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OPINIÓN - LUNES, 11 DE OCTUBRE DE 2010

 

OPINIÓN / LAS NOTAS DEL QUIM

Los chollo de los premios nobel
 


Quim Sarriá
quimsarria@elpueblodeceuta.com

 

No logro dormir. El tapón mucolítico de mi nariz es culpable de solemnidad. No tolero la mucofagia porque se transformaría en un transtorno obsesivo-compulsivo.

Respirando aires de La Garrotxa me ha venido bien mientras andaba por esa comarca, llena de cráteres volcánicos y paisajes bucólicos dignos de figurar en cuadros de insignes pintores.

Pero nada más regresar a la zona multiusos de Catalunya, o sea al área metropolitana de Barcelona, el ambiente climático me la vuelve a jugar.

Gran diferencia entre los cielos de La Garrotxa y del Barcelonés. Claro y diáfano el primero, purulento y terriblemente contaminado el segundo.

Tan contaminado como los premios Nobel, preferentemente los destinados a la Paz, que no dejan de ser, pese a todo, una tremenda burla hacia la humanidad.

Con honrosas y escasas excepciones, el Premio Nobel de la Paz ha ido siempre a quienes nunca promulgaron la misma.

Desde intentos de concedérselo a Hitler y Stalin –no lo consiguieron por décimas de voto- hasta concedérselo a un recién elegido presidente de los EE.UU, por solo mover las manos asegurando que lucharía por la paz…, ser el primer presidente negro tiene sus ventajas.

Pero, ¿ustedes se han creído eso? ¿Qué el inventor de un polvo que mató a millones de seres humanos conceda premios a la Paz? Y no precisamente a polvos.

¿No se dan cuenta de que es un incentivo hacia quienes siguen fomentando la patente de su inventor?

Los noruegos no pueden olvidar su pasado vikingo.

Si no clasificamos, esas decisiones de premiar a gente alejada de la Paz, como chocherías de unos viejos aferrados al pasado…, solo podríamos decir: ¡Qué locos están esos noruegos!, como suele exclamar cierto personaje de Albert Uderzo y René Goscinny en referencia a los romanos de su tiempo.

Buenos son diez millones de coronas suecas, aunque este, el de la Paz, sea el único premio que se otorga en Noruega, tal vez para disimular el sonrojo de los suecos.

Los noruegos suelen tener cara de palo.

Quienes verdaderamente se lo merecían… ni póstumamente lo fueron. Un ejemplo: Ghandi, ¡claro!, no vendía ni un balín.

Confundir la Beneficencia con la Paz es de morlacos demasiado tocados. Lo digo por la concesión de premios a la Cruz Roja y Teresa de Calcuta, entre otros, que no lucharon por el restablecimiento de la paz, sino por el restablecimiento de heridos y hambrientos. Y si se lo dieron, era con intentos de disimular el verdadero cariz del premio, de vez en cuando.

Lo mismo al concederlo por asuntos climáticos… ¿qué tiene que ver el cambio climático con la Paz?.

Pero esto es un pretexto.

No se encuentran cada año gente verdaderamente involucrada por la Paz.

Han de inventarse otros motivos para concederlo.

El inventor del polvo más mortífero de la historia, de esta bola conocida como Tierra, consiguió plasmar en su testamento el remordimiento que lo atosigaba cargándolo a sus sucesores que, pese a todo, siguieron enriqueciéndose con la minería y, sobretodo, con la guerra.

Pero sus sucesores carecen de remordimientos. Cínicos en grado sumo, dan los premios a quienes siguen beneficiando sus arcas y. más aún, al arca de La Parca.

Simple cuestión de mercado.

Los comerciales luchan por las comisiones.

Diez millones de coronas son algo más que un aliciente.

Yo me conformaba con uno.
 

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