Ahora no es como en los años 70,
cuando se vendía todo lo que llegaba a la Ciudad, entraba
hoy la mercancía por un lado del puerto y al día siguiente
ya estaba, una gran parte, al otro lado del Estrecho.
En estos momentos se ha terminado con aquellos barcos de
primeras horas de la mañana, en los que apenas quedaban
plazas y en los que “casi” había que poner el cartel de “no
hay billetes”, porque venían llenos en su casi totalidad,
con unas personas, especialmente, del Campo de Gibraltar que
compraban aquí, de todo, para revenderlo al otro lado del
Estrecho y así poder ganar unas pesetillas con las que ir
tirando, ante la falta de trabajo en esa zona.
Hoy ya no vienen posibles clientes para el comercio, por
varias razones, la primera porque el coste del barco
convierte la travesía del Estrecho en la más cara del mundo,
además de que ahora y aquí, los productos que uno podía
solicitar los tiene al otro lado, a unos precios similares,
con lo que se ahorran tiempo, el de la travesía, comodidad y
dinero, el coste del barco.
No son estos los principales obstáculos para el comercio de
Ceuta, hay otros que, sin notarse tanto, en apariencia,
rompen la posibilidad de un comercio serio, y no por la
seriedad de los comerciantes de aquí, sino porque hay
productos que tardan más en llegar a Ceuta, desde Algeciras,
que desde Australia a La Línea de la Concepción.
Y aquí las autoridades, todas, de Ceuta, deberían ser un
poco más diligentes, o incluso osadas, para que una simple
pieza, de un ordenador, por ejemplo, que venga para
cualquier organismo, o para cualquier particular, como puede
ser un banco, no se pase días y días sin que lo hayan
despachado en la aduana de Algeciras.
Acabo de salir de una entidad bancaria, uno de los bancos
fuertes, no sé si el que más, pero con gran renombre a nivel
internacional, también, y he comprobado allí que tenían que
estar trabajando “a cámara lenta”, porque una pieza del
sistema informático no termina de llegar a Ceuta, desde hace
más de una semana, y no llega porque está “detenido o
retenido” en la aduana del otro lado del Estrecho. Suena a
chiste pero no lo es.
Eso lo que es, es una vergüenza y más vergüenza es que esto,
ahora mismo, no haya sido solucionado desde el organismo
oficial competente. Así de claro.
Y es que eso de la aduana entre dos comunidades autonómicas,
sean del pelaje que sean, suena peor que las trabas
fronterizas de los años 50 del pasado siglo en media Europa.
Por lo que aquí, que presumimos de ser los mejores, no hemos
sido capaces de cortar, de una vez, ese problema.
No me atrevo a imaginar lo que sería que entre Castilla-León
y Extremadura se colocara una aduana, entonces, por ejemplo,
ya podían ir diciendo “adiós” las ventas de las cerezas del
Valle del Jerte, por ejemplo, lo que arruinaría a cientos de
familias.
En Ceuta, todo eso se tolera o se ignora y nadie levanta la
voz, como tampoco la levanta, desde hace meses con ese
“paseo mañanero” por el centro de la ciudad, cada día, lo
que ha terminado de dar la estocada a muchos
establecimientos de la zona.
Hace pocos días, en la Gran Vía, vi como un pequeño
establecimiento, montado con ilusión por un joven de Ceuta,
estaba echando el cierre. Pregunté al dueño el por qué del
cierre y me respondió, textualmente:” Eso se lo tengo que
agradecer a Aróstegui”.Siempre lo mismo.
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