En las jornadas recientemente
celebradas en nuestra ciudad, con motivo de recordar cómo
era la preparación de los maestros en etapas pasadas. Por el
coordinador de las mismas, Sr. Galindo, fui invitado. Tenía
que recordar las vivencias del período comprendido entre los
cursos 62-63; 63-64 y 64-65. El primero de ellos en la
antigua escuela ubicada en la Marina y los dos últimos en la
escuela del Morro, que juntos a otros cursos, nos
correspondió inaugurar.
Daba el tema para más tiempo del empleado y, en mi caso, en
el apartado de anécdotas se me quedaron en carpeta algunas
muy curiosas.
Llegados a la intervención de los asistentes, uno de ellos,
muy brevemente, recordó a la Profesora de Historia de la
Literatura Española, Dª Margarita, de la que yo disponía una
amplia información, que trataré de resumir en esta página.
Nos preocupaba mucho su materia, es decir, que para
aprobarla, había que “sudarla”. Por un lado, su amplio
contenido, y, por otro, su exigencia, ya que Dª Margarita
era muy meticulosa, con una fuerte personalidad, aunque, ya
en esta etapa, se notaba que estaba en el ocaso de su
carrera.
Nuestro compañero Genaro conocía muy bien que había que
estudiar. En una ocasión, previo a la realización de un
examen, me pidió que, abriendo el libro donde yo quisiera,
le preguntara. Así lo hice, y en ello estábamos, cuando la
profesora apareció y pudo contemplar cómo mi compañero
respondía a mis preguntas. Se quedó asombrada ante la
“exhibición” de Genaro.
La clase con nuestro grupo estaba programada al final de la
jornada que, como el horario era de régimen nocturno,
salíamos siempre a las diez de la noche. Al igual que
nosotros, la profesora estaría deseando que el Sr. Gervasio,
el conserje, anunciara que la clase había terminado.
Dª Margarita firmaba sus documentos como Mª de los Ángeles
R. Velasco. Nos recordaba con frecuencia, que siendo muy
joven había sido Secretaria de D. Ramón Menéndez Pidal, el
gran filólogo e historiador, que fue Director de la Real
Academia de la Lengua Española, y nos obsequiaba con algunas
vivencias junto al eximio D. Ramón.
Dª Margarita se desplazaba desde Tánger, donde residía, ya
que su marido era diplomático, destinado en la citada ciudad
marroquí. Despachaba todo su trabajo en los dos primeros
días de la semana, con lo cual era de pensar que terminaría
extenuada, ya que atendía también a las alumnas, éstas por
la mañana. Su meticulosidad llegaba a límites insospechados
al exigirnos, no sólo el temario contemplado en el libro de
texto, sino unos apuntes que había preparado en cursos
anteriores, y que nosotros teníamos que recuperar. De los
autores interesaban mucho los aspectos personales y sus
anécdotas.
De todo lo anteriormente expuesto, es fácil deducir que los
dos días más “malos” que teníamos en la semana, eran los
lunes y los martes. Por un lado la seriedad de la materia
impartida por Dª Margarita y, por otro, el estar dispuestas
sus dos clases a última hora de la jornada, es decir, salir
a las diez de la noche.
Por eso, si por alguna circunstancia, posible indisposición
de Dª Margarita, sus clases, esos días no se daban, salíamos
una hora antes.
Yo tenía una privilegiada información, que me permitía
conocer si la profesora se había desplazado desde Tánger
para iniciar su docencia. Ella llegaba a nuestra ciudad,
desde Tánger, los domingos por la tarde, y se alojaba en el
desaparecido Hotel Atlante.
Mi vecino y amigo, Antonio, era botones del citado hotel, y
me comunicaba si se había desplazado o no. Cuando no lo
hacía, ya sabíamos que el lunes y el martes no tendríamos
clases con la profesora, que al tenerlas a última hora, como
bien he dicho anteriormente, posibilitaba que nuestra salida
del Centro fuese una hora antes.
Sus ausencias, no frecuentes, generalmente se producían por
problemas de salud, así que cuando mi amigo y vecino me daba
la novedad, se producía la lógica satisfacción entre mis
compañeros, que esperaban los lunes con expectación mi
aparición en el Centro.
Al ser la asignatura Historia de la Literatura Española
lógicamente el temario se centraba en aquellos autores de
mayor relieve de todas las épocas. Pero, con toda
justificación, Dª Margarita tenía como autor más importante
a Lope de Vega, ya que de forma continua y siempre que la
ocasión se presentaba, lo ponía como referencia, como modelo
de los autores más prolíficos de toda nuestra Literatura.
En efecto, Lope fue un escritor de una exuberante –casi
anormal- capacidad creadora. Entre su vida y su obra hay una
gran trabazón: sus amores, sus crisis espirituales, sus
polémicas literarias, sus odios y envidias, aun cuando no
existiera un solo documento de archivo, los conoceríamos por
su vasta producción. Lope, como otros escritores hasta
entonces conocidos, en todos fue prolífico sin menoscabo de
su calidad. Se inició en la novela con una obra pastoril, la
“Arcadia”, que narra los amores entres pastores. Su
producción: más de 1.500 obras. Se conservan unas 300.
Ahora, Dª Margarita se sentiría muy feliz al conocer la
aparición de una película sobre Lope de Vega, que no se nos
muestra al gran Lope “Fenix de los ingenios”, sino más a
“Lopillo” (aún antes de que lo sellara Góngora), un joven
que regresa de la Armada a la Corte y de la guerra al
amorío: se centra “Lope” en algunas de sus primeras
peripecias teatrales, poéticas y sentimentales, aunque
tuvieran gran trascendencia en su vida posterior, sus versos
a “Filis”, sus pendencias y libelos, su destierro…
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