Juan Luis Aróstegui está
envejeciendo mal. Que es lo peor que le puede ocurrir a un
tipo que siempre ha presumido de ser inteligente. Muy
inteligente, me dijo a mí que era cuando lo entrevisté hace
ya muchos años. Semejante intrepidez le supuso que no le
votaran nada más que cuatro amigos y su familia cuando se
celebraron las elecciones de esa época en la cual él
alardeaba de tener un coco privilegiado. Pobre diablo.
El pobre diablo, por más que presuma de muchas cosas, se ha
sentido herido porque Juan Vivas le ha tachado de
llevar veinte años medrando en la política. Es decir,
prosperando y mejorando de posición, especialmente en el
aspecto económico. Lo cual es una verdad como un templo de
grande.
Juan Luis Aróstegui, que ingresa dinero en su casa por
motivos varios, tiene la caradura de estar siempre
arremetiendo contra las irregularidades cometidas por los
demás. Cuando todos sabemos que familiares suyos disfrutan
de empleos y sueldos de aquí te espero. Y no conseguidos
precisamente por los conductos adecuados.
Juan Luis Aróstegui, en su última artículo, titulado ‘El
medrador’, no hace sino retratarse. Porque en sus
actuaciones poco o nada éticas tergiversa y manipula la
voluntad popular y merecen ser castigadas. Para evitar que
su mal ejemplo no cunda en otros avispados medradores.
Juan Luis Aróstegui es un individuo que disfruta de tantos
cargos, y se cree en posesión de tanto poder, por ser el
secretario general de CCOO, que se atreve a dar lecciones de
moral a cada paso. Cuando todos sabemos que el pobre hombre
se levanta cada mañana hecho un guiñapo. Tan decaído en
todos los aspectos, que si no existiera Juan Vivas él
tendría que inventárselo para poder seguir viviendo y
profiriendo diatribas contra el presidente de la Ciudad.
Porque esa forma de ser le sirve para estimularse. Ya que,
según es sabido, está total y absolutamente carente de
estímulos.
Juan Luis Aróstegui ha sido, sin duda alguna, durante los
años que ha disfrutado de poder en el Ayuntamiento, una
especie de Conde de Romanones. O sea, un individuo
dedicado a hacer del clientelismo el único motivo de su
actividad política.
Juan Luis Aróstegui, tan dado a sentirse orgulloso de ser la
cabeza visible del PSPC, cuando ya pertenece a Caballas, es
un pobre hombre que jamás será capaz de ganarse la voluntad
de un pueblo que no quiere saber nada de él. De un pueblo
que lo ignora en todos los sentidos. Pero que él, terco
donde los haya, se niega a aceptar. Y así le va.
A JLA le va de manera que en cualquier tertulia se hace mofa
de él. Porque la gente está harta de aguantar a un tipo que
no deja de ser un tonto con balcón a la calle. Un tonto que
se está aprovechando de que Juan Vivas sea como es. Y es que
si Vivas fuera de otra forma de ser, Aróstegui llevaría ya
mucho tiempo sin poder decir ni pío.
Aunque lo que dice y escribe, Juan Luis Aróstegui, créanme,
son sandeces que terminan provocando que la gente acuda a
las urnas aun con más ganas de votar a Vivas. Mientras él,
Aróstegui, sigue lampando por hacerse con un acta de
diputado, por más que en el empeño deba decirle a Mohamed
Alí, líder de la UDCE, a mandar Alí, que para eso
estamos... Y se queda tan pancho.
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