Juan Vivas está en la
cresta de la ola. Locución adverbial muy socorrida para
quien desea expresar el momento de popularidad que vive el
alcalde más valorado de toda España, según nos dice la
última encuesta realizada por Merco Ciudad. Y que los medios
locales se han encargado de anunciar a bombo y platillo.
Como debe ser. Puesto que es distinción procedente de la
voluntad de los ciudadanos. No obstante, cresta de la ola es
expresión poco atinada en este caso.
“Cresta de la ola. Pocas expresiones tan exactas para
definir la altura y precariedad simultáneas de quien sube
como la espuma, impulsado por una fuerza ajena. Brilla un
instante, y después se desploma. Y digo por una fuerza
ajena, porque, aunque haya hecho méritos suficientes para
reclamar la atención, esa forma momentánea de exhibición es
siempre provocada desde el exterior y por un interés ajeno,
lo cual transforma en dependiente, sea con su consentimiento
o a su pesar”.
Es la mejor definición que hallo para rebatir a quienes
dicen que Vivas está viviendo su momento de más popularidad.
Quiero decir, en la cresta de la ola. Y la he encontrado en
‘El don de la palabra’: libro del que es autor Antonio
Gala.
Es verdad que la carrera política de Juan Vivas subió como
la espuma, tras dos años gobernando, gracias a un voto de
censura, porque los ciudadanos creyeron que, durante tan
corto espacio de tiempo, había hecho méritos más que
suficientes para mostrarle la mayor confianza en las urnas.
A las que los ciudadanos acudieron con prisas para que
pudiera obtener una mayoría absoluta.
Aquella primera muestra de enorme confianza en Vivas,
impulsada por la fuerza de innumerables votantes, se ha
venido manteniendo desde hace ya casi diez años. Por lo
tanto, nos permite decir que su éxito no ha sido flor de un
día. Que su buena estrella política no ha sido fugaz. Y que
hasta el momento su figura como gobernante no está amenazada
de desplome. Ni siquiera está necesitada de apuntalamiento
alguno. En suma: Vivas no está expuesto todavía al capricho
de los votantes, cual la cresta de la ola sí lo está del
capricho inexplicable de la mar. Ya que sigue gozando de un
crédito inconmensurable entre los ceutíes.
Ahora bien, tanto en el disfrute de la cresta de la ola,
como en el éxito continuado y sin precedente en esta ciudad,
hay soledad y vértigo. Soledad y vértigo forman una sociedad
capaz de ir horadando la fortaleza del gobernante. Hasta el
punto de que en un momento determinado, como ya escribí días
atrás, todos los pesares se van acumulando en la cara. Y
ésta, ajada de arriba abajo y de derecha a izquierda,
evidencia que no todo el monte es orégano en la vida de los
triunfadores. Ni siquiera en un triunfador revestido de
poder y autoridad, cual es Juan Vivas.
Poder obtenido en las urnas, gracias a que consigue mayorías
absolutas; autoridad, la que le otorga saber que cuenta
además con el afecto de innumerables ciudadanos. Una
situación privilegiada que, sin duda alguna, causa sensación
fuera de Ceuta. El año pasado, por estas fechas, también una
encuesta de Merco Ciudad nos decía que el alcalde más
valorado de España era Juan Vivas Lara. Y él, al igual que
ahora, sacaba a sus subalternos a saludar a los medios. Ahí
discrepo: pues entre ellos los hay que debían ya haberse
dado el piro.
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