La cosa no pinta de colores a
favor del presidente de los EE. UU, Barack Obama, según los
entendidos ante las elecciones que se celebraron el pasado
martes en las que los republicanos alcanzarán una mayoría
que dejará fuera de juego al actual presidente. Mayoría con
la que tratarán que, Obama, no sea el candidato demócrata a
las próximas elecciones presidenciales.
No, tranquilos, no me voy a apuntar ningún tanto, a pesar de
que hace meses y viendo las actuaciones de Obama, escribí
que este sería su único mandato como presidente del país más
poderoso del mundo mundial.
Otro en mí caso se hubiese puesto todas las medallas del
mundo, ante semejante acierto, que se cumplirá
inexorablemente, dentro de un par de años. A mí,
personalmente y en persona, me da exactamente igual, que
Obama gane o deje de ganar las elecciones, haber o no haber
acertado tal o cual cosa, a pesar de que esta la volveré a
acertar, estoy plenamente convencido de ello. Son tantas las
veces que me he tenido que cantar aquello de la chirigota
gaditana: “no tirarme bocadillos de jamón, que me voy a
mosquear” y besarme, que ha llegado el momento, que ambas
cosas me aburren.
Obama llegó a la presidencia del los EE. UU como un aire
fresco que entraba en la Casa Blanca, despertando ilusión y
esperanzas en el pueblo americano.
Pero esa ilusión y esa esperanza que despertó, así como su
popularidad, con el paso del tiempo, ha ido diluyéndose como
un azucarillo en el café, ante la crisis económica que está
soportando y de la que parece difícil salir a pesar de las
fuetes inyecciones económicas a los bancos, más el paro que
soporta habiendo alcanzado la mayor tasa de paro conocida en
los EE. UU, a los que hay que añadir algunos de los errores
cometidos, harán que la gran esperanza, desparezca como por
encanto.
Recuerdo que desde estas misas líneas, o sea desde esta
misma página, le hicimos alguna que otras recomendaciones de
asunto en los que no debería inmiscuirse, a pesar de ser el
presidente de todos los americanos de América.
Le advertimos que dejara, para mejor momento, el asunto de
la sanidad y que ni se le ocurriese subir los impuestos, así
como que fuese fuerte en su política exterior, sin poner
paños calientes a la misma. Lógicamente, el presidente del
país más poderoso del mundo, no nos hizo ni puñetero caso,
cuando lo que mejor es habérmelo hecho y haberme nombrado
asesor suyo, par llevarlo por el camino que tenía que ir en
determinados asuntos.
Claro que también otro presidente me debería haber hecho
caso, nombrándome asesor y ni puñetero caso, a pesar de
todas las advertencias que hice. Qué más le hubiese dado
nombrarme asesor, si ya tiene 365 asesores uno para cada día
del año. Mi día en el almanaque hubiese sido: “el “día menos
pensado”.
La cosa es que, Obama, como ya avisé, no repetirá en el
cargo. Sus contrarios se han lanzado a por él, tratando de
evitar que sea reelegido cosas que, al parecer, pueden
conseguir con cierta facilidad, indicando que de llegar al
poder, bajarán los impuestos.
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