A veces es un peligro tener la
conciencia tranquila. La preocupación aleja los sueños y
evita que le roben a uno la ropa. Son dos líneas escritas en
un papel ya amarillento y que al descubrirlas en un cajón
del mueble que tengo en la salita donde paso mis horas
leyendo y escribiendo, me recuerdan que, debido a mi dormir
como un bendito, me desperté una noche, de hace ya varias
semanas, sobresaltado, sudando si tenía que sudar, por el
miedo sentido al verme que estaba siendo perseguido por la
banda que dice poderlo todo en esta ciudad.
Los componentes de la banda soñada, aparecían ante mí con
nombres y apellidos y hasta les oía hablar en sus reuniones,
siempre a prima mañana, quiero decir, casi al levantar el
día, de cómo castigaban ellos a quienes se atrevían a
desafiar su poderío.
El poderío establecido por algunos que viven convencidos de
que lo pueden todo. Vamos, que se sienten más que sobrados
para dar y quitar razones; para injuriar a destajo, echando
abajo honras; o bien cundiendo amenazas con el fin de
amedrentar a cualquier prójimo que haya decidido tomar la
banda a cachondeo.
Y es que entre sueños pude deducir que la banda es
cachondeable. Si bien, hasta llegar a esa conclusión,
pasaron los minutos suficientes como para mentir si no
dijera que estuve acollonado.
Ahora bien, en cuanto les vi las caras a los miembros
principales del grupo organizado (?), me serené de tal forma
que me fue posible pasar del terror a reírme a carcajadas.
Pues no daba crédito a que los allí presentes pudieran
creerse que en verdad están revestidos del poder que se
adjudicaban mientras hablaban de hacer y deshacer en lo
tocante a cuantos asuntos les placiera en la ciudad.
Los miembros principales de la banda, soñada por mí, daban
muestras de estar envejeciendo muy mal. Con lo cual llegué a
una conclusión: éstos, en cuanto se descuiden lo más mínimo,
van a ser considerados como impresentables dondequiera que
acudan. Y, más pronto que tarde, servirán de mofa de cuantos
descubran, como yo he descubierto en sueños, que andan como
andan...
Metido estaba en tales divagaciones, ocasionadas todas por
un mal sueño, el que suele tener cualquiera que duerma bien
por tener la conciencia tranquila, cuando al despertarme
comprendí muchas cosas que hasta el momento no había querido
prestarle la menor atención.
Pero el sueño, sin duda alguna, me dio la oportunidad de
comprobar que era verdad lo que en el mes de agosto me contó
una persona, muy allegada al presidente de la ciudad, en el
comedor de verano del Parador Hotel La Muralla. Y cuyo
nombre, por motivos obvios, no voy a mencionar.
La persona a la que me refiero, con suficiente credibilidad
y conocimientos personales sobre Juan Vivas, me dijo
lo siguiente:
-Cada vez que se comenta que algún protegido de la banda ha
metido la mano en la caja, Juan lo pasa fatal. Tan mal, que
los disgustos le están pasando ya factura. Y no solo en
forma de achaques, que los médicos suelen determinar como
distonía neuro-vegetativa, sino que se le van presentando
otros síntomas. Por lo que el presidente da la impresión de
estar cumpliendo los años de tres en tres.
-Verdad perceptible, porque va dejando huellas en el rostro,
cada vez más ajado, de Juan Vivas.
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