El domingo no estuve en el Alfonso
Murube. Quise cumplir con lo prometido: dejar de ir al
fútbol. Por una razón muy sencilla: no quiero enmendarle la
plana a nadie. Y mucho menos, como ustedes comprenderán, a
un técnico joven, cual es Joao de Deus, y que está dando
muestras de tener un centro emocional adecuado a las
circunstancias.
El domingo preferí quedarme en casa haciendo lo que he
venido haciendo todos los domingos durante muchos años: leer
hasta la extenuación e ir tomando nota de cuanto he creído
conveniente de mis lecturas. Aunque debo confesar que a
medida que se acercaba la hora del encuentro, las ganas de
presentarme en el Murube iban siendo mayores. Si bien supe
dominar mis deseos y logré quedarme trabajando en mi
oficina.
Eso sí, estuve entrando en la página de la internet donde
los resultados van apareciendo, a veces de manera tardía, y
comprobé que la Asociación Deportiva Ceuta estaba perdiendo
por un gol a cero en el descanso. Y volví a pensar en lo
peor: este equipo no escarmienta. Sigue sin adueñarse de la
zona vital del medio terreno y facilita, por tanto, la labor
de los conjuntos visitantes.
El conjunto visitante, en esta ocasión, era ni más menos que
el Real Murcia: equipo invicto, con solera, y muy crecido
después de haber conseguido empatar a cero con el Real
Madrid, en partido copero, celebrado en La Nueva Condomina.
Tan crecidos venían los jugadores pimentoneros, que dieron
muestras en el hotel de estar finchados. Es decir, se
comportaron como personas vanidosas y engreídas. Y semejante
comportamiento, en una ciudad como Ceuta, caló tan
hondamente entre los empleados del hotel, que éstos no
tuvieron el menor inconveniente en hacer rogativas para que
el equipo murciano saliera derrotado. Y a fe que lograron su
propósito
Un propósito que a mí, la verdad sea dicha, se me antojaba
complicado. Y me explico: el medio campo, zona vital en la
cual conviene hacerse muy fuerte, nunca había sido dominado
por el equipo local. Ni siquiera frente a conjuntos muchos
más modestos que el Real Murcia. Pero el fútbol,
imprevisible tantas veces, deparó a los espectadores una
segunda parte en la cual, según cuentan los cronistas, los
jugadores ceutíes apabullaron a los visitantes.
Hasta el punto de que los aficionados vivieron un domingo
inolvidable. Gracias a los goles marcados por Javi
Navarro y David Torres. Mentiría si no dijera que
los goles de JN me producen mucha satisfacción. Y el motivo
es evidente: en Rota, cuando presencié el buen partido que
la ADC hizo frente al Xerez Club Deportivo, durante la
pretemporada, no dudé en decirle al presidente del club,
José Antonio Muñoz, que esta temporada iba a ser la
mejor del futbolista conileño. Y no tuve el menor
inconveniente en argumentar el pronóstico.
A partir de ahora, y tras haber celebrado ya la victoria de
la ADC, haré todo lo posible por aguantarme las ganas de ir
al Murube. No vaya a ser que mi presencia sea la causa por
la cual no haya venido rindiendo hasta ahora el medio campo
del equipo local. Y, desde luego, trataré por todos los
medios de estar atento a las envidias que se vayan generando
en contra del presidente de la entidad. Por parte de quienes
desean fervientemente que su gestión sea un fracaso. Los
cuales, sin duda, deben estar pasándolo muy mal.
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