Dado que yo he reflejado en esta
columna, en alguna que otra ocasión, haber sido alumno de
las Escuelas Profesionales de la Sagrada Familia (Safa) y he
mencionado también cómo Manuel Bermudo de la Rosa –jesuita y
rector de la Obra- trataba de quitarme de la cabeza la
locura del fútbol, para que dedicase todos mis esfuerzos a
hacer una carrera universitaria, a veces he recibido
llamadas de personas que tuvieron la suerte de conocerlo y
de alumnos que fueron compañeros míos en los comienzos de
los años cincuenta.
Llamadas telefónicas que nos sirvieron para dejarnos mecer
durante unos minutos por la nostalgia y, cómo no, para
volver a recordar que fuimos niños pertenecientes a una
época muy dura, excesivamente dura, y que influyó, cual no
podía ser menos, en nuestro carácter.
El sábado pasado recibí la última llamada. Me la hizo un
señor que decía haber hecho magisterio en las Escuelas
Profesionales de Ubeda -territorio asimismo regido por aquel
Bermudo que era incapaz de tomarse el menor respiro cuando
se trataba de sacar adelante a los niños de las familias
menos favorecidas-. Y después de los saludos de rigor y de
comunicarme que lleva mucho tiempo leyéndome, me dijo que se
había tomado el atrevimiento de indagar sobre mi número de
teléfono y que, una vez que lo había conseguido, no había
dudado lo más mínimo en ponerse en contacto conmigo. En
principio, para pedirme mis señas a fin de enviarme un libro
escrito por Bermudo de la Rosa.
Tras conversar unos minutos, de cuestiones relacionadas con
el jesuita MB y sobre las cosas que ocurrían en la Safa de
aquellos cincuenta del siglo pasado, mi comunicante cambió
de tercio en el momento adecuado. Y lo hizo para hablarme de
problemas relacionados con la política de Ceuta, esgrimiendo
grandes conocimientos al respecto.
Tal es así que, a medida que me iba contando cosas, a mí me
daba la impresión de que podía ser algún ceutí que, tras
haber leído vida y milagros de la Safa, a fin de confiarme,
me estaba usando como depositario de asuntos que no dejan de
ser preocupantes. El hombre, todo hay que decirlo, en cuanto
se percató de mis dudas, decidió darme aún más datos de los
que ya me había aportado en lo tocante a su identidad. Lo
que contribuyó a que le prestara más atención en todos los
sentidos.
-¿Ha leído usted, Manolo, el Boletín Oficial de Ceuta,
referente a la concesión de ampliación de plazo de ayuda a
Ebania Interiorismo y Decoración, S.L.?
-Algo he visto...
-Pues esa prórroga termina el próximo 5 de noviembre. Y
pertenece a los 21.000 euros de subvención concedidos a una
empresa que ya no existe. Puesto que el socio de Andújar no
quiere saber nada de ese señor que vende seguros en Ceuta.
Porque la empresa iliturgitana no ha visto ni un duro de
dicha subvención.
A partir de ahí, es decir, a partir de dejarme yo querer, mi
comunicante, formado en las Escuelas de la Sagrada Familia (Safa),
me fue contando hechos lamentables. Pues dice que le agrada
sobremanera la forma que yo tengo de contar las cosas.
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