Es sobradamente conocido que a finales del siglo XX, los
modelos educativos que se postularon en ámbitos
psicopedagógicos fueron la mediación y el comunitario, aún
vigentes, inmersos en el marco de una sociedad occidental y
capitalista caracterizada por ser tecnocrática,
discriminatoria, insolidaria, consumista y acelerada, y que
promovía tener más, ser más, usar y tirar, tener por tener,
y ganar, favoreciendo modelos individualizados,
competitivos, consumidores, acríticos, simplistas e
intolerantes, propios, por evidente de modelos
disciplinados.
Ahora en las escuelas se apuesta, aunque con irrelevantes
éxitos, por formar a individuos para ser personas, por y
para la comunidad, envidando por el logro, entre alumnos, de
ejercitarse en la responsabilidad, comprometidos al mismo
tiempo con la libertad, igualdad, equidad, respeto activo y
solidaridad, incorporando estos contenidos a la didáctica.
Ahora, más que nunca, en las escuelas, se insta a la
promoción del diálogo continuo como única forma legítima de
abordar la disparidad y los conflictos. Actualmente se reta
por la aceptación de la diversidad y diferencia,
reconociendo esos contenidos como valores societarios. En
este orden la diversidad en aulas es la mejor y mayor
expresión de normalidad y algo natural en centros,
circunstancia que favorece el enriquecimiento cognitivo y
afectivo entre alumnos que transitan por comunidades
escolares.
El Consejo de Europa, en el año 2005, recomendó que la
educación ciuda-dana se refleje en todos los espacios de la
organización escolar, y que sirva para resolver conflictos
de forma no violenta, que comprenda a interpretar los
argumentos de otras personas, a reconocer y aceptar las
diferencias, a asumir responsabilidades compartidas, y a
establecer relaciones constructi-vas, no violentas.
En este orden cualquier agente educativo debe promover en el
marco do-cente “programas de buenas prácticas”, donde se
fomente la tolerancia, participación, solidaridad, escucha
activa, asertividad, y otros valores que incluyan la “buena
educación”.
J. Escámez, P. Ortega y J.M. Touriñán, en un trabajo extenso
sobre “Educación para la ciudadanía, interculturalidad y
convivencia en las sociedades abiertas y pluralistas”,
concluyen que hoy es urgente la formación de ciudadanos
competentes para vivir en una sociedad plural, tras
comprobar que el mundo ya no es homogéneo y uniforme, de
modo que la visión de sociedades compactas ,estructuradas en
torno a un sistema de valores coherentes y patrones
compartidos se van derrumbando y rompiéndose en mil pedazos.
Añaden aquellos estudiosos que en nuestros días existen
cuatro ideas fuerzas dominantes en el contexto del trabajo,
de la escuela y del pensamiento, a saber:
1º.- La idea del tercer sector, que corresponde a la
sociedad civil, en el sentido de conjunto de organizaciones
sociales no sometidas a las instituciones del Estado ni del
mercado.
2º.- La idea del tercer entorno, constituido por barrios y
tejidos urba-nos.
3º.- La idea de globalización que integra la educación en
red, tercera comunicación (audiovisual-digital frente al
lenguaje oral, y escri-to); tercer espacio (pantalla
interactiva frente al encerado), que afectan al lenguaje,
comunicación y estilos de vida.
4º.- La idea de la cuarta vía que bajo la propuesta de la
sociedad del co-nocimiento y desarrollo sostenido propugna
la transformación con-tinua de la vida personal favoreciendo
el bienestar económico, co-hesión social y desarrollo de la
libertad.
Consecuentemente esas fuerzas van forjando un espacio
mundial sin fronteras que genera condiciones para que surjan
nuevos flujos migratorios atraídos por mercados laborables
más ricos y desarrollados, favoreciendo con ello a la
aparición de una nueva clase social marginal, los
cognitariados, o personas que carecen de recursos cognitivos
necesarios para lograr éxitos en la escuela y en las
sociedades civiles donde se cobijan.
|