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OPINIÓN - JUEVES, 7 DE OCTUBRE DE 2010

 

OPINIÓN / EL OASIS

Aconsejan a la baja y además yerran
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

He escrito de él en ocasiones. Menos de las que merecía el personaje, desaparecido hace ya la friolera de 28 años. En cuanto me veía alicaído, Pepe Jiménez “Bigote” hacía uso de la chistera de su larga vida y no dudaba en sacar de ella anécdotas que por sorprendentes, y bien contadas, me iban suavizando el ceño. Y, sobre todo, lograban cambiarme la faz. Porque tener arrugado el entrecejo mucho tiempo es signo inequívoco de mala educación.

Bigote, curtido en mil batallas para poder comer en aquella España de posguerra en la que el hambre reinaba con luz propia por doquier, era capaz de contar pasajes vividos, revestido de una seriedad serena y sin el menor asomo de impostura. Bigote tocaba las palmas y hasta se cantaba y se bailaba lo justito. Así que actuó un tiempo con Rafael Farina. El Beni de Cái, que también había acudido a Madrid a ganarse los “grabieles”, no dudó en pedirle a Bigote que le acompañara en sus fiestas nocturnas. Y de lo que le había ocurrido en ellas, extraía mi amigo historietas que, cuando me las contaba, me devolvían la alegría que cualquier contratiempo hubiera podido cercenar.

Lo que le sucedió con Ava Gadner, en cuanto salía a relucir me desataba tal risa que me veía obligado a tener que sujetarme la botarga con las manos. Era empezar la narración, Pepe Jiménez “Bigote”, enorme contador de cosas, y olvidárseme ya todas mis tribulaciones. Ocurrió que una noche, Beni, Ramón Vélez -bailaor- y Bigote fueron contratados para divertir a la actriz estadounidense, en un local cerrado para ellos. A la actriz, tan caprichosa como conocida en aquellas noches madrileñas de juergas flamencas, no le hizo el menor tilín la presencia de Bigote. Desde el primer momento se dirigió a él para tildarle de feo. Y Bigote, que era de armas tomar, prefirió abandonar la escena antes de dar el espectáculo.

Cuando llegaron Beni y Ramón a la pensión, despertaron a Bigote para comunicarle que, como buenos amigos que eran, procederían a repartirse las quinientas pesetas de la época, que la diva les había pagado por distraerla. Inmediatamente, Bigote puso encima de la cama otras quinientas pesetas, ante la extrañeza de ambos. Y les explicó que se había tomado el atrevimiento de coger del bolso de la actriz la cantidad que él consideraba que podía saldar la deuda por la ofensa que le había inflingido la Gadner. Era una gozada, créanme, oírle contar a mi amigo el relato. Y, desde luego, había que estar siempre muy atento a sus consejos. Cuando me veía muy crecido, debido a un éxito pasajero, trataba de devolverme a la realidad.

-Mira, Manolo, me decía: A ti no te caben los cojones entre las piernas; y eso hace tu desgracia porque te envidian todos... Hay que llevar un ten con ten y ser más jesuita.

Debo recordar que Pepe Jiménez ‘Bigote’ era un lector compulsivo, y se le notaba el sustrato que anidaba en su interior.

Lo contado, puede interesarles, creo yo, a varias de las personas que están subidas actualmente en el pináculo de la fama. Personas de aquí. De Ceuta. Así que les vendría muy bien que alguien les recordara lo de a ustedes no les caben los cojones entre las piernas... Claro que, para ese menester, harían falta varios Pepe Jiménez ‘Bigote’. Y no vulgaridades que aconsejan a la baja y yerran casi siempre.
 

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