En las últimas semanas hemos
conocido la represión brutal sufrida por un pueblo, que
reivindica históricamente sus derechos legítimos en clara
contraposición a los de un país que controla en la
actualidad un territorio al que autodenomina como sus
Provincias Meridionales, Marruecos. El Sáhara Occidental
(antiguo Sáhara Español) es un territorio situado a orillas
del océano Atlántico, bajo supervisión directa del Comité de
Descolonización de Naciones Unidas, organización que no
reconoce la soberanía marroquí sobre dichos territorios.
Durante años los responsables del pueblo saharaui han
desarrollado una intensa labor diplomática al objeto de
informar a la comunidad internacional en relación a una
problemática solo comparable a la del pueblo palestino.
Las últimas informaciones ofrecidas por algunas
organizaciones no gubernamentales señalan que el número de
detenidos saharauis, tras el desmantelamiento por la fuerza
del campamento de “Gdeim Izik”, se ha incrementado en los
últimos días como consecuencia de la expulsión
indiscriminada de los únicos testigos objetivos presentes en
la zona, los medios de comunicación así como, los diferentes
activistas pro derechos humanos que desarrollaban allí su
labor. Fuerzas de seguridad, efectivos militares y colonos
controlan absolutamente un territorio abandonado por la
comunidad internacional presionada por la diplomacia
marroquí.
En estas circunstancias, resulta altamente cuestionable la
aptitud demostrada por la formación liderada por Mohamed
Alí, tradicionalmente reivindicativa con los derechos de un
pueblo musulmán históricamente violentado, el pueblo
palestino pero, que en esta ocasión mantienen absoluto
silencio en relación a las problemáticas que padece otro
pueblo musulmán. Con esta columna no pretendo en ningún
momento marroquinizar a la primera formación política en la
oposición parlamentaria sino, llamar la atención de la
ciudadanía sobre las incoherencias de unos políticos cuyo
único objetivo es obtener el mayor número posible de apoyos
electorales incluso, entre los colectivos más extremistas de
la sociedad ceutí.
En definitiva, una vez más debo referirme a las
incoherencias de una formación política, que ha condenado en
repetidas ocasiones las actuaciones del Estado de Israel
pero, que en estos momentos guarda absoluto silencio en
relación a la brutalidad demostrada por las fuerzas de
seguridad del reino alauí en respuesta a las
reivindicaciones legítimas del pueblo saharaui. La
solidaridad demostrada en ocasiones anteriores ha dado paso
a la más absoluta indiferencia quizás, como consecuencia de
su cohabitación con una formación política fiel exponente
del laicismo más tradicional de la izquierda reaccionaria.
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