A través de muchos años, desde su
creación hasta los momentos actuales –ahora, algo menos- la
identificación del “Convoy” –hoy, “S. Ramón y Cajal” – con
su vecina Barriada “Bermudo Soriano”, ha sido de entrega
total; es bien cierto que al mismo concurrían alumnos de
otras barriadas próximas y otras del campo exterior;
incluso, alumnos de los Albergues vivienda provisionales, en
la desaparecida Plaza de Toros. Pero el mayor contingente de
alumnos y alumnas procedían del Bermudo Soriano. También,
del denominado Bermudo Soriano II.
Cuando me propuse publicar mi tercer libro, “Un antes y un
después”, tuve que recurrir a aquellos alumnos y alumnas en
la desaparecida EGB, de aquellos centros donde yo, en
Barbate y Ceuta, había prestado mis servicios. Una ardua
labor que me permitió llevar a sus páginas a alumnos y
alumnas que, previa “negociación” convencí a sus
colaboradores, totalizándose 275.
Uno de los procedimientos para acercarlos al libro era el
“contacto directo”. Y a ello me dediqué –personalmente o
telefónicamente- hasta “arrancarles” lo que ellos deseaban
que figurara en el libro.
Un caso muy singular fue el siguiente: en una consulta
médica me encontré con una antigua conocida, que enseguida
me reconoció, después de transcurridos muchos años. Era la
madre de tres emblemáticos alumnos del “Convoy”. Dª
Salvadora, madre de los “Ayala”, después de un saludo muy
respetuoso, me recordó las muchas veces que tuvo que
acercarse al Colegio para ponerse en contacto con los
maestros de sus hijos, acudiendo a sus llamadas.
A Dª Salvadora le expuse la necesidad de contactar con sus
hijos para que fuesen protagonistas del libro que yo tenía
proyectado. Y me indicó que en la Barriada de Zurrón se
encontraban los dos hijos varones, José, el mayor y Jesús,
el menor, ambos al frente de “una tienda de al por menor”.
La chica, ya casada, residía en Alcalá de Henares.
Y ese mismo día, sin esperar más, me dirigí al lugar
indicado por la madre. Y, en efecto, allí se encontraban
José y Jesús, muy metidos en sus funciones de tenderos.
Enseguida me reconocieron y les hablé de mi proyecto. De
inmediato se incorporaron al mismo. Y me facilitaron el
teléfono de Mariló, la hermana ausente, que también se
incorporó al mismo.
José recordaba su paso por el Colegio. Sus compañeros más
cercanos; sus maestros que dejaron una huella profunda en su
vida y enorme afición a la Literatura, en particular, la de
nuestro Siglo de Oro: Quevedo, Cervantes…
Mariló se acordaba del hecho luctuoso de la ceremonia del
entierro de Dª Manolita, la Directora. Ese día no hubo
clase; también de un aviso de bomba, que fue una falsa
alarma y de un simulacro de incendio, con toda su
parafernalia que ello conllevaba: timbre de alarma,
“tobogán”, botes de humos, ambulancia, evacuación al
“hospital”, el vasito de leche…
De Jesús, hubiésemos necesitado otro libro. Su paso por el
Parvulario no fue muy bueno, porque su maestra no era muy
simpática y con ella tuvo algún “encuentro” no agradable, ya
que le tiraba de las orejas, causándole, en uno de los
tirones, algo de sangre. ¡Su primera “marca escolar”!
Recuerda su 5º Curso, ya mixto. “Estábamos con niñas y
aquello era mejor! Pero, no levantaba la cabeza en los
estudios. ¡Yo, aprobaba porque se me quedaba mucho de
“oídas”!
Era el momento de poner en marcha sus conocimientos
musicales. Aprendió a tocar la guitarra y el teclado, y
junto a su amigo y compañero Fernando Galán, formaron un dúo
e intervinieron en un espectáculo musical, que, organizado
por el Colegio, sirvió para recaudar fondos para el viaje de
Fin de Curso de los compañeros de 8º Nivel.
Recuerda, Jesús, que el 7º curso fue un “curso genial”. Con
su tutor llegó a entenderse y colaboraba con él en la
preparación de los exámenes a multicopista. “Claro que,
cuando eran los nuestros yo no participaba, hasta que un día
descubrí que allí estaban los nuestros y cogí uno. ¡Todos
aprobamos, aunque quizás, si se diera cuenta el maestro, se
calló!
“Con el maestro de Ciencias me hice “muy amigo”. Ambos
pretendimos repoblar el huerto abandonado del colegio, de
caracoles, pero unas inoportunas obras, lo impidieron.
Luego, recibí el mensaje “2 Plan RC”, que yo mismo descifré:
“Segundo Plan de reproducción de caracoles”, “que tampoco
dio resultado”.
“Pero, el episodio de la ‘la rana verde’ fue muy divertido.
El maestro de Ciencias prometió un diez para aquel que
apareciera primero con una rana verde, que se encontraba en
peligro de extinción, lo cual significa que encontraríamos
serias dificultades para conseguirla. A mí se me ocurrió
utilizar una estrategia, que ya imaginaba que el maestro no
se la ‘tragaría’. Yo conseguí varias ranas ‘comunes’ y las
metí en un recipiente. Después le hice ver al maestro que
recobrarían el color verde en cuanto recibieran los rayos
del sol. No coló, como no podía ser de otra manera. Pero, lo
pasamos muy bien, aunque lo mejor estaba por llegar. En el
cambio de clase, dejé las ranas en libertad, ¡y la que se
armó en el aula fue indescriptible!”.
He querido recordar las vivencias de Jesús, en nuestro
período escolar, para llegar a la triste realidad de lo
sucedido. Y es que, Jesús ya no está con nosotros. Se nos ha
ido, casi de puntillas, en un breve período de tiempo. Una
corta y gravísima enfermedad se lo ha llevado. Y me cuesta
creer que nos ha abandonado.
Jesús estuvo muy relacionado con el mundo del Carnaval.
Había pertenecido a varias agrupaciones. Según cuentan los
entendidos, era el mejor guitarrista. Un genio, autodidacta.
Por eso, sus amigos y compañeros del Carnaval, le lloran.
Como todos los que le conocíamos.
Yo, que casi todas las semanas me entrevistaba con él, me
confesó, con respecto al último Carnaval, que ya no se
sentía con ganas de continuar. ¡Quizás fuese una
premonición!
Adiós al amigo, al compañero, que nos deja huérfano de su
amistad. Se ha ido prematuramente, con poco más de cuarenta
años. ¡Toda una vida por delante! ¿Se habrá llevado su
guitarra? Encontrará, en el más allá, ranas verdes, que aquí
no encontró?
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