La reivindicación de una policía
de barrio es tan antigua que acaba pareciendo una letanía.
Que en Ceuta existe, en relación a su tamaño y población,
una fuerte presencia policial es algo innegable, pero algo
muy distinto es la sensación que los ciudadanos perciben de
esa presencia. La percepción del grado de seguridad depende
mucho de la “visibilidad” de los dispositivos policiales, de
que la gente vea a los agentes en sus calles, en sus
barrios. Cuántas veces, incluso ante cualquier acto
vandálico o la violación de una ordenanza municipal
-pequeñas cosas que afectan mucho a la calidad de vida de
las personas en tanto que son habitantes de un espacio
compartido-, se escucha el típico reproche vecinal: ¿Dónde
está la policía? Los miembros de los Cuerpos y Fuerzas de
Seguridad, garantes de la convivencia pacífica, en quienes
los ciudadanos de un estado democrático y de derecho
delegamos algo tan vital como es el uso controlado de la
violencia en la defensa del interés general y de los
derechos individuales, han de estar cerca de sus
conciudadanos, a los que se deben y a quienes sirven. Hace
ya demasiados años que los representantes de las
asociaciones de vecinos de la ciudad demandan lo que se ha
venido en denominar una policía de barrio o de proximidad.
Aunque los índices de delincuencia no son ni mucho menos
alarmantes en la mayoría de los barrios ceutíes la imagen de
los cuerpos y fuerzas de seguridad supone un bálsamo
necesario hartamente demandado. Aún así, la sensación de
inseguridad es siempre subjetiva, depende de numerosos
factores, que en una ciudad tan cuajada y variopinta como la
nuestra significan elementos propios de esa inseguridad. El
hecho objetivo es que en Ceuta la presencia policial es
importante.
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