En ‘El Mentidero’, bar al que
suelo ir tres veces a la semana, me lo paso estupendamente
con clientes que he conocido en un sitio donde se bebe y se
come la mar de bien. Espero que Jesús, el propietario, sepa
apreciar la publicidad gratuita que le estoy haciendo.
Bromas aparte, la verdad es que tanto el propietario como
Alimague y Macu, empleados del establecimiento,
me distinguen con su consideración. Lo cual no deja de ser
una norma de la casa con cuantos deciden poner los pies en
ella.
Hoy, que además de miércoles es cuando escribo, he mantenido
una conversación sobre los programas del corazón. Y de la
facilidad con que sus animadores ganan dinero. Aunque en el
envite hayan de perder éstos la vergüenza y el sentido del
ridículo. La conversación, ya he dicho que con clientes con
los que me viene siendo posible pegar la hebra cuando nos
vemos en el local, gira en torno a cómo los líos de cama
salen a relucir en el plató de cualquier televisión y sin
que los participantes den muestra alguna de sentir el menor
rubor.
Parece que todos los periodistas, o colaboradores, carecen
de escrúpulos. Y que han hecho un curso de cinco estrellas
para poder comportarse cual si fueran palanganeros de mucha
prosopopeya. En ocasiones, actúan con tal solemnidad,
durante las denuncias de alcobas que van relatando, que uno
tiene la impresión de que están viviendo la coyunda que
describen en estado orgásmico.
En estado orgásmico -hablo yo- estamos viviendo, nuevamente,
las denuncias que se están haciendo contra Pedro Gordillo.
Hasta el punto de que muy pronto el famoso vídeo (sí,
hombre, el que dice un gran periodista (!) de la ciudad que
se ve el miembro viril de quien fuera el hombre más
importante del PP, hasta hace nada) será puesto a la venta
para que las criaturas propensas a dar gatillazos a tutiplén,
puedan tener la erección más saludable que jamás hayan
tenido en su vida. De cuyos beneficios deberá llevarse
Gordillo la mayor parte.
Asimismo, y a quien está en posesión del vídeo y no ceja en
su empeño de recordarnos cómo son los atributos de Gordillo,
tenemos la obligación de proponerle para que sea premiado de
la misma manera que lo fueron los periodistas
estadounidenses que hicieron posible el escándalo del
Watergate.
Porque el muchacho periodista, sabueso de arriba abajo, ha
conseguido, quizá jugándose la jeta, demostración palpable
de su arrojo, la grabación que pasará a los anales de la
historia: nada más y nada menos que conteniendo el miembro
viril de Gordillo. Menos mal que éste no será del tamaño que
le adjudican al de Rasputín; que, según dicen, sigue
siendo al cabo de los años y por más que esté metido en
líquido conservante, más grande que una liebre muerta.
Porque si así fuera, habría que ir pensando cuanto antes en
hacer la publicidad correspondiente a un miembro que sería
aún más celebrado que el famoso cipote de Archidona. Que
tato molestó, en principio, a los habitantes del pueblo
malagueño, pero que acabó repercutiendo favorablemente en su
economía. La economía de esta ciudad, mire usted por dónde,
va a depender ahora de la voluntad de Gordillo. De que él dé
el visto bueno para que se exponga su miembro viril. Eso sí,
la presentación deberá hacerse sin escatimar lo más mínimo.
Todo un espectáculo.
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