Aquí parece que no hay una sola
parcela que sea intocable, y lo que, en tiempos pasados, era
una treta para ir saliendo del paso, cortando ciertas redes
que no estaban en servicio, con lo que lograban estos
raterillos unas cuantas pesetas, aunque no muchas, porque
ellos lo robaban y otros se aprovechaban de ello, ahora se
ha convertido en una forma de que, el ratero no tenga reparo
en “cortar” por donde considere oportuno, logrando con ello
un buen dinero, al tener asegurada la venta, mientras que
ciertas “empresas” de postín se hacen con material valioso,
a precio de saldo.
Afortunadamente, pero siempre yendo “la policía” por detrás
de “los ladrones”, las Fuerzas de Seguridad se han tomado
esto muy en serio, estableciendo una verdadera ofensiva
contra esta práctica, que no es de ahora, pero que ahora
está en la cresta de la ola, al ser ya más que habitual, el
robar cobre, especialmente de las líneas de primera
necesidad que, en un santiamén, quedan desvalijadas.
Aparece, y no podía ser de otra forma, un dispositivo,
coordinado por la Secretaría de estado de Seguridad, que
contempla acuerdos para una colaboración con las empresas
afectadas.
Y pienso que en todo esto no se habrán olvidado de las
empresas que con estas prácticas, desde hace muchos años,
han salido beneficiadas y se han enriquecido, como no
esperaban.
Porque, está bien que al “ratero”, ahora ya más que eso, se
le “empure”, de verdad, pero a las empresas que han comprado
y, por tanto, permitido que ese material llegara a sus
manos, a bajo precio, es a los que habrá que cortar de raíz
todos esos “ingresos” extras y atípicos, que han tenido con
estas prácticas.
Y la cosa no es baladí, porque esta práctica que viene
creciendo, desmesuradamente, en los últimos tiempos, ha
logrado, ni más, ni menos, que pueblos enteros, polígonos
industriales y zonas importantes de algunas ciudades, se
hayan quedado sin luz eléctrica, cuando más lo necesitaban,
o sin teléfono, sin saber por qué sus dueños, con los
problemas que estas carencias han traído.
La “trama” ha llegado a tal grado que ha habido carreteras,
en las que kilómetros y kilómetros se han visto privadas de
poder estar iluminadas, porque todo el cobre de las farolas
había ido a poder de los “cacos” y había desaparecido, de su
verdadero sitio.
No se quedaba aquí, estas prácticas han llegado, incluso, a
cortar alguna vía férrea, con el problema y el peligro que
eso entrañaba.
Hace ya muchos me hablaban de cierta línea de teléfono o de
telégrafo, que estaba como repuesto, en cierta parte del sur
de la Península, que no se utilizaba nunca y que su razón de
ser era servir de emergencia en casos imprevistos. Pues
bien, ahí, la pillería, me basta con usar este término, hizo
que alguien que debía cuidar tal línea, al darse cuenta de
que pasaban meses y meses sin que esta se utilizara, en
complot con otros amigos de lo ajeno, fueran cortando
kilómetros y kilómetros, repartiéndose los beneficios del
cobre logrado.
Ni que decir tiene que, cuando se fue a usar y de esa línea
no quedaban más que los postes, el “cuidador-descuidador” en
cuestión lo pagó muy caro. Eran otros tiempos, en los que la
pillería también existía, pero el que era pillado con las
manos en la masa lo pagaba bien. Lo de ahora es distinto, lo
de ahora es una práctica que, cada vez se va haciendo más
frecuente para así encontrar otro modo de vivir unos,
simplemente vivir, para que otros, los compradores, se vayan
haciendo un poco más ricos.
Las chatarrerías, esas que han comerciado tanto con estos
productos, han encontrado la horma de su zapato.
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