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OPINIÓN - SÁBADO, 30 DE OCTUBRE DE 2010

 

OPINIÓN / EL OASIS

Dejaré de ir al fútbol
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

El miércoles pasado, cuando aún se hablaba del partido del año en el Alfonso Murube, comía yo en un céntrico hotel con personas que forman parte del tinglado futbolístico. Y cuando se me preguntó por el equipo de mis amores, no tuve el menor inconveniente en decir que era el Madrid. Que ha sido mi pasión desde que vestía pantalón corto. Aunque hice la siguiente aclaración: soy del Madrid; pero sin abdicar de mi derecho, como crítico profesional, a no comulgar con ruedas de molino ni a dejar de mostrar mi desagrado cuando veo cómo son sobrevalorados algunos jugadores por el simple hecho de contar con un físico agraciado.

Los comensales quisieron saber cuál de los equipos entrenados por mí, que fueron unos pocos, me hacía más tilín. Y les dije que ninguno. Que carecía de preferencia alguna por esos clubes. Y que me daba lo mismo si perdían o si ganaban. Y quedé esperando a que se me hiciera la pregunta del millón. La cual no se hizo esperar.

-¿Ni siquiera te tira la Asociación Deportiva Ceuta?

-Ni siquiera la ADC -respondí.

Respuesta, no esperada por quienes estaban sentados a la mesa, que causó la sorpresa consiguiente. Y hasta me miraron con cara de incredulidad. Pero también, como en el caso del Madrid, quise poner los puntos sobre las íes. Porque creo que me correspondía hacer las aclaraciones necesarias para disipar versiones o interpretaciones erróneas o torcidas.

Esta temporada estoy yendo todos los domingos -y día de partido- al Murube con el deseo de ver ganar siempre a la ADC. Y hasta sufro lo indecible cuando las cosas no ruedan bien para el primer equipo local (y creedme que yo dejé de sufrir por el fútbol hace ya la tira de años). Una situación que se produce porque el presidente del club es también el editor de ‘El Pueblo de Ceuta’, y yo formo parte de la empresa. Razón que yo considero harto poderosa para asistir a los partidos. Llueva o ventee o me sienta indispuesto por los alifafes que todo septuagenario pueda tener. Si bien lo dicho no significa que yo deje de emitir mis opiniones. Por más que éstas no concuerden con las de otros muchos; en los que incluyo a directivos y profesionales de la cosa.

En principio, mi derecho a la crítica lo tengo desde el momento en que asisto al campo pagando mi entrada. Luego, y por más que todo el mundo tenga el mismo derecho, máxime cuando se trata de opinar sobre fútbol, es bien cierto que no todas las opiniones tienen el mismo valor. Y la mía -sí, sepan que hace ya un mundo que mis abuelas dejaron de existir- es una de las más válidas para ser aireadas.

No obstante, llevo semanas procurando contener mis deseos de poner por escrito virtudes y defectos de un equipo que todavía no ha conseguido dar de sí lo que de él se espera. Un equipo al que habría que recordarle lo que dijera un técnico que alcanzó fama en los tiempos de Maricastaña: Dadme un buen medio campo, y ya verán ustedes lo que somos capaces de hacer.

Por lo tanto, cuando me expreso así en público, me desagrada sobremanera que haya correveidiles, de poca monta, que nada más oír mis palabras, en vez de asimilarlas, les da por ir a la búsqueda del presidente para contarle historias para no dormir. Dejaré de ir al fútbol. Y saldré ganando. A la par que haré descansar a los necios oficiales.
 

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