Me encuentro con la persona que en
el mes de agosto me contó cosas muy sabrosas sobre algunos
miembros del Gobierno local y, de paso, me puso al tanto de
cómo lo estaba pasando Juan Vivas en aquellos
momentos donde las temperaturas invitaban más al sesteo que
al enfrentamiento con la oposición.
En esta ocasión, tras saludarnos, quedo enterado de que la
mayor preocupación del presidente de la Ciudad se centra en
no perder ni tan siquiera un diputado en las próximas
elecciones. Lo cual demuestra que Vivas está convencido,
aunque decirlo no sea lo más conveniente, de que volverá a
ser elegido alcalde por mayoría absoluta.
A mí me parece que las aspiraciones del presidente son
legítimas. No las de continuar arrasando en las urnas, que
es algo que se da por hecho, sino que además haga lo
imposible porque el grupo Caballas vaya tan a menos como
para perder un escaño. Algo que podría suceder por haber
errado Mohamed Alí al coligarse con un partido cuyo
dirigente está tan mal visto en la ciudad.
Cierto es que los yerros cometidos por el líder de la UDCE,
el nombre de Caballas como partido político me sigue sonando
fatal, han sido no pocos durante los años que éste lleva en
la política activa. Pero ninguno tan grave cual el de unirse
a alguien que en cuanto abre la boca causa malestar casi
general entre los ciudadanos.
Lo siento; pero no exagero si digo que el socio que se ha
buscado Alí carece de crédito a la par que su puesta en
escena tira para atrás. Hay algo en él, en el socio de Alí,
que, en cuanto abre la boca, causa irritación entre los
oyentes. Sí, ya sé que no todo el mundo nace con ese regalo
divino que se llama carisma. Y que a mí me agrada llamar
encanto.
El socio de Alí, en cuanto se pone delante de un micrófono,
da la impresión de que está poseído por el diablo. Su voz
suena a castigo. Y uno tiende a pensar que su permanente
malhumor es la penitencia que él nos impone por no votarle.
Por no votar a la persona más inteligente nacida en esta
tierra. Y ha habido momentos en los que he sentido el frío
culpable. Y he estado al borde de flagelarme. Máxime cuando
uno, además de no haber votado nunca al socio del líder de
la UDCE, lleva escrito tantos artículos sin concederle la
menor tregua. Porque escribo en un periódico vendido. Bueno,
vendido dice el socio de Alí que están todos los medios de
la ciudad.
Todos los medios que le permiten a él, al socio de Alí, a
pesar de sus acusaciones, aprovecharse de ellos a mansalva.
Vamos, sin tasa y en gran abundancia. Largando cuanto le
viene gana. Y haciéndose pasar por el hombre más honrado y
cabal de una tierra habitada por personas que le odian de
manera que le están impidiendo conducirla por caminos de
verdad y opulencia. Y en la que la palabra pobre, si él
estuviera al frente de la alcaldía, sería erradicada de un
plumazo.
Mientras tanto, o sea, mientras el socio de Alí sigue
empecinado en dar muestras palpables de ser un elegido, y no
cesa de proferir diatribas contra todo y contra todos, el
líder de la UDCE está expiando sus errores. Y cuando se
quiera dar cuenta, que será ya demasiado tarde, el elegido
le habrá estropeado la fiesta. La fiesta de las elecciones
que tan bien le habían ido hasta ahora a MA.
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