“La moto no era mía sino de mi hermano, que la adquirió en
Madrid pero nunca tuvo el contrato de compra-venta porque la
vio en un taller que parecía normal y el dueño estuvo mucho
tiempo diciéndole que se lo enviaría pero nunca lo hizo”.
Con este alegato se defendió un hombre que ocupó el
banquillo de los acusados del Juzgado de lo Penal por un
delito de receptación que le imputaba el Ministerio Fiscal y
por el que pedía un año de prisión. Sin embargo, el
denunciante declaró durante el juicio que nunca había
vendido su moto y que interpuso la denuncia “porque
desapareció de mi garage cuando yo a este señor no lo
conozco de nada”, por lo que el juicio quedó para sentencia.
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