LUNES. 8
He repetido hasta la saciedad lo bien que me cae Mabel
Deu: consejera de Educación, Cultura y Mujer. Y el
proclamarlo me ha costado que no pocos necios hayan usado mi
franqueza para hacer comentarios desafortunados contra mí.
Hoy, después de varios meses sin hablar con Mabel, he tenido
la oportunidad de intercambiar unas palabras con ella en la
avenida del alcalde Sánchez Prados. Y lo primero que me ha
dicho Mabel es que lleva varios días afectada por el griposo
catarro. Y hasta me ha pedido que no me acercara mucho a
ella con el fin de que no se me pegara la fiebre
esterilizadora e infectocontagiosa. Y a mí solo se me ha
ocurrido responderle que el posible contagio no me
preocupaba lo más mínimo. Mabel Deu, consejera de Educación,
Cultura y Mujer, sigue gozando de mis simpatías. Lo cual no
obsta para que en cualquier momento yo me vea obligado a
tenerle que cantar las cuarenta por una actuación suya que
yo no considere de recibo. En rigor: debo decir y digo que
saludar a Mabel Deu es siempre motivo de satisfacción para
mí.
MARTES. 9
En plena sobremesa con unos conocidos se acerca a nuestra
mesa una persona que saluda a los dos comensales que me
acompañan. Y, tras sentarse, me lo presentan. Se llama
Antonio Chaves Macías y me dice que es Asesor de
Seguridad de Prosegur Activa. De Antonio Chaves, que dice
ser pariente de Manolo Chaves, ex presidente de la
Junta de Andalucía, la primera conclusión que saco es buena.
En principio, porque se muestra hablador y, por tanto, no se
corta lo más mínimo en dar su opinión sobre lo que se
encarte. Cuando se le pregunta si me conoce dice que sí y
hasta responde que a veces pierde parte de su tiempo, tan
preciado, en leerme. Le agradezco, como no podía ser menos,
su sinceridad. Y a partir de ese momento no tiene la menor
duda en rebatirme cualquier opinión que yo emita. De esa
manera, y sin que él se percate lo más mínimo, al menos así
lo creo yo, se va ganando mis simpatías. En ocasiones,
conviene que las sobremesas, siempre frecuentadas por los
mismos, se vean amenizadas por personas distintas. Savia
nueva. Que uno termina agradeciendo muchísimo.
MIÉRCOLES. 10
Alejandro Sevilla y Cayetano Cuesta López son
amigos. Y ambos pasean con calma por el centro de la ciudad
casi todos los días. Me tropiezo con ellos en la misma
puerta del Casino Militar y nos damos el correspondiente
apretón de manos. Y Alejandro, que sabe más que los ratones
colorados, lo primero que hace es tirarme de la lengua
acerca de lo desagradable que resulta cualquier persona que
dé la mano con fragilidad y blandura. Y es entonces cuando
salen a relucir ejemplos de sujetos conocidos por estrechar
las manos de modo y manera conocida como El apretón del
dedo. “Que es cuando la otra persona no da la mano, sino que
se limita a sostener los dedos de la otra persona
fláccidamente entre los suyos incluyendo el pulgar”. Esto
delata que esta persona, diga lo que diga, tiene muy poca
confianza en sí misma y además puede no ser de fiar. Y son
así, normalmente. Cayetano Cuesta, con quien este verano he
conversado mucho en la piscina del Parador Hotel La Muralla,
me preguntó si había leído su libro, ‘Vivencias de mis
pueblos’, prologado, precisamente, por Alejandro Sevilla. Y
le dije que sí.
JUEVES. 11
Hemos hablado muchas veces. Porque nos conocemos desde hace
la tira de años. Hemos compartido charla de bares, alguna
que otra sobremesa, y hasta debo decir que nos hemos reído
de lo lindo formando parte de tertulias surgidas porque sí.
Puedo asegurar que a mí me cae muy bien Emilio García
Mateo. Y, por tal motivo, ya era hora de que lo aireara
por escrito. Emilio García, cabeza visible de Áridos
y Transportes del Estrecho S.A., es, además, muy apreciado
por quienes lo frecuentan. Al menos, así lo podido comprobar
yo en bastantes ocasiones. Hoy, tras brindar con una copa
“Hasta verte, Jesús mío”, hemos seguido charlando sobre el
cambio de carácter que se ha operado en un empleado suyo, de
un tiempo a esta parte y sin venir a cuento, según me
explica Emilio. El empleado, cuya conducta sobresaliente ha
sido siempre destacada por los empresarios, es decir, por
Emilio y sus hermanos, parece ser que no pasa por buenos
momentos. Y dado que el empleado es muy estimado por mí,
espero que se recupere cuanto antes.
VIERNES. 12
El hombre me mira insistentemente. Está sentado frente a una
mesa de un comedor en la cual yo comparto charla con tres
comensales. En principio, no entiendo las razones que tiene
para fijar la mirada en mí con tanta impertinencia. El
hombre que mira, va vestido de la manera que visten los
periodistas que suelen asearse poco. Creo conocerle. Me
parece que le he visto fotografiado en alguna parte. Pero no
recuerdo dónde. Tampoco me merece la pena exigirle a mi
memoria el menor esfuerzo para averiguar quién es el tipo
que está pendiente de lo que sucede en nuestra mesa. No
obstante, en un momento determinado, le veo adoptar una
postura que acaba en un visaje que hace posible que yo sepa
quién es la criatura que no deja de mirarnos y, sobre todo,
de mirarme. La pose que adopta es muy femenina. Y debo
reconocer que le sienta muy bien a su condición física. Lo
cual no quiere decir que el tipo sea lo que aparenta ser.
Quizá el que su dedo índice se apoye en su mejilla derecha y
el reverso de su mano izquierda se asiente en el costado del
mismo lado, solo signifique que el periodista es una persona
muy sensible. Tan sensible como para entrar a degüello en la
vida de unas personas que en su día quizá decidieron
mantener relaciones sexuales a cambio de favores laborales.
Y quién sabe si hasta hubo dinero de por medio. En fin, que
conociendo esta ciudad, día llegará en el que el periodista,
que gusta de apoyar su dedo índice de la mano diestra en la
mejilla derecha y el reverso de la izquierda en el costado
del mismo lado, se dé cuenta de que lo que está haciendo
tiene fecha de caducidad. Y entonces, créanme, habrá que
salvarlo como los americanos salvaron al soldado Ryan.
SÁBADO. 13
Son las ocho y media de la mañana, más o menos, cuando
camino yo con mi perro, un labrador que me regalaron hace
cinco años con el fin de que vaya dejándome de relacionar
con ciertos sujetos, cuando pasa por mi vera Yolanda Bel,
corriendo que se las pela. El ritmo que lleva la consejera
de Medio Ambiente y Portavoz del Gobierno, cuando se cruza
conmigo y con mi perro ‘Oasis’, es endiablado. Ritmo difícil
de mantener cuando se hace carrera continua, si antes no se
ha trabajado a conciencia la resistencia aeróbica. No me
extraña, pues, que Yolanda Bel luzca esa figura atlética,
que sigue encandilando a los suyos y a los otros. Eso sí,
aunque la consejera pasa junto a nosotros como una
exhalación, no deja de darme los buenos días. Y debo decir
que sonaron nítidos, sin acusar la voz de la consejera la
menor fatiga. Con semejante capacidad física, y sus deseos
de aprender cada día más en todos los sentidos, Yolanda Bel
está destinada a conseguir grandes logros en todo lo que se
proponga.
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