Y el acontecimiento sabatino despertó expectación. No había
más que ver los alrededores de la iglesia de Nuestra Señora
de África repletos de invitados y de muchos otros que no lo
eran, deseando ver la llegada de los novios, cuando faltaba
nada y menos para que se hiciera la noche.
La sonrisa de la novia cautivó inmediatamente. Y a mí,
cuando alguien me preguntó al respecto, se me ocurrió
contestar con una frase que tomé prestada de un poeta:
“Obtener la sonrisa es un milagro”. El milagro de Inma era
de satisfacción. Por tal motivo, la sonrisa de Inma Muñoz
Tinoco fue contagiosa. Lo cual permitió que la noche
tomara vuelos de fiesta grande, en un marco sensacional,
como es el siempre incomparable jardín del Hotel Parador La
Muralla.
Inma, además, lucía cuerpo de sobra para pasear con garbo un
traje sensacional. En suma: la belleza serena de la novia y
su incomparable sonrisa, perdonen la insistencia, ha pasado
ya a la posteridad, como el mejor regalo que recibimos los
que tuvimos la suerte de ver a Inma y Fabio poniendo
la rubrica a ese comienzo de amor que tan bien reflejado
quedó en un tríptico con el que los invitados a la boda
fuimos obsequiados.
Francisco Antonio González es de los que esperaban la
salida del templo de los contrayentes. Le felicité por su
nuevo cargo. También le di la enhorabuena a su mujer:
Adela Díaz. Ambos se mostraron eufóricos. Pacoantonio,
antes de que se me olvide, ha sido nombrado comisario de la
Fundación Ceuta Crisol de Culturas 2015. Atrás quedaron 17
años de entrega absoluta como diputado en el Congreso. El
nuevo comisario me habló muy bien de Francisco Márquez,
su sustituto en las Cortes Generales. Testigo de la
conversación fue el delegado del Gobierno, José Fernández
Chacón. Reunión a la que pronto se sumó Antonio Gómez,
director de Él Pueblo de Ceuta’, y Mari Carmen, su
distinguida esposa.
A Francisco Márquez no pude preguntarle al respecto. Ya que
o bien no estuvo en la boda o yo no le vi. Me inclino por lo
primero. Pues tengo entendido que gusta muy poco de
participar en celebraciones de esta índole. Aunque no ha
mucho hizo un esfuerzo y asistió a una. Claro que pedirle
dos esfuerzos casi seguidos de este tipo a Márquez hubiera
sido ponerle en un compromiso. Y eso no se hace con un
hombre que me han dicho que habla cinco idiomas. Al
enterarme de la facilidad lingüística que tiene el nuevo
parlamentario, me quedé estupefacto.
Pepe Torrado, que se fuma lo que no hay en los
escritos, para no variar, charló conmigo en presencia de
Tere, su mujer. Tere nos dejó para meterse en
conversación con Gloria, mi mujer. Y allá que me armé
de paciencia mientras Torrado me fue contando situaciones
vividas que los dos nos sabemos de memoria. Aunque debo
decir que hablar con Pepe Torrado es siempre un placer para
mí.
Saludé a Sergio Moreno y a Carmen, su mujer,
que estaban a una distancia prudente de la reunión en la
cual yo me encontraba. Cuando de pronto vino a saludarnos la
mujer de José Fernández Chacón. Inmaculada,
tan expresiva como siempre y tan vitalista. Nos encantó
hablar con ella. Y mucho más cuando no tuvo el menor
inconveniente en contarnos anécdotas que hicieron cundir la
risa sin rebozo, entre quienes la solemos escuchar
atentamente.
Benjamín Álvarez, gerente del Instituto Ceutí de
Deportes, llegó a la cita de la plaza de África sonriente y
dispuesto a pasárselo bien. Cada vez que coincido con
Benjamín, dado que es gallego, se me viene a la memoria el
humorismo personalísimo de Julio Camba, el inseguro
de Luis Taboada y el intencionado o trascendente de
Fernández Flórez. Álvarez, sin duda alguna, cuando
está a gustito, y el sábado lo estaba, deja entrever su
humor galaico. Ese que dicen que pertenece a la tradición
enraizada de la sabiduría de los primitivos celtas.
Aproveché la ocasión para saludar a Loli Vivas, mujer
de Benjamín.
A propósito de Vivas: anduve pegando la hebra con
Juan unos minutos, antes de la boda y después de ella, y
no tuve el menor inconveniente en mostrarme guasón con él. Y
cuando hablo de guasa, sé que el presidente de la Ciudad
sabe a qué me refiero. Por cierto, en la primera ocasión que
hablamos me dijo que el Barcelona será recibido como merece.
Y que habrá actos que le vendrán muy bien a tan
extraordinario acontecimiento futbolístico.
Momentos después tuve la oportunidad de pegar la hebra con
Loli Puya, la mujer de Juan Vivas. Y se me
ocurrió decirle que acababa de hacer las paces con su
marido. Y ella no dudó en responderme: “Mira qué bien...,
Manolo”.
