Decir públicamente que he hecho
las paces con Juan Vivas ha propiciado que se me
pregunte en la calle cuando decidí romper las relaciones con
el hombre más poderoso de esta tierra. Y no he tenido el
menor inconveniente en responder que pudo deberse a una
metedura de pata de algún asesor del presidente de la
Ciudad, en un momento determinado.
Los asesores de los políticos, antes llamados validos, a
veces no se dan cuenta de que se les paga para que acierten
en sus consejos más que yerros puedan cometer. Pagarle a
alguien un sueldo de aquí te espero para cometer errores de
bultos son ganas de malgastar tiempo y dinero. Posiblemente
tal situación se produce porque en la trastienda se cuecen
absurdos. Por mor de relaciones entre mujeres que conducen
al fracaso de los hombres que ocupan cargos importantes.
A Juan Vivas, lo he dicho hasta la saciedad, lo conozco
desde hace la friolera de veintitantos años. Y, desde luego,
nunca me he cortado lo más mínimo en proclamar que en su
forma de ser los claroscuros se suceden sin solución de
continuidad. Luces y sombras en un político que ha sabido
ganarse el aprecio de una mayoría de ciudadanos que le vota
sin la menor duda.
Aun así, es decir, por más que los defectos humanos de Vivas
vayan siendo visibles, cada vez más -no en vano va a cumplir
una década como presidente-, no tengo el menor reparo en
airear que es una suerte contar con él para que continúe
dirigiendo los destinos de una ciudad compleja y en
bastantes ocasiones enrarecida por medio de unos tontos –y
tontas- útiles que escriben al dictado de unas personas que
no tienen el menor inconveniente en atentar contra las
instituciones con el único fin de sacar provecho de las
circunstancias negativas.
Vivas, a medida que se van acercando las elecciones
autonómicas, vuelve a dar pruebas evidentes de estar más
espabilado que nunca. Y he llegado a la siguiente
conclusión: el presidente de la Ciudad está dispuesto a
guillotinar políticamente a todos los cargos que hayan
metido la mano en la caja. Y, naturalmente, tampoco tendrán
posibilidades de continuar en el machito de la comodidad
quienes crean que son merecedores de ocupar unos puestos
donde ganan mucho dinero sin el menor esfuerzo.
Sé, porque he tratado a Vivas mucho tiempo, que a él le
desagrada enormemente que estas cosas se propalen. Y mucho
más si la propalación se hace desde esta columna. Por causas
que debo silenciar. Pero uno, debido a los años que tiene,
sabe perfectamente que puede permitirse el lujo de escribir
lo que desee en ciertos momentos.
Y el momento actual es el más idóneo para decir: JV volverá
a ganar las próximas elecciones con mayoría absoluta y sin
bajarse del autocar. Frase que en su día puso de moda el
inefable Helenio Herrera. Tras lo dicho, debo
advertirle a Vivas de algo que se está convirtiendo en una
rémora para él: lo mal que le dejan en bastantes ocasiones
los comportamientos de quienes están encargados de sus
relaciones públicas. El consejo –que es gratis-debe ser
atendido. De lo contrario, de nada vale que usted gane las
elecciones, señor presidente, cuando lo primordial consiste
ya en pasar a la posteridad como el mejor político de esta
tierra. Y está a nada y menos de conseguirlo. Aplíquese,
pues, a la tarea.
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