Tras muchísimos años partiendo el
bacalao en la Junta de Andalucía, como hombre de la mayor
confianza de Manolo Chaves, ejerce, desde hace un
tiempo, de secretario de Estado de Cooperación Territorial.
Y hasta se habló, hace nada, que podía haber sido ministro
de Trabajo e Inmigración.
En Andalucía, siguen diciendo los suyos, los que le quieren
bien, que a Gaspar Zarrías le faltaron centímetros
para haber sido elegido como sustituto de Celestino
Corbacho. Que en su contra ha primado su baja estatura y
el enorme parecido físico que tiene con Francisco Franco
Bahamonde. Los andaluces, ni siquiera en tiempos de
tanta carestía, suelen perder el sentido del humor.
En esta ocasión, yo creo que se equivocan quienes piensan
que la estatura de GZ le ha privado de ser ministro de lo
que sea. Por una razón muy principal: porque los bajitos
están de moda en una España donde los futbolistas pequeños
han sido piezas vitales para ganar el Campeonato del Mundo
de Fútbol en Sudáfrica. Así que un respeto para ellos.
Ahora bien, en lo tocante al parecido de Zarrías Arévalo con
Francisco Franco, más bien con Ramón, hermano
de éste, según mi apreciación, puede ser que haya influido
algo en la decisión tomada por José Luis Rodríguez
Zapatero y, cómo no, por Alfredo Pérez Rubalcaba,
para dejarle sin cartera ministerial.
Cada vez que yo veo a GZ, Secretario de Estado de
Cooperación Territorial, y que ha estado a punto de ser
ministro, inmediatamente me acuerdo de Juan Vivas.
Eso sí, Vivas no se parece a ninguno de los Franco. Ni en
broma. Sin embargo, Vivas Lara y Zarrías Arévalo están casi
igualados en altura y se llevan dos años de edad. El primero
ha cumplido 57 y el segundo está en los 55.
Los dos, válgame la anécdota, han jugado al fútbol como
extremos zurdos. Única demarcación que se les asignaba
otrora a los bajitos. Y, por lo oído, ambos eran tan hábiles
como veloces. Aunque fueron tachados, en su día, de ser muy
precavidos a la hora de disputar los balones. Quiero decir,
que andaban justitos de valor para enfrentarse a la
brusquedad de los defensas de una época donde los zagueros
te hacían la primera entrada poniéndote el 44 en la boca.
No obstante, parafraseando a Albert Camus, dado que
el fútbol es una enseñanza de lo que es la vida, los dos
aprendieron lo indecible, como futbolistas aficionados, como
para llevar muchos años haciendo lo que les gusta y
convertidos en líderes de la cosa política. No me extraña,
pues, que los dos chiquitines, lo de chiquitines lo digo con
todos mis respetos, dado que yo no soy Clifford Luyk,
se entiendan tan bien y se admiren tanto. Lo cual se les
nota muchísimo. Así, Vivas y Zarrías dan pie con sus
comportamientos a hacer buena la teoría de que entre
socialistas y populares solo existen las diferencias
necesarias para desalojarse entre ellos del poder.
Aunque no disimulan lo mal que les cae Juan José Imbroda:
presidente de la Ciudad de Melilla. Les cae tan mal, que
Gaspar Zarrías, en esta su última visita a Ceuta, ha vuelto
a recordarnos que la diferencia entre el carácter de Vivas e
Imbroda es abismal. Si bien le ha faltado decir, cual
madrileño de origen andaluz que es, que Imbroda se comporta
como un sieso. Porque hubiera sido poner a Vivas en un
compromiso.
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