Atendiendo la otra noche a ‘El gato al agua’, escuché por
boca de uno de los contertulios que Japón, con cerca de 150
millones de habitantes, cuenta con la misma cantidad de
funcionarios que España, cuatro millones. Sin entrar en
valorar las razones, la cifra, cuanto menos, es preocupante.
Este país se ha convertido en una colmena de abejas, donde
casi una de cada cuatro personas trabaja para el estado; las
autonomías se funden alrededor de dos tercios del dinero
estatal para producir deuda; y muchos jóvenes solo piensan
en ligar sus títulos universitarios a oposiciones que les
salven de crisis venideras. Se supone que este país
prostituido por tanto nacionalismo y tanto político corrupto
está basado en un sistema solidario de regiones y, sin
embargo, vemos que cada uno arrima el ascua a su sardina y
aquí lo que es mío no lo comparto ni con mi madre aunque
viva en la acera de enfrente. Lo dijo el gobernador del
Banco de España hace unos días: a las comunidades autónomas
les falta más vergüenza y les sobra caradura. En Andalucía,
los altos cargos se cuentan por teléfonos móviles, nada
menos que 37.000 facturas pagamos los carajotes de siempre,
los del sur, los de la tapa y la siesta. En Ceuta, también.
Hasta el viceconsejero de la rama más fútil cuenta con
chófer particular, dentro de una población de 77.000
habitantes y con unas aspiraciones funcionariales que dan
hasta grima. Mientras, las naciones dentro de la nación y
mentiras como Montilla (el charnego renegado), se pegan la
gran cena a costa del resto de españoles y, encima, con eso
de que boicotean cada cuatro años el parlamento, repiten,
piden postre y no dejan ni propina. En la otra parte, los
empresarios, que se parten la cara a diario dirigiendo sus
empresas, son agradecidos con vídeos sindicalistas cínicos y
barriobajeros. Eso sí, que no falte su contribución mensual
en concepto de solidaridad. Y a los ricos les premian sus
logros profesionales con otra subida de impuestos
‘solidario’. La pena es que, se vote a quien se vote, aquí
no hay más que lazarillos a los que España les importa un
carajo y las autonomías se han convertido ya en una merienda
de negros.
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