Es algo que cada día se lleva más
y, en teoría, es una medida perfecta, de no ser porque esa
perfección que aparece “en los papeles” o “en los
despachos”, una vez traspasada a la realidad, tiene muchas
lagunas.
Estamos en plena época de caza, una vez que se ha abierto la
veda, y los aficionados a la caza, cada día de los
permitidos para poder cazar, salen al monte dispuestos a
abatir cualquiera de las piezas que se les coloquen delante
de sus escopetas.
Es una afición, un entretenimiento, posiblemente un deporte
y, no creo que vaya en contra de los animales, ni siquiera
en contra de algunos de aquellos que han abatido.
Y no es eso, porque el cazador, digo el cazador no “el
ladrón del monte”, sabe cuando, donde y como tiene que
comportarse para abatir una pieza. No sale a cazar por
cazar, sale a otra cosa.
El verdadero cazador no va en busca de lo que salga, él sabe
cuando tiene que disparar y cuando no es una pieza apta para
ser abatida, en aquel momento.
Por eso, cuando hay ciertos cómplices del esperpento
proteccionista sin más, alguno de esos que se auto define
como protector de los animales, sin conocer las especies que
intenta proteger y sin haber salido al campo y comprobar in
situ cual es el hábitat, para bien o para mal de ciertos
animales, a esos hay que decirles que las nuevas progresías,
el palabreo rutinario, que tanto viste, lleva, a diario, a
hacer el ridículo en cada una de las palabras que sobre este
asunto pronuncian.
El ambiente de la protección de ciertos animales surgió, muy
especialmente, cuando Rodríguez de la Fuente, con unos
medios que otros muchos no habían tenido, filmó varias serie
de animales en su hábitat, que para la mayoría de los que
los veíamos, yo incluido, representaban un mundo,
totalmente, desconocido.
El colorido, la televisión ya en color, y unas imágenes muy
bien elaboradas ponían al espectador del lado de lo que
dijera el propio Félix.
Con él, no con otro, apareció la defensa a ultranza del
lobo, como si fuera un animalito inofensivo, cuando se trata
de uno de los seres más dañinos que uno puede encontrar.
La defensa del lobo, en un despacho, o en un documento,
queda muy bien, pero no debe resultar tan agradable a un
ganadero de Castilla o de cualquier otra comunidad, cuando
este “bienhechor animalito” cae sobre su rebaño de ovejas,
por ejemplo, y no se para en llevarse una o dos, sino que
destroza todo lo que hay allí, la riqueza de una familia,
lograda a través de varias generaciones.
Otro tanto sucede y de esto si que están al día nuestros
cazadores, también aquí en Ceuta, con el ámbito en el que se
mueven los jabalís.
¿Se puede pedir una defensa a ultranza del jabalí?. Como
piezas para que no se extinga la especie, vaya, pero no
mucho más, por cuanto nos encontramos ante otro tipo de
animal dañino que además de maltratar la caza es un peligro,
incluso, para los perros de los propios cazadores.
He querido traer hoy esto a mi columna, cuando no ha hecho
más que abrirse la veda, para animar a los cazadores, a esos
que protegen y no destrozan las áreas que recorren, aunque
hay quien confunde destrozar la naturaleza con haber abatido
alguna pieza que el propio cazador va a saborear con sus
amigos. Para mí, protección a los animales, sí, pero no a
cualquier precio, para que sirva de adorno.
|