Les decía, no hace muchos días,
que en épocas pasadas cuando se insistía que no se iba a
devaluar la peseta, era signo inequívoco que al día
siguiente seria devaluada. Ponía este ejemplo al escuchar
decir la presidente, Zapatero, que no había crisis de
gobierno y que, por tanto, no efectuaría remodelación del
mismo. Y el presidente, por no dejarme mal en mis
apreciaciones, y para que se cumpliese mi diagnostico, pues
va y hace la remodelación.
No se extrañen, no voy a cantar el estribillo de la
chirigota gaditana ni, por supuesto, a besarme, ya no me
merece la pena debido a la gran cantidad de aciertos que
tengo en mi haber. Así que lo dejo para otra ocasión,
evitando cantar, y el desgaste que me está produciendo en la
cara el asunto de tanto besarme.
La cosa, según cuentan los entendidos, cogió desprevenidos a
todos, a los ministros entrantes y a los salientes que se
enteraron, de sus salidas y llegadas, en el propio
hemiciclo.
El presidente, al parecer, decidió el asunto de la
remodelación el domingo por la tarde. Oiga, no es por nada,
pero las mejores horas para tomar decisiones son los
domingos por la tarde, en la que no televisan ni al Madrid
ni al Barcelona, está uno de un aburrido subido y empieza a
pensar, qué debería hacer para distraerse.
Seguro que el presidente, en esos momentos, se dijo: “bueno,
más vale tarde que nunca”. Sacó su libreta de apuntar cosas
importantes y con tranquilidad, empezó a tachar los nombres
de los ministros que iban a cambiar, y a escribir, en ella,
los nombres de los nuevos ministros.
Así, de esa forma sencilla, sin darle muchas vueltas al
asunto, como el que no quiere la cosa, solucionó el problema
y donde dije digo, ahora digo Diego. O sea, lo mismo que
cuando se decía que no se iba a devaluar la peseta y al día
siguiente era devaluada.
Me cae mal que haya cesado a Fernández de la Vega. La
vicepresidenta ha dado la cara, sin arrugarse, en todo
momento. Es más los humoristas la van a echar mucho de
menos, por el juego que daba su peinado y sobre el que tanto
han escrito. Para usted y para mí, sin que se entere nadie,
creo que su peluquero era el mismo que el del cantaor
flamenco, Pitingo.
Bromas aparte la vicepresidenta se merece un respeto, por su
lucha mantenida en defender al presidente del Gobierno, en
los momentos más difíciles de cuantos debates se han
celebrado. Ha sido el escudero perfecto.
Moratinos en su despedida me ha emocionado. El hombre, al
tener que decir adiós a su cartera, hasta ha echado unas
lágrimas. Desde luego quedarse sin esa cartera es para
llora, después de estar seis años recorriendo le mundo
mundial, arreglando asuntos importantes.
Tal como está la situación económica, en su caso, hubiese
hecho igual, Hasta creo que hubiese echado muchas más
lágrimas. La economía no está para, en estos momentos,
recorrer el mundo mundial haciendo turismo, teniéndoselo que
pagar uno de su bolsillo. Las cosas claras.
El problema gordo se le presenta al nuevo ministro de
trabajo, que se manifestó contra la reforma laboral y ahora
tiene que aplicarla. Ya me cotarán, cómo se hace algo que
uno ha dicho que no.
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