El motor del autocar, que traslada
a los pasajeros de Mataró a Barcelona, runrunea
sosegadamente mientras surca el carril derecho de la
autopista C-31 (Autopista del Maresme) y en los dos
restantes carriles lo adelantan a velocidad endiablada
coches que transportan a otros empleados y empresarios
medianos.
Los grandes empresarios suelen tener chofer.
Hace tiempo que no utilizo el transporte público y hacerlo
ahora se me antoja un retorno al pasado.
Normalmente me desplazo en la moto, esa moto que adquirí en
Ceuta y que sigue funcionando de maravilla, pero la lección
del desplazamiento que hice ayer de 66 km, el de mi
reingreso en la empresa para cumplir el 15% de mi jubilación
parcial, me aconsejó dejarla reposando en el parking hasta
que el tiempo me permita desplazarme sin riesgo de atrapar
una neumonía.
Mi compañero de asiento, un aragonés de mediana edad, me
señala un artículo del periódico de pago, que suele regalar
la empresa de transportes a los viajeros en los tres
primeros desplazamientos de la mañana, y que hace referencia
a la derrota del socialismo norteamericano, como lo define
mi compañero de viaje, por los republicanos.
Le aclaro que no es en realidad el socialismo la religión
que impera en el Partido Demócrata de Obama ya que la
izquierda suele estar muy mal vista en ese país.
Vuelve a la carga, el aragonés, inquiriendo que los
republicanos representan a la derecha estadounidense. El
pasajero del asiento que está delante del nuestro se vuelve
y comenta que esos republicanos yanquis no son otra cosa que
los herederos del fascismo europeo y que son camorristas por
naturaleza montando guerras a nivel mundial por doquier,
siempre fuera de su país.
Paso de seguir el tema y me concentro en la lectura del
periódico.
Imposible concentrarse, la cháchara de mi vecino se
convierte en un torrente que acaba por transformarse en
debate entre varios pasajeros… hasta que una voz proveniente
de los últimos asientos grita: ¡Viva el Papa!
El chófer, supuestamente harto hoy de la política, sube el
volumen de la radio y la música, salsa, inunda el interior
del autocar.
Con un suspiro de alivio me enfrasco en el artículo que hace
referencia a la próxima visita del Papa. Lo del Papa se ha
convertido en una simple gira de cualquier cantante o grupo
musical de renombre.
Todos los gastos pagados por el ciudadano con la diferencia
de que sólo pueden asistir a sus actuaciones, digo orqciones,
los invitados ex profeso.
Aseguran que con la llegada del Papa se ingresarán unos 25
millones de euros.
No veo por donde entrarán esos 25 millones si empezamos por
acordonar las calles de alrededores de la Sagrada Familia
para impedir el paso de vehículos y viandantes… los
comerciantes se quedarían sin clientes y el templo
expiatorio de la Sagrada Familia se quedará sin ingresos.
Por cierto que el viaje del Papa Ratzinger guarda poco
parecido con las visitas de un Jefe de Estado.
Con un séquito de cien personas, parece más un rajá que un
religioso, todos ellos de la Curia Vaticana, pernoctará en
el Palacio Arzobispal en vez del Palacio del Pardo.
El resto del séquito generará unos gastos que, según fuentes
ministeriales, correrán por su cuenta. Por cuenta del
séquito, por supuesto.
Si el Papa come y duerme en el Arzobispado… ¿dónde diablos
se gastará esos 3.000.000 de euros?
Un pasaje de avión a Roma, ida y vuelta, me cuesta poco
menos de 115 euros.
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