CEUTA.- Hacía diez años que el arquitecto Juan Miguel
Hernández León no pisaba Ceuta, ciudad que conoce no
obstante desde hace veinte y en la que es autor de varios
proyectos, entre ellos, los de restauración del Conjunto
Monumental de las Murallas Reales, un proceso que comenzó en
los años 90 y aún hoy inconcluso. En esta entrevista habla
no sólo del paisaje ceutí, sino también de la relación de la
ciudad con su entorno, pues el Estrecho es el lugar elegido
este año como objeto de estudio del Laboratorio que dirige
dentro del Máster en Proyectos Arquitectónicos Avanzados de
la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la
Universidad Politécnica de Madrid. Ese es el motivo que le
ha hecho regresar a la ciudad.
Pregunta.- ¿Cuál es el objetivo del viaje que están
realizando por Cádiz, Ceuta y el norte de Marruecos?
Respuesta.- Entendemos que en la arquitectura y en las
intervenciones sobre el territorio hay que entender bien la
atmósfera y el carácter de los lugares, no se puede trabajar
en abstracto, en un despacho encerrado. Ni siquiera la
cartografía y los planos dan unas dimensiones..., son menos
objetivables que la experiencia, las sensaciones que uno
tiene en determinados sitios. Por eso nos parece fundamental
empezar con un viaje. En cada ciudad estamos con
profesionales y responsables municipales que van a explicar
sus características, historia y desarrollos.
P.- En Ceuta, el arquitecto de la Ciudad les ha explicado
su devenir desde el origen geológico. Como decía su
compañero Darío Gazapo es un lugar estratégico.
R.- Es un lugar de los grandes mitos, de las grandes
culturas, grecolatina, etcétera. Javier ha empezado por esos
temas de la dimensión simbólica, que es importante también,
pues todos los espacios al final hablan de la historia, de
los mitos, las leyendas. Después ha dado una explicación
mucho más técnica de los desarrollos urbanísticos, de las
transformaciones. A mi me ha tocado intentar explicar de una
manera muy rápida las ideas que había detrás de mi proyecto
de intervención en las Murallas.
P.- La relación del paisaje natural con el cultural es
evidente.
R.- Yo diría que no hay paisajes naturales, porque un
paisaje es una construcción mental y por tanto pensar que
hay algo fuera de nuestra capacidad de estructurar o crear
un relato sobre un determinado territorio no es verdad,
fuera sólo hay caos. Son las personas las que van
construyendo un relato sobre el paisaje. Por eso toda
dimensión paisajística o territorial tiene esa dimensión de
construcción sentimental, intelectual, histórica, de quienes
lo han ido habitando.
P.- ¿Y qué hay de la relación entre las dos orillas del
Estrecho, de lo muchísimo que tienen en común?
R.- Al laboratorio este que se va a desarrollar a lo largo
del año le llamábamos de una forma genérica el espejo en el
Estrecho. El espejo es lo que refleja tu imagen y en cierto
modo la construye, y culturalmente la cercanía, la distancia
física entre las dos orillas, al mismo tiempo supone una
enorme brecha desde el punto de vista cultural e incluso de
comprensión. Es como si de un lado se mira al otro y
vicerversa, pero lo que ves es tu imagen reflejada en el
espejo.
P.- Tan cerca, tan lejos, ¿no?
R.- Sí, porque se construyen clichés, el otro se convierte
en un cliché en esta mirada que está confundida, porque en
el fondo es tu propia imagen la que está reflejada. Este es
un poco el argumento para que los alumnos entiendan, desde
la cercanía física, las lejanías que pueden existir sin
necesidad de que el territorio sea enorme o inmenso. La
arquitectura o las intervenciones sobre este territorio
deberían ser capaces o intentar generar conexiones, romper
esos espejos para que ambas orillas, formas de vida,
creencías, ideologías, etcétera, establecieran contactos.
P.- Cuando uno recorre las dos orillas se da cuenta del
ir y venir que ha habido a lo largo de la historia entre una
y otra.
R.- Un ir y venir constante, de hecho el mundo se mueve, ha
pasado por varias ficciones de estabilidad, primero, que la
Tierra era plana, se comprobó que no; luego una de las
grandes ficciones, esa concepción casi metafísica que
tenemos del mundo, es que es estable, cuando se mueve
(...).Por tanto, esos ires y venires de las pautas
culturales también existen, y más en el Estrecho.
Posiblemente mucha de la historia de España..., no hay que
esperar siquiera a la venida de los Omeyas, a Al Andalus,
sino que los bereberes llegaron al País Vasco. Esos flujos,
esos intercambios, han existido siempre y a veces las
superestructuras ideológicas tienden a crear esos mitos de
origen que son desde mi punto de vista completamente falsos,
basados en separaciones radicales, en diferenciarte del
otro.
P.- Una de esas construcciones artificiales es la
frontera, que tan determinante resulta en Ceuta.
R.- Es una construcción artificial porque es evidente que no
pertenece al territorio, que es un continuo.
P.- Y en este caso, ha ido creciendo, como bien sabe
usted, que conoce la ciudad desde hace 20 años.
R.- Son como vasos comunicantes, toda frontera se va
densificando y volviendo más dura cuando los grados de
desarrollo van generando mayores brechas entre países. En
Europa las fronteras desaparecieron no sólo por una
necesidad política, sino porque se va equilibrando la
capacidad de reclamo entre unos y otros, los niveles de
desarrollo son parecidos y por eso aparece la libre
circulación.
P.- ¿Cómo romper esas barreras?
R.- Con el desarrollo económico y cultural. En el momento en
que Marruecos tenga un desarrollo equivalente al de Europa,
y espero que lo tenga, seguramente no serán tan duras.
P.- Ceuta ha perdido parte de su patrimonio
arquitectónico, por ejemplo, muchos edificios modernistas.
¿Qué la caracteriza?
R.- La mejor cualidad de Ceuta es su condición geográfica,
tiene una topografía, una geografía maravillosa, el paisaje
tiene tanta fuerza en esta ciudad que incluso es capaz de
superar las agresiones que históricamente ha tenido que
sufrir, en este caso urbanísticas o arquitectónicas. Esa es
su fuerza y cualquier persona sensible lo capta
inmediatamente. Ese es el carácter, es como yo entendí las
Murallas, como una parte de la geografía, casi una
construcción geológica, porque conforman el paisaje. Eso es
lo que tiene que apreciar la ciudadanía y la forma de
entender esta ciudad: es el monte Hacho, el istmo y el
territorio interior, esa continuidad del paisaje, las
bahías, ese transatlántico entre dos mares es lo más
maravilloso de esta ciudad, y en cierto modo toda la
arquitectura que se haga tiene que entender esa dimensión.
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