Si los españoles de España
pensábamos que la crisis económica que estamos atravesando
era un gran problema que había que solucionar, estábamos
todos equivocados.
Si considerábamos que el paro, ese veinte por ciento que
tenemos era otro de los problemas a solucionar, cometíamos
un gran error. Si hay un catorce por ciento de españoles que
viven por debajo de la pobreza, o sea que o tiene que
llevarse a la bocas, eso no es nada de nada.
Si el Producto Interior Bruto, PIB para los amigos, hace que
nuestra economía crezca un 0/0% del asunto, estamos de
enhorabuena, porque no se han salido con la suya los
agoreros que decían que íbamos a tener un 0,1%.
Si a los pensionistas se les congelan las pensiones, como si
a los funcionarios se les rebajan sus sueldos en un
porcentaje que, al parecer, a partir de primos de años puede
verse aumentado ese porcentaje. Eso carece de la más mínima
importancia.
El problema, el más grande los problemas que tenemos los
españoles, no son ninguno de los anteriormente reseñados.
Esos problemas son una gota de agua en el Océano.
Nuestro mayor problema el que hay que solucionar, cueste lo
que cueste, puesto que de él depende que salgamos de todos
los anteriores, es conocer que el Gobierno ve
“inconstitucional” la primacía del apellido paterno y por
ello va a defender la regulación prevista en el proyecto de
Ley del Registro Civil, por la cual los padres decidirán el
orden del apellido de sus hijos y, en caso de disputa, se
aplicará la norma alfabética.
Como diría mí amigo, el gitano Juan:”de toda la vida de Dios
el primer apellido ha sido el del padre y el segundo el de
la madre, y nunca nadie se ha quejado. Además ya existe eso
de cambiarse nombre.
Indiscutiblemente el asunto tiene su raíz “en defensa de la
igualdad”. Lo que a nadie se le ha ocurrido es preguntarle
al niño cómo quiere llamarse. Porque el niño, digo yo,
debería contar para algo, puesto que es el más afectado.
Podríamos aprovechar la visita del Papa, para solicitarle
que todos los niños que sean bautizados, no se le pongan
nombres hasta la mayoría de edad. Así mientras tanto todos
se llamará “tú”. O sea “Tutus tú”.
Les decía que esto puede solucionar todos nuestros
problemas, incluso las hipotecas y prestamos que tenga cada
uno con los bancos. Todo consiste en largarse al juzgado,
cambiare los apellidos y solicitar un DNI nuevo. Me explico.
Usted se llama Juan García Pérez. Va al juzgado se cambia
los apellidos y se pone Eustaquio Pérez García, con su
correspondiente DNI nuevo. Ya usted, desde ese momento, no
era el que era, sino otro. Los bancos le reclamarían la
deuda a Juan García Pérez, pero como usted ya no es el que
era, pues no tiene que pagar nada de nada. Adiós hipotecas y
prestamos.
He quedado con un grupo de amigos, que todos debemos hasta
de callarnos, para irnos el lunes a las cinco de la mañana a
las puertas del juzgado a realizar la gestión del cambio de
nombre y apellidos y solicitar nuestro nuevo DNI. Conseguido
el asunto, no debemos nada a nadie. Somos unas personas
nuevas, las que éramos antes no existen. ¿O no?
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