Por casi todos, y digo casi
porque, todavía, no me he encontrado a nadie que diga que
ayer ganó algo o fue útil para alguien.
Así es como interpreto yo este 29 de septiembre de 2010 en
el que unos sindicatos que no son de la mayoría, ni
representan a la mayoría del país, hicieron que, por derecho
a la huelga, que existe, pero olvidándose de que, al mismo
tiempo, también hay derecho a trabajar, pararan muchas
personas, algunas de las cuales sin la más mínima apetencia
de hacerlo.
Una Huelga General más, algo que a intervalos de siete, ocho
o diez años se viene repitiendo y que es el azote con el que
los sindicatos fustigan a los presidentes de Gobierno, desde
una de las legislaturas de Felipe González.
Pero la pregunta que nos hacemos los que no pertenecemos a
los sindicatos, especialmente a los de clase, es esta:¿Se ha
logrado algo positivo en alguna de las huelgas generales que
ha habido con Felipe González, con José María Aznar o ahora
con José Luis Rodríguez Zapatero?.
En las anteriores no se logró absolutamente nada, así como
suena, más bien fue un fracaso tras otro, de los sindicatos
y en ésta, todavía es pronto para decirlo, me parece a mí
que se ha conseguido lo mismo que en aquellas otras, esto
es, nada de nada, salvo que mañana desde alguna de las
centrales nos digan que han logrado todo y más de lo que
pensaban.
Crispación, eso sí, aunque cada día, especialmente en las
localidades pequeñas, haya más cordura, pero ese estar
frente a quienes muestran actitudes opuestas no es agradable
para nadie, ni para los propios sindicatos, especialmente
cuando ven que su plan está fracasando, una vez más.
Y tiene que haber otra pregunta más. ¿A partir de ahora,
qué?. Pues más de lo mismo y lo que no creo es que tras ésta
hayan quedado demasiadas ilusiones, especialmente a UGT y a
CCOO, para proponer otra en los próximos meses.
Una huelga general es lo último a lo que se tiene que
recurrir en un país normal y con unos sindicatos sensatos.
Una huelga general puede ser el recurso, siempre discutible,
en caso de “caos” en un país. Aquí eso no se ha tenido en
cuenta.
Lo que yo decía, en cabeza, “un día perdido” por todos y con
rentabilidad para nadie, ni siquiera para aquellos que con
esas palabras de: “compañeros-compañeras” han tenido que
recoger sus “bártulos” y decir lo que no sienten, como que
“ha sido un éxito”, “que ha sido una lección para el
Gobierno” y un largo “bla-bla-bla”, porque lo que no se ha
podido decir al parado es que desde mañana va a tener
trabajo, ni tampoco a la pequeña o mediana empresa que sus
problemas están solucionados, ni al hombre de a pie que va a
pagar menos impuestos y va a tener mejores servicios.
De todo eso no pueden hablar los sindicatos, tras la huelga
de ayer, porque ellos van a seguir “en su machito”, sus
liberados van a dejarse ver, pero sus acciones efectivas no
se ven y los que un día les apoyaron se han quedado “con
cara de pocos amigos”, viendo como los más listos, una vez
más, se hicieron un hueco, “se colocaron”, y ellos siguen
como estaban, mejor dicho, peor que antes.
Y todo esto por un día que no fue de esperanzas para nadie y
en el que el país, todo él, estuvo funcionando a medias o
menos, porque no sólo los que estaban en huelga, sino otros
no pudieron cumplir con sus quehaceres. Fue así.
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