En los últimos años nos hemos venido acostumbrando a oír
hablar de macro agencias de cooperación internacional,
dependientes de gobiernos estatales o regionales, que cada
vez que vemos una gran catástrofe por la televisión acuden
al auxilio de la población civil. Siempre, o casi siempre,
estas intervenciones son ejecutadas por personas que, a
parte de una licenciatura, han cursado masters en
cooperación internacional o similares; los llamados
profesionales del tercer sector.
Estas agencias, o el concepto de las ONG´s tal y como las
entendemos, son relativamente nuevas. Es en los años 90
cuando se crean estas plataformas y aparece un marco legal
dando cobertura a este tipo de entidades con el objeto, a mi
juicio, de desactivar los movimientos de solidaridad
internacional que habían surgido al calor de los procesos
revolucionarios de América Latina, y que contenían un claro
propósito militante para así desideologizar la solidaridad
abriendo paso al humanitarismo. A las personas que venimos
militando desinteresadamente en el ámbito de la solidaridad,
con nuestros pequeños proyectos cargados de ternura, no nos
pasa desapercibida este tipo de cooperación que vemos además
con ojos críticos.
En los últimos tiempos hemos visto como los cooperantes y
estas agencias acompañan a nuestros soldados en sus misiones
bélicas en Afganistán o Líbano y sin duda, a mas de uno
estas compañías nos hace preguntarnos sobre los verdaderos
objetivos de las acciones que se pretenden desarrollar en
estos lugares, y si responden a una necesidad objetiva
reclamada por la población autóctona.
Son muchas las campañas que surgen desde poblaciones
oprimidas reclamando nuestra atención y son muy pocas las
que encuentran eco en nuestros países de origen. No es
extraño por ejemplo viajar a Palestina y encontrarse con un
recelo creciente en la población que una y otra vez viene
reclamando que se trabaje en los países originarios de la
ayuda para cambiar las políticas de nuestros gobiernos con
respecto al país ocupante; Israel.
Un claro ejemplo de esto es el llamamiento que hicieron
decenas de ONG´s palestinas en el año 2005 a que
organizaciones de todo el mundo se sumarán a la campaña
Boicot, Desinversiones y Sanciones a Israel, campaña por
otro lado muy alejada del concepto humanitario y a la que
pocas ONG´s españolas se han sumado de manera activa. A esta
campaña, por el contrario, se han sumado universidades,
artistas de reputado prestigio, sindicatos, etc. y ha
provocado que incluso Israel este estudiando una ley que
castigue a las ONG´s israelíes que colaboren con ella, con
la disolución de estas entidades y la prisión para sus
miembros como represalia a una marea que crece día a día en
todo el mundo.
Otro claro ejemplo es el llamamiento hecho por la población
de Gaza a la ruptura del bloqueo por todos sus medios y que
ha desembocado en una marea de Flotillas con este objetivo
desde Europa, a la que no se han sumado ninguna de las
grandes ONG´s de nuestro país, pero en las que si hemos
participado personas a titulo individual o en reprsentación
de pequeñas entidades.
Estas iniciativas que surgen desde la población destinataria
de nuestra cooperación generalmente son propuestas incomodas
para nuestros gobiernos y parece ser que también para estas
grandes ONG´s de carácter humanitario. Generalmente son los
sectores mas comprometidos políticamente con capacidad para
comprender las dimensiones de las crisis los que se adhieren
a estas propuestas que pretenden atacar el origen de los
conflictos; en el caso palestino, la ocupación
Es necesario echar un vistazo a nuestra historia mas
reciente para comprender que estas iniciativas no son
nuevas, y que la solidaridad que despiertan por nuestra
parte, tampoco.
A modo de ejemplo cabe recordar que en los años 80 existían
cientos de colectivos de solidaridad con los procesos
revolucionarios en América Latina que anualmente organizaban
brigadas de solidaridad. Estas brigadas generalmente estaban
compuestas por médicos que, cargados de compromiso político
y social, marchaban de manera consciente a la primera línea
del frente a atender a los compañeros heridos. Los maestros,
que también participaban de estas brigadas, también tuvieron
un papel protagonista en la alfabetización de los núcleos
rurales.
Estas brigadas atendían a la solicitud de los grupos
revolucionarios que se encontraban inmersos en una batalla
voraz contra las ideas neoliberales procedentes de EE.UU., y
que mas tarde se acabarían imponiendo con el consiguiente
destrozo social que acompañaría a la contra revolución. En
aquella época, era imposible de distinguir los conceptos
“cooperante” y “activista”. Uno y otro se fusionaban en
compromiso político, sed de justicia social y sobre todo, en
un espíritu de compañerismo con nuestros receptores de la
solidaridad que permitía compartir en igualdad de
condiciones sin el componente paternalista que parece
dominar hoy día el ámbito de la solidaridad.
En la actualidad, desde los poderes fácticos ya se han
encargado de diferenciar ambos conceptos de una manera
básica entre buenos y malos. Se ha hecho una diferencia
tendenciosa con el objeto de acallar la disidencia, social y
política, en su democrático derecho de pronunciarse ante lo
que se consideran injusticias de las cuales nuestros
gobiernos son cómplices.
Los últimos acontecimientos ocurridos en las aguas del
Mediterráneo, cuando Israel atacó a la Flotilla de la
Libertad que se dirigía a Gaza, podríamos enmarcarlos en un
resurgir del compromiso social y político que ya se
practicaba desde mucho antes de la profesionalización de la
solidaridad.
La oportunidad que presentan las nuevas tecnologías, la
comprensión de otras realidades y el respeto por ellas, y
sobre todo, una coordinación efectiva de mínimos por parte
de diferentes organizaciones de Europa, ha permitido que
personas de todo el mundo coincidan en acciones, amparadas
por la legalidad internacional, que permiten poner de
relieve el conflicto palestino y su verdadera naturaleza.
No sería exagerado decir que la globalización de la
solidaridad ha demostrado que puede cambiar la realidad
política de las regiones mas convulsas del mundo, con algo
tan antiguo como los buenos deseos y la determinación
ideológica como herramientas para combatir la injusticia y
las ideologías dominantes que la sustentan.
Esta naciendo Rumbo a Gaza como alternativa al
entretenimiento bien intencionado pero inerte en resultados
a la hora de atajar los problemas del pueblo palestino, que
no son de origen humanitario sino políticos, y que proponen
las grandes elites de la cooperación, las del master y
licenciatura. Solo las personas, los ciudadanos y ciudadanas
con o sin licenciatura, podemos cambiar la injusta realidad
de Palestina, como antaño; con voluntad, con sentido de la
justicia, con determinación y compromiso con los compañeros
que padecen la opresión, de tu a tu, sin protocolos que
convierten a unos en súbditos de nuestra ayuda y a otros en
garantes de su humanidad, como hermanos sumados a su causa
en busca de la justicia y la libertad. Es tiempo de pasar de
las palabras a los hechos.
(*) Activista, es uno de los tres
españoles que viajaban en la 'Flotilla de la libertad'
|