Juan Manuel Lillo, más conocido ya por el
apelativo de ‘Juan malillo’, no me extrañaría que, tras el
lamentable espectáculo ofrecido por el Almería en Bilbao y,
desde luego, frente al Barcelona, en vez de refugiarse en el
ya reseñado Monasterio de Yuste, a flagelarse sin piedad la
mente, lo tuviésemos el lunes en televisión diciéndonos
cuáles son las claves para derrotar al equipo de
Guardiola. Un Guardiola que parece tener una vena de
humorismo borde, de lo contrario no se entiende que haya
dicho que ‘Juan malillo’ es maestro entre maestros del
fútbol. Como JML hay otros entrenadores que, estando en
activos y pegando más petardos que éxitos cosechan, no
desdeñan la oportunidad de ganar dinero a la par que se
hacen la publicidad en los medios. Víctor Fernández y
Víctor Muñoz son ejemplos destacados.
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