Cuanto más cercana al interno es la persona que le transmite
la información sobre el uso de drogas, la sexualidad o el
sida, más eficaz puede llegar a ser el objetivo de la
prevención. Por eso la asociación ‘El Rumor’ lleva dos años
consecutivos poniendo en práctica en la prisión de Los
Rosales su programa de formación de mediadores de salud. Un
programa que coordina el experto en ‘counselling’ Abel
García, que defiende el poder de los iguales para hacer
llegar la información preventiva hasta los espacios más
inaccesibles de la prisión, como las celdas, donde la
intervención de funcionarios, personal sanitario o cualquier
persona ajena al grupo de los reclusos no podría nunca
resultar tan eficaz.
Pregunta.- La semana pasada comenzó el curso de
mediadores de salud en la prisión, ¿en qué consiste esta
iniciativa?
Respuesta.- Es el segundo año consecutivo que se desarrolla
este programa y es un curso dirigido a un grupo mixto de
internos e internas, aunque este año se han hecho dos
grupos: el mixto y otro que de bajo umbral o de pocas
expectativas, para gente que no participa normalmente en
actividades de la prisión, que no está cumpliendo ninguna
función dentro la prisión, como economato, cocina, etc, y se
trata de motivarles para que entren a formarse y prepararse
como mediadores de salud. El grupo tiene una media de 25
personas, que se puede quedar en 22 en dos meses por las
peculiaridades de la prisión, porque queden en libertad... Y
la idea es trabajar sobre todo en conductas e información
sobre ciertas áreas, como pueden ser las drogas, el sida, la
sexualidad o la resolución de conflictos. Todo ello
trabajado a través de habilidades de comunicación. Lo que se
entiende como ‘counselling’ o asesoramiento informado:
escucha activa, guardar turno de palabra, aprender a hablar
en público, a escuchar...
P.- ¿Qué resultados han dado los mediadores de salud que
se formaron el año pasado?
R.- Es muy pronto para valorar una actividad que es además
de periodo corto. Cuando lo venía trabajando anteriormente
en Santoña llevábamos ya cuatro años. Y las expectativas las
vas viendo cuando la gente sigue participando en el grupo y
cuando ellos mismos empiezan a ser mediadores de salud, que
es el objetivo final del programa: ellos mismos empiezan a
transmitir información allí donde no llegan ni funcionarios,
ni sanitarios ni ninguna otra persona. Cuando están en la
celda. Cuando se está produciendo realmente un intercambio
de jeringuillas o cuando están hablando de temas sexuales y
puede introducir información dentro de esa conversación.
P.- ¿Existe ya en Los Rosales algún interno que pueda
considerarse mediador de salud?
R.- El viernes empezó el curso y mi sorpresa es que había
tres del curso anterior. Se trata de gente que ya ha
recibido una formación y ya puedes empezar a contar con su
participación dentro del medio penitenciario. Es la
formación entre iguales que se viene utilizando no solamente
en prisión sino también en centros de drogodependientes y
centros similares, y en asistencia, sobre todo, en
enfermedades oncológicas. Vemos así que la persona se ve
como un igual y la referencia es mucho más cercana. Por
ejemplo, entre jóvenes, cuando un amigo tuyo te está
facilitando información sobre sustancias adictivas o bien
sobre sexualidad, uno se siente más cercano y está más
abierto que cuando esa información te la proporciona un
profesional, que se percibe más lejano.
P.- ‘El Rumor’ está especializado en la prevención del
sida y la atención de las personas seropositivas, ¿cómo se
afronta este problema en la cárcel de Ceuta?
R.- La verdad es que en la incidencia en la ciudad es más
bien baja. En Los Rosales se puso en marcha un programa de
intercambio de jeringuillas y actualmente no se está
haciendo porque no hay nadie que intercambie. Y es más,
gente que viene de otras prisiones y podría estar en un
programa de este tipo tampoco lo utiliza aquí. Ya sabemos el
perfil tan diferente que hay de la parte sur de España a la
parte norte. En el norte la heroína se consume más por vía
intravenosa que en la parte sur, que se consume más fumada o
inhalada.
P.- ¿Y la cuestión de la transmisión sexual?
R.- Estamos otra vez en lo mismo. Los conceptos que tenemos
en la calle son los mismos que los que tenemos en prisión. Y
los prejuicios que hay en la calle hacia el uso de
preservativos se mantienen en prisión. Sin embargo, al ser
esta un espacio cerrado puede haber un factor que juega a
nuestro favor a la hora de prevenir, y es que si conciencias
a una persona que está dentro de la cárcel, a la hora de
hacer un vis a vis puedes poner en sus manos una serie de
métodos y herramientas preventivas a los que no llega en la
calle. El espacio cerrado, al trabajar en grupo, lo que te
permite es dar una información a un colectivo que en la
calle se mostraría muy inaccesible. Gente que en la calle
está desestructurada o bien por las drogas, o bien por la
delincuencia o bien por cualquier tipo de problema de
marginación que no te permite dar información o, al menos,
no tan continuadamente como un grupo de prisión.
P.- ¿Les preocupa a los presos su salud?
R.- Lo que sí son conscientes es del problema que hay y en
la calle ni han nacido ni posiblemente mueran. La prisión la
pueden utilizar de dos formas: o simplemente pasar el tiempo
hasta que tengan su orden de libertad o utilizar el tiempo
para formarse y prepararse en ciertas áreas. Por eso trato
no sólo de llevarles mucha información sobre drogas o sida,
primero que aprendan habilidades de comunicación y puedan
formarse una opinión propia de las cosas.
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