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OPINIÓN - SÁBADO, 13 DE NOVIEMBRE DE 2010

 

OPINIÓN / EL OASIS

Gaspar Zarrías estuvo en Ceuta
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Tras muchísimos años partiendo el bacalao en la Junta de Andalucía, como hombre de la mayor confianza de Manolo Chaves, ejerce, desde hace un tiempo, de secretario de Estado de Cooperación Territorial. Y hasta se habló, hace nada, que podía haber sido ministro de Trabajo e Inmigración.

En Andalucía, siguen diciendo los suyos, los que le quieren bien, que a Gaspar Zarrías le faltaron centímetros para haber sido elegido como sustituto de Celestino Corbacho. Que en su contra ha primado su baja estatura y el enorme parecido físico que tiene con Francisco Franco Bahamonde. Los andaluces, ni siquiera en tiempos de tanta carestía, suelen perder el sentido del humor.

En esta ocasión, yo creo que se equivocan quienes piensan que la estatura de GZ le ha privado de ser ministro de lo que sea. Por una razón muy principal: porque los bajitos están de moda en una España donde los futbolistas pequeños han sido piezas vitales para ganar el Campeonato del Mundo de Fútbol en Sudáfrica. Así que un respeto para ellos.

Ahora bien, en lo tocante al parecido de Zarrías Arévalo con Francisco Franco, más bien con Ramón, hermano de éste, según mi apreciación, puede ser que haya influido algo en la decisión tomada por José Luis Rodríguez Zapatero y, cómo no, por Alfredo Pérez Rubalcaba, para dejarle sin cartera ministerial.

Cada vez que yo veo a GZ, Secretario de Estado de Cooperación Territorial, y que ha estado a punto de ser ministro, inmediatamente me acuerdo de Juan Vivas. Eso sí, Vivas no se parece a ninguno de los Franco. Ni en broma. Sin embargo, Vivas Lara y Zarrías Arévalo están casi igualados en altura y se llevan dos años de edad. El primero ha cumplido 57 y el segundo está en los 55.

Los dos, válgame la anécdota, han jugado al fútbol como extremos zurdos. Única demarcación que se les asignaba otrora a los bajitos. Y, por lo oído, ambos eran tan hábiles como veloces. Aunque fueron tachados, en su día, de ser muy precavidos a la hora de disputar los balones. Quiero decir, que andaban justitos de valor para enfrentarse a la brusquedad de los defensas de una época donde los zagueros te hacían la primera entrada poniéndote el 44 en la boca.

No obstante, parafraseando a Albert Camus, dado que el fútbol es una enseñanza de lo que es la vida, los dos aprendieron lo indecible, como futbolistas aficionados, como para llevar muchos años haciendo lo que les gusta y convertidos en líderes de la cosa política. No me extraña, pues, que los dos chiquitines, lo de chiquitines lo digo con todos mis respetos, dado que yo no soy Clifford Luyk, se entiendan tan bien y se admiren tanto. Lo cual se les nota muchísimo. Así, Vivas y Zarrías dan pie con sus comportamientos a hacer buena la teoría de que entre socialistas y populares solo existen las diferencias necesarias para desalojarse entre ellos del poder.

Aunque no disimulan lo mal que les cae Juan José Imbroda: presidente de la Ciudad de Melilla. Les cae tan mal, que Gaspar Zarrías, en esta su última visita a Ceuta, ha vuelto a recordarnos que la diferencia entre el carácter de Vivas e Imbroda es abismal. Si bien le ha faltado decir, cual madrileño de origen andaluz que es, que Imbroda se comporta como un sieso. Porque hubiera sido poner a Vivas en un compromiso.
 

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