Las salvajadas gobiernan el mundo,
prevalecen en el mundo, atrofian el mundo. Lo cruel es que
todavía no hay educación que despunte un cambio, que sea
capaz de acrecentar ese cambio, que ponga de moda el ser un
buen ciudadano del mundo. Necesitamos una ciudadanía más
educada, mejor cultivada en las virtudes, mucho más
civilizada, que deje de descender a la servidumbre y tome la
libertad de ser una persona que no está en venta por nada ni
para nadie. Para mayor desgracia del planeta, y de todos los
que habitamos en él, a estas alturas de la globalización
todavía la educación no se ha universalizado, y muchos niños
y jóvenes se quedan fuera del ámbito educativo. Otros, por
el contrario, que si tienen acceso a la educación, un
privilegio que injerta distinción de clases, tampoco le
sirve para mucho a la hora de comportarse en la sociedad
como personas iluminadas.
En todo caso, considerables problemas sociales que nos
acosan y ahogan son debidos a fallos en la educación. Por
hablar del lugar en el que uno vive, el sistema educativo
español alcanza la mayor tasa de escolarización de su
historia, sin embargo la delincuencia juvenil no baja, y los
baños de alcohol y otras adicciones arrasan entre la
juventud. El problema no es tanto que los jóvenes españoles
continúen con sus estudios y evitar así el abandono escolar,
como la falta de garantías mínimas de calidad educativa para
todo el alumnado. No es posible avanzar hacia sociedades más
humanas sin una educación en valores, con políticas
educativas sectarias a la orden del gobierno de turno, que
pasa de la escucha de las familias, de las asociaciones
representativas sociales. Tenemos, pues, en el planeta lo
que vamos gestando, fruto de sistemas educativos que para
nada cuentan con el pleno desarrollo de la personalidad
humana en cuanto al respeto a los demás, a los derechos y
libertades de la ciudadanía.
El mundo precisa con urgencia sociedades educadoras, no
vengativas, y para ello es fundamental, educar en la
diversidad a niños y jóvenes, ir más allá de la mera
instrucción de conocimientos. Desde luego, ha de ser
prioritario respetar la identidad cultural del educando y, a
partir de aquí, avanzar en conocimientos y actitudes que
contribuyan al entendimiento de unos y otros. Hay que
premiar los valores de convivencia, el orgullo de la propia
identidad, las lenguas como comprensión. Para ello, hace
falta mejorar el activo de la educación, sobre todo en el
ambiente de acogida y apoyo en los primeros años de vida,
que es cuando se establecen las bases madurativas y
neurológicas del desarrollo. Por consiguiente, resulta
imprescindible que existan escuelas cercanas, con docentes
preparados y aulas suficientes que garanticen el acceso a la
educación. Se dice que la alfabetización es decisiva en el
planeta para que todos los niños, jóvenes y adultos,
adquieran los conocimientos esenciales que les permitan
hacer frente a los problemas con que puedan tropezar en la
vida cotidiana, pero se hace bien poco por llegar a los
marginados y ampararlos. Es más, esta sociedad clasista a
más no poder, propicia que el mundo de los excluidos
persista en el tiempo, porque los utiliza y son el gran
negocio de los pudientes dominadores.
El salvajismo del mundo va a continuar creciendo en la
medida que aumente la pobreza y el desempleo, y la prioridad
de la educación para todos se quede en nada. Al fin y al
cabo, tenemos lo que nos merecemos. Los gobiernos de los
países ricos han inyectado multitud de recursos financieros
para estabilizar sus sistemas bancarios, sin embargo han
abandonada la ayuda a los países más pobres y a los
ciudadanos más vulnerables. La voz de los sin voz está más
muda que nunca. Abandonada la educación, el mundo va a la
deriva. Se olvida que los conflictos siguen representando un
obstáculo importante para la escolarización, que hay
problemas de marginación profundamente arraigados, y que las
políticas de educación integradoras no pasan del papel y de
las buenas intenciones. En todas las naciones del mundo hay
niños que corren el riesgo de quedar al margen de la
educación. También en España donde se dice que la
escolarización es plena. En efecto, en todas las ciudades y
pueblos cohabitan poblados miserables, donde es fácil ver a
los jóvenes y menos jóvenes, en horario escolar, deambulando
por las calles. Habría que hacer algo por estos niños, pero
no se hace, con lo cual la ayuda a la educación no siempre
va a parar a quienes más la necesitan.
Considero, asimismo, que el mundo está poblado de
salvajismos, porque la educación que los privilegiados
reciben, en lugar de abrir las ventanas al mundo, las cierra
con criterios de competitividad, rivalidad, enemistad…, o
sea, de nula humanidad. En el volante de la maquinaria
social lo que impera es el conflicto. Un ciudadano educado
es un ciudadano imbécil. Hoy lo que abundan son gentes sin
ética, que caminan por el mundo como auténticas bestias
salvajes. Tampoco en las escuelas se aprende a vivir juntos,
ni se aprende a ser humanos. Lo substancial es dar todos los
contenidos del temario, cuando lo transcendente radica en
educar desde la escuela la actitud humana de ser persona, y
la de respetar a la persona como tal; sin duda, mucho más
significativo que las aptitudes. Si los talentos son
vitales, los talantes son capitales, máxime para un planeta
desbordado por la rudeza. Parece que ha relegado el mundo la
idea platoniana que nunca debió abandonar, de que el más
importante y principal negocio público es la buena educación
de la juventud. Desde luego, los campos del corazón hay que
ararlos y mejor cuánto más niño. Las demás instrucciones
pasen a segundo plano.
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