Juan Manuel Doncel, consejero de Fomento, pasó por mi
vera y me saludó de manera que me costó poco trabajo
adivinar lo que estaba pensando en ese momento. Aunque es
bien cierto que la mirada de las personas que participan en
la política activa suelen equivocar la mayoría de las veces.
Si bien en esta ocasión, metería la mano en el fuego porque
su mensaje ocular era el que era. Juan Manuel iba con
Gema, su mujer.
A Mohamed Chaib, de quien tantas veces he aireado la
ley que le tengo, le recomiendo que no haga excesos de nada.
Que se cuide. Pues como amigo le quiero lo suficiente como
para desear verle siempre en condiciones físicas
inmejorables. Chaib, como siempre, me mira y asiente. Luego,
claro es, él sigue haciendo lo que le apetece. Normal.
Luis Parrillas, a quien le acompañaba Charo,
su mujer, es un empresario que se ha ganado el aprecio y el
respeto de innumerables ceutíes. Hablando con él estaba, y
con Mario y Lilí, matrimonio procedente de
Algeciras, venido expresamente a la boda, cuando de repente
se dieron el piro y ya no les volví a ver en toda la noche.
Saludé a José Antonio Carracao y a Cristina,
su mujer. Y me dijeron algo que no entendí muy bien. A lo
mejor es que se acuerdan todavía de cualquier error cometido
por mí cuando he hablado del secretario general de los
socialistas de Ceuta. Trataré de informarme.
Minutos antes de que los recién casados hicieran el paseíllo
desde el interior de la iglesia hasta el Hotel Parador La
Muralla, en medio de una expectación inusitada, aún tuve
tiempo de charlar distendidamente y con la alegría
consiguiente, dado que se casaba la hija de un amigo
nuestro, con Pedro Olmedo Fernández, director del
Hotel Parador La Muralla, y con Juanita Arcila, mujer
de Pedro. Con quienes tuve la suerte de compartir mesa en la
cena. Ambos son encantadores. Y, desde luego, la llegada de
Pedro al hotel supuso, en su momento, un soplo de aire
fresco en el establecimiento.
Alberto Gallardo sabe que le tengo afecto. Así que se
aprovecha de cualquier descuido mío para llamarme la
atención en cuanto él cree que me estoy pasando de rosca.
Durante la cena, no falto a la verdad si digo que me llamó
al orden en tres ocasiones. Mi estimado Alberto es
puntilloso. Y a mí me cae la mar de bien. No tan bien, para
no mentir, como a Gloria -mi mujer- y a mí nos cae
Luz Marina: la esposa de Alberto.
Antonio López Fernández, gerente de EMVICESA, estaba
radiante de felicidad. No en vano estaba viviendo la fiesta
junto a muy buenos amigos suyos. A López Fernández, Antoñito
para los amigos, trato de ponerle en un compromiso. Pero él,
que es más listo que los ratones colorados, me pega un
regate que me deja con la cintura quebrada.
Alfonso Conejo y África, su mujer, me contaron
cosas de su veraneo en Cádiz. Y a mí me tocó recordarles lo
bien que me lo había pasado yo en la piscina del Hotel
Parador La Muralla. Isidro Hurtado de Mendoza y su
esposa, Yolanda, también tuvieron tiempo de pegar la
hebra conmigo.
Inma y Fabio hicieron a pie el recorrido de la
iglesia al hotel. Lógico; en vista de que apenas median
veinte metros de distancia entre ambos edificios. Los recién
casados despertaron júbilo a su paso. La emoción de los
suyos subió de tono. Eso sí, aliviada por los piropos que
ambos fueron recibiendo por parte de la concurrencia. Inma
iba agradeciendo las muestras de afecto y simpatía con una
sonrisa inmejorable. “Obtener la sonrisa es un milagro” dijo
el poeta. Perdonen mi redoble de tambor.
A continuación tuve la oportunidad de felicitar a Ángel
Muñoz Vega, patriarca de la familia Muñoz, y por
supuesto abuelo de Inma. No cabía, de ninguna manera,
recomendarle a Muñoz Vega que no se dejara llevar por los
sentimientos. A ciertas edades, créanme, poco importa que
éstos puedan afectar en mayor o menor medida a los alifafes
que ya se tengan. Vuelvo a felicitar a don Ángel. Que está
recogiendo los frutos de una vida donde nada fue fácil. Pero
que ahora está mostrando la mejor cara. Me imagino cuántos
recuerdos pasarían el sábado por su cabeza.
Julián Muñoz estaba eufórico. Julián siempre ha
sentido predilección por su hermano José Antonio. Y
es un defensor acérrimo de la familia. Julián, que nunca ha
dudado en asumir su impulsividad momentánea ante cualquier
prueba de desconsideración recibida, es un tipo abierto que
uno, cuando va conociendo, acaba por apuntarle en la lista
destacada de los conocidos con derecho a ganarse muy pronto
el título de amigo. Si acaso él también lo desea. Julián y
yo aprovechamos un momento para intercambiar impresiones con
Juan Vivas. Y a fe que nos reímos los tres. No olvidé
saludar a Pilar Quero: esposa de Julián.
