Tras la caminata a prima mañana,
porque es necesario combatir las horas que uno permanece
sentado, me quedo en casa durante la festividad de la Virgen
del Pilar. Y alguien, que esperaba encontrarme en algunos de
los sitios que suelo frecuentar, al no verme, decidió
telefonearme.
-Te he llamado, Manolo, dice mi comunicante, para
ponerte al tanto de que Juan Vivas, de aquí a nada,
pondrá entre la espada y la pared a otros cargos políticos.
Ya que les hablará de la siguiente manera: “Mira, fulano, o
fulana (sin el menor sentido peyorativo, líbreme Dios), he
pensado que lo mejor para ti y para el Gobierno y para
nuestro partido sería que tú decidieras cesar. Quiero decir,
que sería una bendición del cielo para mí, oírte decir, ya
mismo, que has decidido no continuar prestando tus
servicios, porque has llegado a la conclusión de que no vale
estar desempeñando un trabajo por inercia. Sin ilusión.
Incluso, como detalle de buena voluntad, debido a los años
que llevas viviendo de la sopa boba, me sería muy grato que
dijeras lo necesario que es que tu puesto sea ocupado por
otra persona que venga atiborrada de iniciativas nuevas y
generosas”.
-Oye, tú, haz el favor de no tomarme el pelo, contándome
semejante milonga. Y, mucho menos, en el Día de la
Hispanidad. Pues Juan Vivas no suele discursear así cuando
quiere quitarse de en medio a quienes han abusado de su
confianza. Y cuyos nombres estarán ya apuntados en la
libreta de los dirigentes de la coalición “Caballas” para
usarlos, dentro de unos meses, como arma arrojadiza contra
el presidente de la Ciudad.
-O sea –responde mi interlocutor-, que en esta ciudad, por
lo que dices, nadie conoce mejor que tú cómo actúa Vivas en
casos así.
-No; yo solamente he dicho que Vivas no habla así, como tú
me has contado, cuando le propone a alguien que se despida
del tajo y sin derecho a decir esta boca es mía. Vivas,
créeme, propone el asunto de manera bien distinta y que en
algún momento, con más tiempo y más espacio, no tendré el
menor inconveniente en remedártelo. Ya que no es la primera
vez que lo hago, ni será la última, cuando en una sobremesa
puede resultar asunto de interés. Sin que, por tal motivo,
sufra ninguna merma el crédito político y humano de Vivas
Lara. Faltaría más. Es más, me atrevería a anticiparte que
si el presidente de la Ciudad disfrutara de la oportunidad
de ser testigo de cómo le imito en semejante trance, a buen
seguro que el ataque de risa le vendría muy bien como
terapia para combatir los alifafes que lo vienen acosando
ya, debido al desgaste psíquico y físico, que ocasiona estar
en el poder durante tantos años.
-Tras lo que me has dicho, Manolo, tengo la impresión de que
voy a quedar como un embustero ante ti. Y no es así. Porque
lo que yo he querido anticiparte, para tu mejor conocimiento
de la cosa, es que habrá más diputados que se verán
obligados a seguir el camino emprendido por el que hasta
hace nada era consejero de Gobernación. Aunque reconozco que
mi imitación de cómo Vivas afrontará esa papeleta, quizá por
adornarla, haya sido total y absolutamente distinta a la
forma en la cual se conducirá el presidente, llegado el
momento. Que será más pronto que tarde. Ya que las
elecciones están a la vuelta de la esquina. Y a los
adversarios políticos, en este caso, enemigos acérrimos de
JV, no hay que darles ni agua.
Di las gracias al informador, y le dije que lo había creído.
|