Era la época dorada de Ceuta.
Aquella época en la que miles de turistas invadían, cada
día, nuestras calles para comprar en los bazares los últimos
adelantos de la tecnología japonesa. Transistores, relojes,
radio – casset y las pareja de viejos y viejas, eran los
artículos preferidos del turismo español que acudía miles a
realizar sus compras en nuestra tierra.
En aquella época, pasó exactamente igual que cuando llegó la
democracia, que aparecieron, como aparecen los pollos de
granja los comerciantes?. Unos comerciantes sin la menor
idea de lo que era el comercio, pero que ante la avalancha
de compradores, abrieron sus comercios, alquilando incluso
portones.
Y es que, el turismo nacional acudía a Ceuta, a realizar sus
compras, sin importarle poco ni mucho lo que compraban. La
cosa era comprar y llevarse a sus pueblos o ciudades la
tecnología japonesa.
Ante esas compras realizadas por los miles de visitantes que
nos llegaban, desde cualquier punto de la Península, estos
comerciantes? de nuevo cuño, viendo sus arcas llena de
dinero, inmediatamente se compraban el mercedes de turno y
el chalé fuera de Ceuta, sin tener en cuenta que de ese
dinero deberían pagar a los proveedores.
Y pasó lo que pasó, la ruina para la mayor parte de ellos y
el cierre del comercio, de estos comerciantes de pacotilla,
en cuanto llegó la época de las vacas flacas, de las que
salieron indemnes los auténticos comerciantes, la mayoría de
ellos aún mantienen sus negocios abiertos.
Dicen los entendidos que los booms en las ciudades, sólo
tienen una duración de diez años. El nuestro no duró tanto
tiempo, ya que se dio la circunstancia de que Felipe
González, por “cuestiones humanitarias” abrió la “Verja de
Gibraltar”, acabando con esa apertura con la llegada del
turismo nacional a realizar sus compras a Ceuta, ya que se
desviaba a Gibraltar.
Esa apertura de la “verja” acabó con el turismo hacia
nuestra tierra, al miso tiempo que potenciaba el comercio de
Gibraltar, que el asunto le vino como agua de mayo.
Los gibraltareños, los Pérez, García o Rodríguez nunca
agradecieron el detalle que les permitía comer alientos
frescos y no congelados, ni los millones que ingresaban en
sus comercios, con la avalancha de turismo español que, con
esa apertura se había desviado a realizar sus compras al
Peñón.
Esos mismos gibraltareños que. el día de la apertura de la
¡verja”, se manifestaban ante ella mostrando su rechazo a
España y su amor a ser ciudadanos de Gibraltar bajo el manto
protector de la corona inglesa.
Y ahora nos viene a crear problemas el Peter Caruana, que
manda en Gibraltar, y nos crea problemas, solicitando más
unidades navales para ayudar a la policía gibraltareña en
sus altercados con España. Pero Londres se ha plantado,
diciéndole que no enviará más efectivo de la Armada en el
Peñón.
¿Y si por un casual, de estas cosas que tiene la vida,
cerramos la “verja”, volviendo a dejar que coman congelados
esos, Pérez, García o Rodríguez, que presumen de ser hijos
de la Gran Bretaña?. Es un decir.
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