La costumbre de visitar los cementerios a primeros de
noviembre es tradicional en la cultura cristiana de muchos
países. Es más, otras religiones como la islámica y la
judaica tienen también sus romerías y festividades
equivalentes.
Durante siglos, Ceuta enterró a sus antepasados en el
interior de las iglesias y cementerios que las rodeaban.
Contaban con el cementerio de San Francisco, de Los Remedios
y de la Catedral, pero también se enterraban en los
claustros de los conventos y el interior de ermitas e
iglesias.
En 1787 se promulgó una real pragmática prohibiendo el
enterramiento en el interior de las ciudades y la obligación
de construir cementerios fuera de poblado. La búsqueda de un
lugar adecuado en Ceuta no fue fácil. Primero se estudió el
emplazamiento en las inmediaciones de la ermita del Valle y
luego se optó por construir un pequeño cementerio en Las
Heras, inaugurado en 1822, luego reemplazado por el actual
de Santa Catalina en 1830.
Según relata el Cronista Oficial de la Ciudad, José Luis
Gómez Barceló, Desde ese momento, la visita al cementerio se
convierte en una verdadera excursión, que había que hacer a
pie y se aprovechaba, cuando había buen tiempo, para pasar
el día en las inmediaciones. En los últimos años del siglo
XIX se construyó un merendero para concentrar a muchas de
estas personas. Fue también en esos años cuando algunos
centros docentes, en especial el Colegio Santa Ana,
participan en diferentes festividades locales, como el
Carnaval, en los cuales se puede ver el germen de esos
grupos de jóvenes que salen al campo a pasar la jornada con
su talega de tela en la que se llevaban bocadillos, fruta,
frutos secos y bebidas.
La fundación, en 1907 de los Exploradores de España, acogida
en Ceuta con verdadero interés, dará lugar a la institución
de la fiesta. Son esos grupos de jóvenes uniformados, que
contaban con varias casas-cuartel y banda de música, los que
desfilan al entrar y salir de la ciudad cantando: “Mi
mochila, mi mochila, mi mochila, no se la come el gato ni la
gallina, sólo se la come mi barriga”.
La ocasión de salir al Hacho, hasta los años 30 vedado en
buena parte a los civiles por ser terrenos del Ejército, o
al Campo Exterior, todavía ligado en la memoria a las
amenazas bélicas, eran toda una fiesta. Es por tanto ese
momento en el que los jóvenes desvinculan la jornada del
cementerio y, por tanto, en que se convierte en un evento
puramente lúdico.
Frutos secos
Con respecto a por qué se llevan frutos secos, hay que
pensar que en otras épocas los días festivos no laborables
eran pocos y que el atractivo, en especial para poblaciones
fortificadas y plazas militares, de pasar el día en el campo
era mucho.
Coincide el momento con la llegada de las frutas de invierno
y los frutos secos, que normalmente venían cargados en los
barcos que se llevaban a la emigración temporal malagueña
que había pasado los meses anteriores laborando en la
Almadraba.
Tosantos es la modalidad campogibraltareña de la fiesta, que
no lleva consigo la característica salida al campo, pero
esta sí está en la fiesta del saquito que celebran en las
Azores y las Terceiras.
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