Ángel Muñoz Tinoco estaba radiante de felicidad.
Ángel se siente como el ángel de la guarda de sus hermanos:
Inma, María, José Antonio y David. Eva,
la compañera de Ángel, tampoco podía ni quería disimular la
alegría que le embargaba. Eva, además, estuvo siempre presta
a proporcionarle toda clase de ayuda a su cuñada Inma. Eva
desparramó su felicidad en medio de un ambiente sensacional.
Por encima de tan grande ambiente, como se vivía en la
terraza del hotel, me llamó la atención la abuela de la
novia, por parte de padre, doña Josefa Serrano. Ni un
gesto de más, en momentos donde los sentimientos afloran y
muchas veces consiguen imponerse a las actitudes de cada
cual. Seguramente, en momentos de tanta felicidad -ahí es
nada festejar la boda de una de las muchas y queridas
nietas-, ella estaría pensando en otras circunstancias que
dejaron huellas en su vida. Vaya, desde aquí, mi
felicitación para doña Josefa Serrano.
África Ávalos, con la que siempre he mantenido una
amistad sincera, me saludó con la efusividad que en ella es
costumbre. África merece ser feliz. Y parece que en estos
momentos lo es. Me puso al tanto de una tienda que ha
montado en sitio céntrico. Y Gloria, que la aprecia
muchísimo, le ha prometido visitarla. Para comprarle,
faltaría más. Mi promesa, en cambio, dentro de mis
posibilidades, fue la de airear las bondades de su
establecimiento.
Me fue imposible, y bien que hubiera querido hacerlo, darles
la enhorabuena a José y Claudio Tinoco; tíos
de la novia. Y es que uno no tiene, todavía, el don de la
ubicuidad. Y, cómo no, me habría encantado conocer a
Aurora Rodríguez: nombre de la tata que no se les cae de
la boca a los Muñoz Tinoco.
Tampoco se me presentó la oportunidad de saludar a los
padres de Fabio. Así que aprovecho esta oportunidad
para darles la enhorabuena a Francisco y a Carmen.
A quien sí pude saludar y felicitar fue a Francisco
Rodríguez Haro: tío de la novia. Y persona que los casó.
Como diácono que es. Me fue imposible hacerlo con su mujer,
Ángela Muñoz. Sin embargo, lo logré con su hermana,
Ana María, al finalizar la cena. Ah, mi más encendida
felicitación a los primos de la novia. Que bailaron como
posesos.
Antes de sentarnos a la mesa para cenar, estuvimos en la
sala de estar del hotel tomando el aperitivo consiguiente.
En medio de un ambiente sensacional, y con la siempre
agradable compañía de nuestros compañeros de mesa -Alberto
y Luz Marina, Antonio Vallejo y Loli, Pedro
Olmedo Fernández y Juanita Arcila-, Jesús
Carretero decidió sumarse a nuestra improvisada
tertulia. Y, por lo visto, se lo pasó la mar de bien.
Aún tuve tiempo yo de hacer algo que estaba deseando:
dirigirme a Maite Ávalos para darle la enhorabuena
por algo que no debo airear. La felicidad de Maite era
evidente. Y, sobre todo, grande era su disfrute al ver a
José Antonio Muñoz convertido en el mejor anfitrión
posible. Y en un padrino que dejó los nervios en el
vestuario. A él, a Muñoz Serrano, sólo me bastó mirarle para
comunicarle mediante un visaje el éxito del acontecimiento.
Un acontecimiento que transcurrió bajo el beneplácito del
mejor clima otoñal. La suerte, que los antiguos se la
achacaban a la divinidad, quiso cumplir su cometido. Y a mí
se me ocurrió augurarle que ésta, la suerte, iba a continuar
hasta el día siguiente. Y así fue...
Éxito rotundo, pues, de una cena para celebrar la boda entre
Inma y Fabio. Él, apuesto, y ella, dado que
elegancia se llama a que nadie recuerde cómo era el vestido
que lucía, dueña de una sonrisa que ha quedado para siempre
flotando en el ambiente de un jardín especial.
Cierto es que al escenario debía acompañarle el buen
servicio. Y a fe que los empleados del lugar cumplieron con
creces. Enhorabuena a todos ellos. Y a su director: Pedro
Olmedo Fernández.
Todo lo aquí contado es de memoria. Y, por ser ésta
considerada la inteligencia de los tontos, uno pide perdón a
todas las personas que haya podido olvidar. Lo que no
olvidaré es el garbo de las mujeres que, canastillas en
ristre, repartieron regalos y llenaron de alegría la
terraza. Fue todo tan sencillo, y tan bien organizado, como
para no callarme lo que es un secreto a voces: hubo
distinción. Distinción silenciosa. Que es la mejor para que
el buen gusto adquiera mayoría de edad.
Se casaron Inma y Fabio: felicidad, pues, para
ellos.
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