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OPINIÓN - VIERNES, 8 DE OCTUBRE DE 2010

 

OPINIÓN / EL OASIS

La destitución de Rodríguez Gómez
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Me declaro, una vez más, un autodidacto que sigue siendo lector empedernido de los artículos que nos dejó el maestro Fernando Lázaro Carreter en dos libros memorables: ‘El dardo en la palabra’ y ‘El nuevo dardo en la palabra’. Ambos situados en sitio preferente de los anaqueles de mi modesta biblioteca. Con el fin de evitar, en la medida de lo posible, “no desalojar el significado castellano para hacer decir a los vocablos lo que no dicen”.

Por tal motivo, cuando he oído y leído que Juan Vivas ha cesado a José Antonio Rodríguez Gómez, consejero de Gobernación, he pegado un respingo. Y es que, por más que lo intento, no me entra en la cabeza que algunos informadores yerren a conciencia usando el verbo equivocado. Porque sí. Porque a ellos -y a ellas, perdón- les desagrada el vocablo destituir. Se les ha atragantado, quizá por ser transitivo, y andan colados por cesar. Que, siendo intransitivo, es el que corresponde adjudicar a una persona que ha decidido dejar su empleo o su cargo a voluntad propia; bien por edad, enfermedad o porque estaba hasta los mismísimos de soportar al jefe de turno o a la vecina del quinto. Vaya usted a saber.

Al grano: José Antonio Rodríguez ha sido destituido en toda regla. Lo cual se veía venir. Por lo tanto, la destitución de Rodríguez, esperada por mí, no me ha causado ningún sobresalto. A Rodríguez, aunque con buenas palabras y la mesura que le caracteriza, Vivas le ha dicho que había llegado la hora de que renunciara a su cargo de consejero de Gobernación. Que se diera ya por despedido. Y que hiciera el favor, por el bien de la causa y del suyo propio, quiero decir por el bien del aún diputado Rodríguez, de pirarse contento y guardando un silencio respetuoso. A cambio, le prometía que el motivo del despido iba a ser aireado eufemísticamente. Y así ha sido.

Veamos: a Rodríguez Gómez, según versión oficial, se le pone de patitas en la calle “por cuestiones de oportunidad y conveniencia”. A causa de “determinadas disfuncionalidades en los servicios y tensiones con los representantes sindicales del área”. Toma del frasco, Carrasco. Que hubiera dicho, de estar entre nosotros, mi admirado Jaime Campmany.

Yo tuve la oportunidad de tratar a JAR durante una temporada. Y pude comprobar, en ese espacio de tiempo, que el hombre disfrutaba de la suerte de tener como mentor a Pedro Gordillo. Quien sólo le pedía lealtad y que, de vez en cuando, lo paseara en moto por la ciudad. Así que todo le fue viento en popa mientras la cosa transcurría por esos cauces. A pesar de que Rodríguez era cortito como político. Si bien ponía todo el empeño del mundo en mostrar sus conocimientos callejeros. Y así lo destaqué en ocasiones. Me consta, sin embargo, que Gordillo le recriminó varias veces a Rodríguez sus malas junteras. Y por ahí comenzaron a distanciarse. De cualquier manera, yo ya sabía desde el 14 de septiembre pasado, que el consejero de Gobernación iba a ser destituido. Y lo sabía de buena tinta. Pero cumplí mi palabra de no decir ni pío del asunto.

El lunes pasado, y sin ánimo de presumir, también pude adelantar que Rodríguez iba a sentir en sus propias carnes el mismo trato recibido por Gordillo: su mentor. Pero me abstuve por el bien de la institución. A partir de ahora, mis respetos para el consejero destituido. Por lo del árbol caído...
 

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