"Por Dios, que buen vasallo si
hubiera un buen Señor”.
Mallorca. Tres peñas de jubilados hasta la bandera de
abuelos y de abuelas. Es decir, que son susceptibles de ser
considerados como “banda organizada”. A esto, un grupo de
hombres uniformados irrumpe bruscamente, gritando “¡Alto,
Policía!”, sorprendiendo a los viejecillos en flagrante
delito. Los abuelos se aterran y lloran, uno acaba en el
hospital por el susto. Pero, los Guardianes de la Ley y del
Orden, expresamente enviados por uno de “estos de ahora”, no
titubean en su intervención policial, porque siguen órdenes
expresas.
Órdenes expresas en esta España nuestra, la del “Españolito
que vienes al mundo, te guarde Dios, que una de las dos
Españas, ha de helarte el corazón”. Y en estos tiempos malos
y oscuros, tenemos tan helados los corazones que, la sangre,
nos duele al circular por las venas y la leche hispana de
nuestro ADN se nos ha cortado y convertido en yogur.
¡Malaya! Que diría Mío Cid.
¿El delito cometido por los viejos y que motivó la macro
redada simultánea tipo marbellí? Pues que, los muy
delincuentes, tenían montados bingos ilegales, infringiendo
gravemente la genuina Ley de la Competencia y encima sin
pagar impuestos, así que lo mismo llegan los tiburones de la
Agencia Tributaria. De hecho les intervinieron “in situ” las
ganancias ilícitamente obtenidas por el hecho delictivo.
Al que movía el bombo y acumulaba el capital del negocio le
intervinieron al instante la cantidad de cinco euros. Entre
los tres bingos ilegales de las peñas de abuelos el Estado
pudo recabar unos quince euros. Porque los cartones se
vendían a diez céntimos, la línea se pagaba a un euro y el
bingo a tres euros. Lógico que un jefe parido por “estos de
ahora” tuviera la santa leche de mandar a “nuestros”
policías a irrumpir en esos antros y lógico que, ante la
oscura confidencia de que, uno de los abueletes, había
utilizado los tres euros del bingo ganador en calentarse las
tripas merendando, es decir cometiendo el subtipo de “autoblanqueo”,
la intervención policial fuera esencial y necesaria.
Nuestros jubilados llorando por el susto. ¡Alto Policía! Y
los maderos interviniendo los pobres cartones de diez
céntimos y los eurillos de la modesta diversión de unos
jubilados que sin duda malviven con pensiones de
cuatrocientos euros, si llegan. Y que se reúnen para
“echarse un bingo” y hacer bromas, y pasar un rato de
contento y gritar con alborozo al hacer línea y ganar un
euro. ¡Ay esta España que nos hiela el alma!. A nosotros y a
ellos.
¿Ustedes se figuran las tripas de los policías, obligados a
intervenir, cuando les quitaban a los ancianos sollozantes
los cartoncillos y los céntimos? ¿Hacían los cartones a diez
céntimos la competencia desleal a los grandes bingos? ¿Qué
pensarían esos hombres “nuestros” entrando al grito de ¡Alto
Policía! En una peña de viejos?. Cumplían órdenes
superiores. Les mandan y tienen que ir. Aunque se les hiele
también a ellos el corazón y la placa les pese una tonelada.
¿Para eso ha quedado la Policía de los españoles? ¿Para
asustar a nuestros viejos?. Maldito Sistema que causa penas
en nuestros ancianos y ve como los “simpáticos y progres
antisistema” asolan la ciudad de Barcelona, asaltan las
tiendas, queman, destrozan y usan alegremente el terrorismo
urbano poniendo de rodillas a toda una ciudad , detienen a
cuatro y entran dos en la cárcel por ser extranjeros. El
resto de los saqueadores y proterroristas, los que han
causado pérdidas millonarias y atacado impunemente a la
Policía, esos en libertad por sus putas caras y los santos
huevos de los inmundos en cuyas manos estamos. ¿Tendrán
nuestros abuelos que divertirse con el terrorismo callejero
para que no les tosan el Sr. Ministro y los suyos?.
¿Qué dicen? ¿Qué si las tácticas policiales de “estos de
ahora” han conseguido amedrentar a los ancianos y
coercitivamente hacerles cesar en sus conductas delictivas?
Pues sí. Los jubilados ya no se juegan sus diez centimitos,
felices y alborotados, loquitos por ganar el eurillo o las
tres monedas del ¡Bingo!, eso “también” les han quitado
estos demonios de ahora, esa ilusión inofensiva de cada
tarde, ese rato de contento, esas briznas de alegría, ese
echarse unas risas y bromear entre ellos.
Misión cumplida : Erradicar el delito. ¿No se le caerá la
cara de vergüenza a quien mandó a los policías? ¿No se le
habrán puesto los pelos como escarpias al intuir lo que
echamos por la boca los españoles y las fulminaciones de
España entera cuando dieron por televisión la noticia y
salió, todo abrumado, el anciano delincuente binguero que
acabó en el hospital por el susto?.
Pero no lograrán convertir a nuestra España en el lugar de
miedo y de sombras que ellos, los “de arriba” anhelan. Por
mucho que, por ahora, puedan utilizar a “nuestros” policías
para movidas infames que nos desgarran el corazón. Y cuando
ganen “los nuestros” seguro que nos alargaremos a las
peñitas para llevarles a los jubilados los artilugios del
bingo doméstico, se arrimaran nuestros compañeros
mallorquines y echarán unos bingos con los viejetes. Y
seguro, seguro, seguro, que el que imparta las “órdenes de
la superioridad” entonces, recordando esta maldad
despiadada, obligará a hacer una colecta en la Comisaría
para llevarle a cada peñita una cesta de Navidad, con
participaciones de diez céntimos, para rifarla, para que les
haga ilusión que les toque, para que se rían y sientan
contento.
Y, los del “¡Alto Policía!” también sentirán contento. Serán
los tiempos en lo que, nuestra España, no nos hará sentir un
repelús de frío, sino un latido de esperanza. Como Dios
manda. Y nunca olviden que el buen Dios manda en todo lo
bueno y lo bello del Universo.
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