Aunque se dio a conocer al gran público con su novela
‘Sonríe Delgado’ por la que consiguió ser finalista del
Premio Nadal, Javier Puebla es escritor desde los cuatro
años. El madrileño no es un hombre al que le asusten los
retos. Uno de ellos fue el escribir un cuento durante cada
día de un año. Confiesa no costarle nada prescindir de las
personas que le rodean porque disfruta plenamente con su
propia compañía. Sin embargo, durante toda la entrevista, el
tema de su familia se hizo recurrente. Quizás porque, al
igual que en sus libros, Javier Puebla ha creado un antónimo
en su realidad... que no tiene por qué ser la de los demás.
Transgresor, complejo e inteligente. en definitiva: único en
su especie
Pregunta.- ¿Es su primera visita a Ceuta?
Respuesta.- Así es. Lo más cerca que había estado era
Tánger.
P.- ¿Qué impresión se ha llevado?
R.- Me ha encantado. Llegué en la noche del jueves. Hemos
realizado un pequeño recorrido turístico y uno de los
lugares ha sido el ‘Monte de la Tortuga’. Alguna vez pensé
en visitarla pero nunca me decidí. Ahora con el helicóptero
es más fácil, ha sido una experiencia muy buena.
P.- Creo que a la mayoría de los asistentes a su ponencia
les ha llamado mucho la atención su apoyo total a la
televisión que se realiza hoy en día...
R.-Lo que intento hacer cuando acudo a una conferencia es
hacer un show. Lo preparo lo menos posible, lo que más me
preocupa es mi estado de ánimo. El público de la conferencia
me ha gustado desde el principio así que he pretendido
darles un mensaje positivo. Aunque lo pienso de verdad. Hoy
decidí apoyar el lado oscuro. Con mi hijo Max veo muchísima
tele. En el fondo sigo siendo un niño y con mi hijo siempre
mantengo una especie de juego. Los artistas somos muy niños
porque jugamos con la imaginación, con las cosas que no
existen. Tenemos dificultad para ver la realidad y si me
surgen dudas, siempre recurro a mi chica o a mi madre,
personas que sí sepan verla.
P.- ¿Le cambió la vida el conseguir ser finalista del Premio
Nadal con ‘Sonríe Delgado??
R.-A nivel práctico sí. Ahora con perspectiva lo veo claro.
Aunque parecía que me iba a cambiar mucho más. Tras ese
instante, comencé a salir en la tele y de ahí todo el mundo
pasó a felicitarme sin haberme leído. La televisión es la
clave del éxito. Sin embargo, continué trabajando muchísimo.
El libro me costó catorce años. Cuando nació mi hijo Max, al
que está dedicado el libro, realicé la versión definitiva,
más breve que la anterior que tenía 700 páginas. Además, la
otra era más bestia, a mi personaje le hubiera gustado más
pero a mi madre no...Aunque a mis padres les sigue
aterrorizando este libro.
P.- Fue muy transgresor la creación de un antónimo en sus
novelas, ¿de dónde partió la idea?
R.-Fue mientras me miraba al espe jo. Pensé cómo sería crear
a alguien que fuera totalmente contrario a mí. En aquel
entonces era muy delgado y tenía mucho pelo. Así que creé un
personaje fuerte y calvo. Yo hablo muy rápido y él es
tranquilo. Somos muy dispares.
P.- ¿Concluirá la trilogía que empezó con ‘Tigre Manhattan’
y que continuó con ‘La inutilidad de un beso?
R.- Está ya escrita pero hasta que no me la publiquen como
yo quiero no habrá nada que hacer. El mundo editorial está
repugnante, está plagado de ‘politiqueo’. Actualmente es
complicado vender un libro ya que no se mantienen en las
librerías. Es muy diferente a como estaba hace unas décadas.
En los años 50 se publicaban ocho libros y estaba ‘chupado’
ser escritor. Yo continúo en la lucha.
P.-Usted dijo en una ocasión que la escritura era como
aquella ciudad donde uno siempre ha querido vivir...
R.-Me parece una muy buena definición. La literatura es todo
lo que yo quiero. Me lo paso muy bien escribiendo, por la
misma razón por la que paseo. Hace poco di un paseo con mi
hijo y cuando llevábamos un rato le pregunté si aguantaría
un poco y él me respondió que aguantaría todo lo que yo
quisiera. Posteriormente me explicó que él era mi amigo y
que además tenía la ventaja de que vivía en mi casa. Me
llevo fenomenal con él, es una delicia de tío. Ahora mismo
es mi mejor amigo.
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